UNA VUELTA AL CENÁCULO EN ADORACIÓN E INTERCESIÓN

Ahora es el momento.

¿Qué está diciendo el Espíritu a la Iglesia de Jesucristo en esta hora? Ciertamente existe una imperiosa llamada a un renovado fervor en la oón.raci La Iglesia debe regresar continuamente a la cámara alta del Cenáculo para ser iluminada una y otra vez e inflamarse como la Zarza ardiente. La Iglesia necesita una renovación continua para reavivar la “zarza ardiente del Espíritu” que el día de Pentecostés se encendió.

Kim Kollins

La trompeta está sonando y su llamada se percibe por toda la cristiandad. Es una llamada para todo el pueblo de Dios, -un tiempo para despertar de la somnolencia, -un tiempo para fortalecerse de nuevo con el Espíritu Santo, un tiempo para volver a ser apasionados adoradores del Señor y poderosos instrumentos de interce­sión por la Iglesia y por el mundo.

A dondequiera que te vuelvas oirás la invitación a proclamar la oración, oración por las ciudades, oración por las naciones. A dondequiera que mires, encontrarás escri­tos invitando al pueblo de Dios a una intensa adoración cultual e intercesión. Ahora es el momento, surgen muchas nuevas iniciativas de oración, afloran nuevas casas de oración, se acumulan montañas de preces, se consolidan vigilias de plegarias, todo en respuesta a esa llamada.

En este último siglo, cientos de miles de personas, en todos los rincones de la cristiandad, han encontrado a Dios en una experiencia de Cenáculo con un Pentecostés personal, el "bautismo en el Espíritu", una concreta expe­riencia de la "gracia de Pentecostés" en la que la actuación del Espíritu Santo es una realidad experimentada en nuestras vidas y en la comunidad de fe. En esta efusión del Espíritu Santo, sus dones se derramaron con gran fuerza. Fue un momen­to de encuentro y fortalecimiento para el pueblo de Dios.

Vivimos un momento en que el Señor llama a su pueblo a volver de nue­vo al Cenáculo, no por nostalgia ni en búsqueda de las experiencias iniciales de la Renovación, sino con un corazón humilde, un corazón capaz de Conocer y experimentar el poder de Dios y sus dones en la oración. Es un momento de avanzar más allá de lo que suele ser el fin de nuestra plegaria normal: la familia, los amigos, nuestro grupo o comunidad, para pedir con gran fervor por la renovación de la Iglesia de Jesucristo, por la unidad de todos los cristianos, por la renovación de la sociedad y, de este modo, por "la renovación de la faz dela tierra"; El primer manantial de una acción renovada es la oración, que nos une al Espíritu de Cristo que es quien "renueva la faz de la tierra".

El Espíritu Santo nos enseña en la vida de oración, y nos inspira nuevas expresiones de las mismas formas bá­sicas de la plegaria: bendición, petición, intercesión, acción de gracias y alabanza. Podríais preguntarme: ¿Quién recibe esta llamada? ¿os sorprenderíais si os dijese que la llamada a la adoración y a la intercesión es a la vez un derecho y un deber de todos nosotros? Estamos ante una importante verdad que todos necesitamos comprender. "Pero vosotros sois linaje elegido, sacerdocio real, nación santa, pueblo adquirido para anunciar las alabanzas de Aquél que os ha llamado de las tinieblas a su admirable luz" (I Pe2,9).

Cada uno de nosotros, participa por el bautismo de un modo único, del sacerdocio de Cristo. Jesús, como Sacerdote, intercede por nosotros constantemente. Lo importante es entender que toda intercesión converge en la cruz de nuestro Señor Jesucristo.

Jesús puede también salvar perfectamente a los que por Él se llegan a Dios, ya que está siempre vivo para interceder en su favor. (Heb 7,25).

¿ Qué es la oración de intercesión?

"La oración de intercesión consiste en una petición a favor de otro. No conoce fronteras y se extiende hasta los enemigos". [Catec. 2647] . "La intercesión de los cristia­nos no conoce fronteras: 'por todos los hombres, por todos los constituidos en autoridad' (1 Tm. 2,1), por los perseguidores (Rm. 12,14), por la salvación de los que re­chazan el Evangelio (Rm. 10,1)". [Catec 2636].

Ser intercesor es ser uno con Cristo, el Cordero de Dios, la víctima que glorifica al Padre, para la salvación del mundo. En la primitiva Iglesia la oración precede y apoya cada actuación. En los Hechos de los Apóstoles aprendemos el poder de la oración comunitaria en el Cenáculo, el día de Pentecostés, y también cuando la Iglesia oraba sin descanso por Pedro que estaba encarcelado.

San Pablo nos avisa que ocupemos nuestro puesto con­tra el dominador de este mundo tenebroso (Ef. 6,12) y que intercedamos. Insiste en la Carta a los Romanos:Por nuestro Señor Jesucristo y por el amor del Espíritu Santo luchad juntamente conmigo en vuestras oraciones rogando a Dios por mí (Rm 15,30). Pablo avisa a los Efesios para que apoyen su misión con oraciones de intercesión: Siempre en oración y súplica, orando en toda ocasión en el Espíritu, velando juntos con perseverancia e intercediendo por todos los santos, y también por mí para que me sea dada la pala­bra al abrir mi boca y pueda dar a conocer con valentía el misterio del Evangelio, del cual soy embajador entre cadenas... (Efe,18-20a).

La intercesión en mi itinerario personal

En 1969 me encontré con una joven, llamada Patti, que trabajaba en el departamento de contabilidad en la empresa de la que era presidente. Un día me preguntó si podría hablar conmigo y la invité a que viniera a mi despacho. Ella compartió su testimonio de Jesús como Señor de su vida y su experiencia de vivir bajo el poder del Espíritu Santo.

La oí con atención, pero continué caminando a mi aire. Lo que no supe fue que Patti, guiada por el Espíritu Santo, continuó intercediendo por mí y orando para que yo pudiese encontrar mi camino de regreso a Dios. Oró por mí, año tras año, sin que yo lo supiese.

Como yo estaba buscando a Dios por los senderos equi­vocados de la Nueva Era, mi regreso a la Casa se retrasó durante nueve años. Mi vuelta al abrazo del Padre en 1978 me proporcionó mi primera clase sobre la importancia de la oración de intercesión, especialmente con el uso del don de lenguas.

Yo no había visto ni hablado con Patti, durante cuatro años, y ella vivía ahora a media América de camino, desde mi ciudad. Sin embargo, una semana antes de mi re­torno a Casa, ella se despertó de repente a medianoche con un peso tremendo en su corazón por mi causa. Salió con cuidado de la cama, dejando que su marido durmie­se, y se fue a la habitación vecina a orar. Ella no sabía la batalla espiritual que se libraba en mi alma. Pero obedecía a la dirección del Espíritu Santo y, al no conocer mi ne­cesidad, intercedía por mí sencillamente usando el don de lenguas. Dos noches después, le sucedió lo mismo; se despertó pensando en mí con un peso en el corazón, salió de su lecho e intercedió de nuevo usando el don de lenguas. Sólo tres meses mas tarde, cuando tuve la oportunidad de encontrarme con ella y le comuniqué mi vuelta a la Casa del Padre, entonces, pude entender cómo el Señor había usado a Patti para que "estuviese en la brecha" intercediendo por mí.

Siete puntos básicos para una oración efectiva

1.- Uno de los poderosos carismas del Espíritu Santo para favorecer la oración es el don de lenguas o "glosolalia". Es "uno de los efectos de la acción del Espíritu expe­rimentados con frecuencia y normalmente. La oración en lenguas es un fruto de la confiada docilidad al Espíritu Santo, que arrastra consigo nuevas formas de orar. San Pablo enseña que hay una oración en el Espíritu que no se hace con la mente. Al orar en lenguas, el espíritu del que ora se edifica a sí mismo. (1 Co. 14,4). La oración en lenguas es uno de los modos por los que el Espíritu Santo ayuda a superar las limitaciones humanas de la oración". [P. Cordes: Call to Holiness. Reflection of the Catholic Carismatical Renewal, p. 22-23 ] .


a.) Una de las maneras de usar el don de lenguas en la intercesión es simplemente formular la intención de interceder al Padre en el nombre de Jesús.

b.) Entonces, comienza a orar en lenguas hasta que el rezo cese naturalmente.

c.) Al final, da gracias a Dios con la fe de que la oración perfecta al Padre por esa intención, ha sido presentada ante el trono de Dios por medio de este carisma del Espíritu. Sin duda el Espíritu sabe perfectamente cómo ha de orar por nuestro medio por cada intención; también cuando nosotros no sabemos cómo hacerlo con nuestro en­tendimiento.

2. - Acuérdate, al orar, de acercarte al Padre en el nombre de Jesús, el único Mediador entre Dios y los hombres..." (1 Tm2,5). En verdad os digo: lo que pidáis al Padre os lo dará en mi nombre. Hasta ahora nada le habéis pedido en mi nombre. Pedid y recibiréis para que vuestro gozo sea colmado. (Jn 16;23-24).

3. - La clave de nuestra súplica está en nuestra permanencia en unión con el Señor, cumpliendo su Palabra y buscando su voluntad en nuestras vidas. Si permanecéis" en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que queráis y lo conseguiréis. En otras ocasiones tendremos que recordar: Cuanto pidamos lo re­cibimos de él, porque guardamos sus mandamientos y hacemos lo que le agrada.(1 Jn 3,22).

4. - Así pues, la pregunta es cómo debe­mos pedir.

Por eso os digo: todo cuanto pidáis en la oración, creed que ya lo habéis recibi­do y lo obtendréis. y cuando os pongáis de pie para orar, perdonad, si tenéis algo contra alguno, para que también vuestro Padre que está en los cielos, os perdone vuestras ofensas. (Mc 11,24-25). El primer paso de la oración de súplica es la petición del perdón: “Señor, ten mi­sericordia de mí, pecador!". Éste es el primer requisito pa­ra una oración pura y Justa.

5. - Con fe debemos orar y buscar a Dios, dándole gracias en medio de las batallas y tormentas. A veces, el desánimo reside en la espera. Conscientes de esto, debemos afir­marnos y perseverar cuando no vemos resultados o respuestas inmediatas. Estamos invitados a "orar constantemente, y dar gracias por todo, pues esto es lo que Dios, en Cristo Je­sús, quiere de vosotros" (1 Ts 5,17-18).

6. - Recordamos que el Señor es fiel a su Palabra, pues .,.Dios interviene para bien de los que le aman, de aquellos que han sido llamados según su designio(Rm 8,28).

7. - La plegaria de bendición es posible, pues gracias a que Dios le bendice, el hombre en su corazón puede bendecir a su vez, a Aquél que es la fuente de toda bendición (Catec. 2645). Gracias a las bendiciones del Señor somos capaces, como dijo el Señor, de amar a nuestros enemigos, hacer bien a los que nos odian, bendecir a los que nos maldicen y rogar por los que nos difamen (LC 6,27).

Rogad al Espíritu Santo que os conceda no descansar hasta que vuestro corazón responda totalmente a su llamada a la oración, individualmente y como miembros de grupos y de comunidades que se dedican a la tarea del Señor. No dejéis que el enemigo destruya el poder que reside en la unidad de los creyentes que se reúnen para orar juntos. La invitación es para todos.

En 1997, durante un encuentro especial con el Espíritu Santo, di mi respuesta a esta llamada a orar, que describí en mi Libro, "La Zarza ardiente, un regreso al Cenáculo en adoración e intercesión". Conozco también muchas personas y grupos que han recibido una llamada parecida. Me agradaría que todos los que hayan escuchado esta llamada, me escribiesen y me dejasen compartir sus experiencias. .

(Nuevo Pentecostés, n.71)