RESPONSABLES COMPROMETIDOS

MARÍA DE SANGIOVANNI

El compromiso no es algo abstracto sino un hecho muy real. Uno se compromete con una persona para una cosa definida.



1) Dios es el gran comprometido con el hombre, basta hacer un pacto o alianza de salvación con él.

Esta es la enseñanza fundamental de toda la Historia de la Salvación. Lo vemos bien claro cuando Dios le dice a Moisés: "Bien vista tengo la aflicción de mi pueblo en Egipto, y he escuchado su clamor en presencia de sus opresores, pues yo conozco sus sufrimientos. He bajado para librarle de las manos de los egipcios y para llevarle a una tierra que mana leche y miel" (Ex. 3,7).

Y lo vemos más claro todavía en el verdadero Moisés, el descendiente de Abraham el Hijo de David, enviado por el Padre como la gran prueba y manifestación de ese compromiso que sale de su corazón lleno de amor y compasión.

Y es precisamente en Jesús en donde encontramos la inspiración básica y fundamental que nos debe guiar para un liderazgo comprometido.

Él nos dice: "Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida" y se nos revela de esta manera como el modelo al que debemos seguir. Jesús era siempre muy consciente de su compromiso con el Padre. Y su compromiso era cumplir su Voluntad; "Yo no busco mi voluntad sino la voluntad del que me envió" (Juan 5,30).



Jesús se comprometió con todo su ser. Por eso vivió, sufrió y murió por nosotros. Llegó hasta el extremo, pudiendo finalmente exclamar: "Todo está consumado". Un líder comprometido es el que es consciente siempre de su compromiso en obedecer la voluntad del padre a través de Jesucristo, con el poder del Espíritu Santo y a la Luz de las Enseñanzas de la Santa Madre Iglesia.

Creo que el primer punto que debemos tratar es el hecho de que, a imitación de Jesucristo, nuestro compromiso debe estar basado en el Amor: Amor a Dios y por amor a Dios, amor a los hombres.

Dios Padre está comprometido con su hijo, el hombre, por Amor.

Jesucristo, enviado por el Padre se compromete con la humanidad como expresión máxima del Amor de Dios.

La voluntad de Dios es que crezca un Reino entre nosotros, y el crecimiento de su Reino siempre es el crecimiento de Su Amor.

Pero un compromiso que no se haya basado en el amor, no traerá una mayor expansión del Reino de Dios entre nosotros.

Me parece que el mundo no cambia más porque no se hacen las cosas basadas en el Amor, aunque se realicen muchas cosas buenas. Si éstas no se hacen partiendo del Amor, movidas por él, no darán fruto.

Solamente el Espíritu de amor tiene poder para cambiar las cosas y hacer crecer el Reino de Dios venciendo todos los obstáculos. Esto es algo muy sencillo pero creo que vale la pena enfatizarlo porque es de una importancia muy grande, pues fácilmente se puede perder el Espíritu de amor y entrar en acción el espíritu de amor propio. Entonces no habrá renovación, transformación. Una pequeña cosecha con amor tiene más poder que un gran proyecto hecho con motivos humanos. Pienso ahora en la Madre Teresa de Calcuta, cuya obra es tan grande y atrae a todo el mundo porque en ella ha penetrado tan profundamente este misterio del poder del amor. Quizás en el mundo hay proyectos más grandes que los de ella, y sin embargo, no atraen la admiración y atención del mundo. y quizás ese debería ser el primer punto de revisión de nuestro compromiso porque a veces nos desviamos de lo que debería ser el centro de éste. Y para mantener un compromiso total deberíamos constantemente purificar nuestras motivaciones.

Como seres humanos, fácilmente dejamos que entren motivaciones humanas. Cuando permitimos que éstas entren se debilita nuestro compromiso, y puede llegar a ser compromiso con nosotros mismos: Mi satisfacción personal, honor, gloria, etc.

Tenemos que someternos a esta purificación que Dios tiene que hacer en nosotros, aunque esto nos traiga sufrimientos. A medida que lo acepto, me comprometo más con la voluntad del Padre.

Podríamos estar haciendo las cosas para nuestra propia satisfacción. La gente me busca, me honra, me respeta. Esto me hace sentir bien y me puede desviar de la voluntad de Él. Por eso tenemos que pedir constantemente al Señor que purifique los motivos de nuestro compromiso. "Padre, que no se haga mi voluntad, sino la tuya". Por otra parte, nuestro compromiso con el Señor y nuestra identidad con Él, deben llevarnos a un deseo cada vez mayor de glorificar al Padre, tal como era el de Jesús, cuyo objetivo principal era la gloria del Padre, el hacer su voluntad y buscar la extensión del Reino, y jamás su beneficio personal. En nuestro servicio deberíamos preguntarnos siempre si buscamos la gloria de Dios o la nuestra. "Yo no busco mi gloria", decía Jesús (Jn. 8,50).



SOMOS PARTE DE UN CUERPO



Otra de las cosas en las que deberíamos reflexionar es en la repercusión que tiene la seriedad de nuestro compromiso en toda la Renovación Carismática; formamos parte de un cuerpo, y todos nuestros actos personales tienen repercusión en ese cuerpo.



Muchas veces ese Cuerpo no podrá trabajar a plenitud por no hacer las diferentes partes que lo forman un compromiso serio y profundo. Uno se pregunta si muchos de los problemas que existen en la Renovación no serán causa de la incapacidad de algunos líderes de hacer un compromiso serio.

Tenemos que comprender la importancia del lugar que el Señor nos asignó a cada uno. "No me elegisteis a Mí. Yo os elegí a vosotros". Tenemos que ser conscientes que desde todos los tiempos fuimos escogidos para edificar el Reino de Dios. (Rom. 8.28.30).

Tenemos que comprender nuestra responsabilidad en desarrollar a plena capacidad el lugar donde se nos haya puesto en la Iglesia, tanto si hemos sido llamados a ser planta del pie o si hemos sido llamados a ser ojo de la cara.

Cada uno con mucha entrega y mucha alegría, pensando en lo importante que es ese lugar para el funcionamiento total del cuerpo.

Sin envidias, sin desear uno querer hacer el trabajo del otro, o tener las responsabilidades, los dones del otro. Hay que pensar que el que fue llamado a ser planta del pie, aunque se empeña en ver, nunca podrá ver, y si deja de ser planta del pie, el cuerpo nunca podrá caminar...

Es importante que nosotros estemos dispuestos a decir que ¡¡Sí!! al Señor cuando nos pida un trabajo que hacer, en el lugar que sea. La Historia de la Salvación está llena de casos de hombres que supieron decir ¡¡Sí!! en el momento en que fueron llamados por Dios.

Abraham dice que ¡¡Sí!! y parte de su país, dejando a los de su raza y a la familia de su padre para obedecer a Dios yendo hacia la Tierra de Canaán...

El pueblo de Israel sale de la opresión de los egipcios por el ¡Sí! de Moisés.

Ese mismo pueblo estará siempre reorientado hacia Dios a través del ¡Sí! de los profetas.

La maravilla de la encarnación se realiza por el ¡Sí! de la Santísima Virgen. Sí, que da, a pesar de todas las consecuencias que puedan derivarse de este consentimiento. Sí, que reafirma al pie de la cruz, y en Pentecostés, presente en el nacimiento de la Iglesia.

La promesa del padre de su Salvador que está próximo a llegar es conocida por el pueblo de Israel por el ¡¡Sí!! de Juan el Bautista.

El que lleguen las promesas del Padre a todas nuestras comunidades va a depender del ¡¡Sí!! de cada uno de nosotros, dicho sin temor a las consecuencias, ni temor al sufrimiento.

Jesús está deseoso de encontrar almas que estén dispuestas a decirle: "Sí, Hermano, te sigo, como tú seguiste al Padre". Estoy dispuesto en este tiempo a ser fiel a tu Padre a través de Tí. Estoy dispuesto a ser tus ojos, a ser tus labios, a ser tu Corazón. Estoy dispuesto a que mi vida sea un Evangelio abierto donde la gente pueda leer lo que desde todos los tiempos el Padre quiso para el hombre y que tú viniste a revelar. Decir "Sí" siempre.



COMPROMISO: HACER SIEMPRE SU VOLUNTAD

Lo importante dentro del compromiso es actuar de acuerdo a la Voluntad del Señor. Estando en el sitio que el Señor quiera que estemos y haciendo las cosas que Él quiere que hagamos. Hablé con un hermano muy querido y muy comprometido que me decía cómo él a veces le preguntaba al Señor cómo podía en ese día servirle más y darle más gloria y el Señor le contestaba: "Lo mejor que puedes hacer hoy es sentarte a mis pies". Y él se quedaba muy sorprendido porque pensaba que le iba a decir: "Bueno, yo quiero que vayas, aquí o allá o hagas tal o cual cosa".Y cualquier persona podría decir "Bueno, pero este es un alienado que no le importa nada el hermano".

Pero sin embargo uno descubre cómo, quedándose a los pies del Señor, si ésta es su voluntad, estando ahí con El, es como El hará más con uno como instrumento.Quizás sea a través de la oración de intercesión, o de una luz que Él te dé para compartirla o llevarla a cabo más tarde. Quizás te muestre el lugar a donde Él quiere que vayas, o quizás sea que en ese momento puedas conocer más profundamente los sentimientos de su Corazón por los hombres y esto lo habilite a uno para cumplir efectivamente el compromiso.

Yo pienso en mi propia vida. Cuántas veces me he sentido incapaz de cumplir mi propio compromiso, de cumplir con la voluntad del Señor de acuerdo a lo que me está pidiendo en ese momento. Cómo he luchado con mi razón, diciéndome a mí misma que tengo que hacerlo, creando angustia muchas veces. Y qué diferencia cuando me he sentado a los pies del Señor con mi incapacidad de seguir adelante. ¡Cuántas fuerzas he encontrado para hacer lo que El quiere! Cuántas veces ir donde Él, consciente de la propia pobreza y allí, a sus pies, encontrarme con su riqueza que quiere hacerla mía.

Es importante para un líder verdaderamente comprometido, esta dimensión de la oración, de acercarse a Jesús para sentir cómo late su corazón: Esta dimensión vertical del líder.

Y uno ve cómo los grandes comprometidos con el hombre, son personas que dedican mucho tiempo a estar con el Señor. Y es que a medida que uno más se acerca a Dios, Dios más lo acerca al hombre.

Pienso en un San Francisco de Asís, tan comprometido con los hombres. Con un amor y una preocupación tan grande por los hermanos. Y era un hombre cuya vida misma era una oración.

Nunca me olvidaré de una vez que no podía cumplir mi compromiso. La llamada que el Señor me hacía en ese momento era ir donde una persona que me había hecho mucho mal. Era una persona de esas a las que uno perdona constantemente. Y a fuerza de perdonar llega a preguntar al Señor ¡hasta cuándo!. "¿Siete veces debo perdonarla, Señor?". "No digas siete veces, di setenta veces siete". (Mt.18,21-22).

Y uno llega a sentir la incapacidad de ir a amarla y perdonarla. Pero por otro lado, con una consciencia muy firme de tener que hacerlo, de tener que cumplir el compromiso contraído con Dios. Y todo se resuelve dentro, porque uno se encuentra en el conflicto entre hacer lo que uno quiere o hacer lo que Dios quiere.

Recuerdo que después de esforzarme mucho tiempo me tiré a los pies del Señor con mi incapacidad. Ahí a sus pies, conocí como Él amaba a esa persona. A través de su palabra supe que donde los hombres condenan, Él sólo perdona; donde los hombres juzgan, Él sólo comprende; donde los hombres rechazan, Él sólo recibe. Y yo que condenaba, juzgaba y rechazaba, en ese momento, me vi contagiada por la fuerza de su Amor que me impulsó a levantarme e ir en busca de aquella persona que meses después aceptaba a Jesús como Señor y Salvador.



COMPROMISO DESDE EL AMOR.



Todos nos preocupamos por cumplir con nuestro compromiso y es como si el Señor dijera hoy: "No os afanéis por comprometeros, preocupaos por estar cerca de Mí y yo haré que os preocupéis por vuestros hermanos".

No se compromete el hombre por sus propios medios; se compromete porque mi amor le impulsa a amar, a compartir lo que le ha sido dado".

Y es que la fuerza en el compromiso nace del mismo Amor. El que se ha sentido amado por Dios y lo ama, se compromete. Y el que ama, no teme sufrir por el Amado. Será ese mismo amor el que le dará la fuerza para enfrentar todas las dificultades que se presenten.

Un compromiso que no esté basado en el amor estará abocado al fracaso y a la frustración. Medirá el tiempo y los esfuerzos. Gruñirá y se quejará. Obviará responsabilidades.

Pero un compromiso basado en el Amor estará lleno de fuerza. Cuando el conocimiento de la propia incapacidad parezca mellar el deseo de seguir adelante, la confianza en el Amor nos devolverá las fuerzas que necesitamos para enfrentar las más duras pruebas.

Fue el saberse amado de su Padre lo que dio a Jesús la fuerza y la confianza para enfrentar el camino al Calvario y la misma muerte.

Y ¡qué importante es esto en vuestro compromiso! Porque sabemos que éste implica sufrimiento, persecución. Vamos a un mundo al que somos enviados como ovejas entre los lobos (Mt. 10, 16).

Un mundo que rechazó a Aquél que fue enviado por Dios para salvarlo. Un mundo que prefirió las tinieblas a la luz (Juan 3,19).

Tenemos que acordarnos que Jesús es el líder comprometido por excelencia. Pero es también el líder herido, golpeado, sufriente. Es el siervo de Yahvé profetizado por Isaías (Mt. 12, 1821) Cristo es malentendido, criticado, perseguido, y finalmente enviado a la muerte.

El líder comprometido hoy debe estar preparado para enfrentar esta situación. Jesús es nuestro ejemplo.

Nosotros, en nuestro compromiso tendremos que comprender que estas mismas cosas que sufrió Jesús pueden llegar a ser parte de nuestra propia vida y tenemos que estar preparados para aceptarlas.

Acordaos de lo que os dije: El servidor no es más que su patrón. Me persiguieron a Mí, también os perseguirán a vosotros. No hicieron caso de mi enseñanza, tampoco harán caso de la vuestra. Os harán todo esto por causa mía, porque no conocen al que me envió" (Juan 15,20).

Y serán estos sufrimientos la confirmación de nuestro liderazgo, los que probarán que somos verdaderos líderes comprometidos. Hombres y mujeres que se comprometen a pesar de las vicisitudes, que no se descorazonan ante la primera prueba que se presenta, que no abandonan su servicio ante las críticas y los malentendidos que les llegan, las opresiones y las persecuciones. Un líder comprometido tiene que estar preparado para aceptar estas cosas con mucha fe y con mucho amor a imitación de Jesucristo.

Recuerdo el comentario de una persona en la República Dominicana cuando el Padre Emiliano Tardif fue sanado de la tuberculosis pulmonar por el Señor y comenzó a trabajar en la Renovación dando testimonio de las maravillas del Señor. Esta persona comentó: "El padre Emiliano se sanó de la tuberculosis pero se enfermó de la cabeza. ¡Ahora está loco!".

Y qué hermoso, hermanos, es que una vez más se cumplió la promesa del Señor cuando nos decía que no nos preocupáramos cuando nos persiguieran y llevaran aun, ante los tribunales, porque Él enviaría Su Espíritu sobre nosotros, que daría las palabras para defendernos (Mt. 13,9-11).

Y como aquel día de Pentecostés, cuando los apóstoles empezaron a alabar y proclamar las maravillas del Señor en todas las lenguas, la primera reacción fue decir: "Míralos, ¡están borrachos!"; y ahí mismo se cumple la promesa del Señor y Pedro llenó del Espíritu proclama por primera vez a Jesucristo, con tal fuerza que tres mil hombres son atraídos hasta los pies del salvador del mundo (Hechos 2, 13 y ss.). También, en estos tiempos, el Espíritu nos socorre ante las críticas y las murmuraciones, y nos da palabras, nos da la fuerza para pararnos con la cabeza en alto y decir como el padre Emiliano: "No, no estoy loco de la cabeza sino loco de amor por Jesucristo, porque estaba casi muerto y El me ha resucitado". Y por este testimonio mucha gente es atraída a los pies del Pastor.

Recuerdo también el caso de aquel Obispo cuando lo criticaban y se burlaban de él diciendo: "Qué lástima, él, que era tan inteligente e iba siempre a la vanguardia, ahora ha retrocedido hasta el siglo XII", El Señor le dio la fuerza para decir a aquéllos: No, están ustedes equivocados. No he retrocedido hasta el siglo XII, he retrocedido hasta el siglo I, allí hasta el Cenáculo, hasta el nacimiento de la misma Iglesia. Me he reunido con mi Madre María y con mis hermanos, los apóstoles y he esperado la fuerza de lo alto para poder ser testigo hasta los confines de la tierra" (Hechos 1,8).

Jugarnos nuestro nombre. Sentir el desprecio y abandono de los demás. Morir a nosotros mismos para que los otros tengan vida (Juan 12,24). Este es el precio que hay que pagar: Morir con Cristo, para resucitar luego con Él.

Pero ¡qué alegría trae esta muerte cuando sabemos el premio de la Resurrección! Piensa uno verdaderamente qué es el dolor de la muerte comparado al gozo de mantener el tesoro de la vida en Jesucristo.

¡No perder la gloria que se nos tiene reservada, por nada ni por nadie! ¿Cómo no aceptar con alegría los sufrimientos cuando sabemos que vienen por seguirlo a Él? ¿Cómo no perderlo todo con tal de ganarlo a Él? Cuando estamos convencidos de que poseemos el tesoro de la vida que nadie nos puede arrebatar, abrazamos nuestro compromiso, cueste lo que cueste, pase lo que pase, enfrentando con alegría todas las dificultades que se nos presenten, escuchando en lo más profundo de nuestro corazón las palabras del Maestro: "Bienaventurados cuando os injurien por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos" (Mt. 5, 11-12).

Por último, debemos reflexionar sobre lo que espera la gente encontrar en un líder comprometido.



COMPROMISO: DAR A JESÚS.



Todo el que se acerca a nosotros, espera encontrar a Jesús.

Muchos tememos hablarle a la gente de Jesús y no caemos en la cuenta de que ellos quieren oír hablar precisamente de Jesús, a quien quieren encontrar es a Él. No nos necesitan a nosotros; a quien necesitamos es a Aquél que les puede dar la verdadera vida.

Nos encontramos con que mucha gente llega a la Renovación y luego se desanima y se va. Yo me pregunto si una de las razones por la que se han desanimado es porque, en nosotros los líderes, no han podido encontrar a Jesús.

Una de las mayores necesidades que tenemos como líderes es la de comprometernos con nuestra propia transformación.

Jesús es nuestro modelo, y Él estaba comprometido siempre con la voluntad del padre. El líder comprometido, es aquel que está consciente siempre de buscarla en su propia vida. La voluntad del Padre es que imitemos a Cristo, que él sea primogénito entre muchos hermanos.

El mejor servicio que podemos hacer al Padre es el de dejar que se manifieste Cristo en nosotros y esto es algo que tenemos que tomarlo con mucha seriedad. Es muy importante sacar tiempo para ello, pues, nosotros como líderes, nos llenamos de tantos compromisos que muchas veces no nos queda tiempo para sentarnos a los pies del Señor y para darle la oportunidad de que nos transforme. Y llega un momento en que ya lo que damos a los hermanos no es el Señor, sino que nos damos a nosotros mismos, damos nuestro mal humor, nuestro cansancio, nuestra poca fe, nuestra amargura.

Tenemos una gran necesidad de llenarnos siempre del Señor para poderlo dar a los demás.



(Nuevo Pentecostés, nº 40)