RENOVACIÓN CARISMÁTICA, HOY

REFLEXIONES SOBRE LA TEOLOGÍA DE LA INTEGRACIÓN Y LA RENOVACIÓNCARISMÁTICA

Ceferino SANTOS, S.J.

El arzobispo Paul Josef Cordes y la teología integradora del "y"

Cuando el Arzobispo P. J. Cordes se encargó, después de la dimisión del Cardenal Suenens, del cuidado de la Renovación como Presidente del Pontificio Consejo de Laicos, acostumbraba a dar sus orientaciones a la Renovación en sus Alocuciones en las Asambleas o Encuentros Internacionales de dirigentes carismáticos. Así, en el Encuentro con responsables de la Renovación en 1994 en Czestochowa Mons. Cordes habló a la Renovación de la "central importancia" de la teología integradora del "y". Nuevo Pentecostés publicó una traducción de estas reflexiones (P.-J. CORDES, Los supuestos de las Iglesias cristianas. NP, nos 34-35, Nov-Dic. 1994, págs. 36-39). Sus enseñanzas eran muy útiles para la Renovación Carismática en orden a comprender la evolución del Espíritu en ella y para el exacto discernimiento y aproximación de posturas controvertidas. Quisiera detenerme de un modo especial en alguna de sus ideas.

La Teología integradora del "y" copulativo tiene sus raíces en la misma Trinidad de Dios y en el misterio de la Encarnación del Hijo de Dios. "La Encarnación, misterio inefable de este tiempo, hace a Cristo Dios "y" Hombre verdadero. Él es el gran portador de ese "y" que une y distingue el cielo y la carne, Dios y el hombre, Dios y María, Dios y la creación... Un "y" que es nudo de amor, cordón umbilical, cuerda bendita de salvación a la que nos agarramos los redimidos" (CORDES, l.c., 36). Cuando nos falla la teología integradora del "y", caemos fácilmente en errores, discusiones fútiles y falsos discernimientos.

Espiritualidad trinitaria

La vida nueva del hombre espiritual supone que sobre la naturaleza humana, común a todos, se añade una sobrenaturaleza, que es "participación de la naturaleza divina" (2 P 1,4), de modo que "hemos sido reengendrados de un germen no corruptible, sino incorruptible, por medio de la Palabra de Dios viva y permanente" (1 P 1,23). Todo esto se inserta en una teología integradora del "y": la naturaleza humana se une y se integra con una participación de la naturaleza divina en la persona humana, reengendrada a una nueva vida de hijos adoptivos de Dios.

El modelo de esta nueva vida es Cristo. Dios nos predestinó para hacernos conformes a la imagen de su Hijo (Rm 8,29); por tanto, en nosotros como criaturas nuevas ha de darse esa doble naturaleza de lo humano y lo divino, de la naturaleza humana y la filiación divina adoptiva para que podamos parecernos a Cristo. Se da en nosotros una especie de 'encarnacionismo' por el que la vida divina gratuita viene a morar en nosotros. En los creyentes en Cristo debe darse ese doble aspecto: vida natural "y" vida espiritual que nos hagan hijos adoptivos de Dios. El mismo Espíritu Santo viene a nosotros para realizar la unión de una Persona Divina, el Espíritu Santo, en múltiples personas humanas. El mismo Espíritu Santo realiza en nosotros la semejanza con Cristo y hace de nosotros templos de la Santísima Trinidad. El Espíritu Santo "y" nosotros es otro de los dualismos que se unen en la acción integradora de Dios en su Iglesia.


Casos concretos para un discernimiento integrador

María "y" Cristo

En Chzestochowa Monseñor Paul Cordes comenzó resaltando la estrecha unión de Cristo y María y de María con el Espíritu Santo. María "y" Cristo. Desde la Encarnación del Verbo de Dios, María y Cristo van inseparablemente unidos sin confundirse. En el seno de María se realiza la unión maravillosa de Dios y hombre en Cristo y la íntima asociación de Cristo con María. María sigue asociada con el Hijo que nos redime en la Cruz, a cuya vera está María actuando como redimida y Corredentora. Y María sigue asociada a su Hijo glorificado y resucitado, participando también Ella de su resurrección y glorificación. Lo que Dios ha unido, el hombre y el teólogo no pueden ni debe separarlo. María tiene su puesto con Cristo en la Renovación.

El Espíritu Santo, aspecto femenino de la Trinidad que acoge en su seno materno al Padre y al Hijo hace de María una imagen suya, que refleja la feminidad del Espíritu. Cristo va a tomar carne humana de María y del Espíritu Santo. Ambos trabajan indisolublemente unidos. Algunos teólogos orientales dicen que los Católicos sustituimos al Espíritu Santo, por el que tenemos acceso al Padre, por María Santísima, que quita el puesto Mediador al Espíritu de Dios. Pero cuando decimos María en la Renovación estamos diciendo también Espíritu Santo, y al decir Espíritu Santo estamos también diciendo María en su labor intercesora y mediadora conjunta. La teología integradora de Dios nos enseña a decir a la vez: Cristo "y" María; María "y" Espíritu Santo. La teología de la exclusión terminaría fácilmente en equivocaciones y discernimientos inexactos sobre el papel de María en la Renovación carismática. Mons. Cordes quiso advertir sobre este error en el mismo Santuario Mariano de Chzestokowa.

Espíritu Santo "y" Jerarquía en el Montanismo.

Unos carismáticos del siglo II después de Cristo tuvieron un fallo doctrinal grave. Eliminaron el "y" unitivo de Jerarquía y Espíritu y se quedaron sólo con el Espíritu Santo para perder también a éste. El frigio Montano y las profetisas Priscila y Domitila daban las nuevas profecías como portavoces del Espíritu de Dios. Una de ellas era sobre la represión de la jerarquía eclesiástica en beneficio del profetismo carismático. Con su postura antieclesial pusieron en entredicho desde el siglo II también a otros movimientos carismáticos que fueron vistos con sospecha por la Jerarquía de la Iglesia. ¡Qué daño puede hacer la falta de un "y" teológico integrador: Jerarquía "y" Espíritu Santo!

Gracia divina "y" libertad humana.

Monseñor Cordes nos recordaba también en su charla que una de las grandes diferencias entre la teología católica y la teología protestante está en que ésta ignora el "y" integrador, mientras que la teología católica acepta fácilmente la existencia del "y". "Si lo característico de la teología católica es el "y", lo propio de la teología protestante es el "solo": sola la Escritura, sola la fe; sola la gracia. A la hora de entender la revelación -añade Monseñor Cordes-, existe entre católicos y protestantes una diferencia muy profunda" (l.c. pág. 38).

El problema esencial está en entender la relación de la criatura con Dios. ¿Qué entidad tiene la criatura ante Dios si la salvación del pecador sólo le viene de Cristo y de su gracia? Dios desea que la criatura exista y por eso la crea. Existe a través de Dios algo que no es Dios. Existe Dios "y" la criatura libre. Y Dios quiere que la criatura sea activa en sí misma. Dios llama al hombre a la actividad, no a la pasividad. "Esto significa que Dios es capaz de actuar con la actividad de su creación, de actuar a través del hombre. Y Dios así lo hace. Él no hace todas las cosas solo" (Ibíd., pág. 38). (La mano del niño que escribe una felicitación guiado por la mano de su madre, produce una sinergia en que la actuación principal es la de la madre, pero el niño ignorante ha prestado también su colaboración). De un modo semejante Dios utiliza al hombre en sus acciones salvíficas, hasta tal punto que tendríamos que usar una teología de la integración encarnacionista de Dios para decir: Se ha dado la actuación de Dios "y" la del hombre. Muchas discusiones encarnizadas desaparecerían con la teología integradora de gratuidad de Dios y libertad colaboradora de hombre. Dios "y" hombre actuando juntos a imitación del Cristo, Hombre y Dios, que actúa en unidad de persona divina, pero con los rasgos reconocibles de su humana naturaleza. "Aunque es el mismo Dios quien nos salva, la criatura participa en la obra de la salvación. Esto es también cierto a la hora de otorgar la gracia y los frutos de la redención" (Mons. CORDES, l.c., pág. 39).

Palabra y Sacramento.

Las lecturas de la Misa y de los sacramentos muchas veces son usadas como una enseñanza para la vida o una preparación catequética. En la práctica se actúa como si Cristo no estuviese ya presente en su Palabra. La polémica con los protestantes en la teología del sacramento viene de dos posiciones que se presentaban como irreconciliables. Los reformadores reducían la eficacia del sacramento a la función kerigmática ejercida por la Palabra del mismo. Los católicos reafirmaban el poder consagrador de la Palabra por la acción del sacramento. El equilibrio integrador y teológico se da en la síntesis de la palabra kerigma y de la palabra signo sacramental. En toda palabra sacramental que pronuncia la Iglesia en nombre del Señor se realiza algo para nuestra salvación. La materia, los gestos y las acciones del sacramento reciben su significación y validez de las Palabras kerigmáticas. Palabra de Dios "y" signo sacramental vitalizan al sacramento. Escoger sólo uno de los dos extremos empobrece la riqueza sacramental y favorece la división de católicos y reformadores. La teología del "y" hubiera evitado muchos problemas y discusiones teológicas innecesarias.

La separación de comunidad eclesial e individuo.

Martín Lutero, según nos recuerda Mons. Cordes, defendía un individualismo eclesial: "Todos estamos llamados a morir y nadie morirá por el otro. Cada uno debe estar armado y equipado para hacer la batalla contra el demonio y la muerte por sí mismo (Martín Lutero)" (l.c., pág. 39). Sin embargo, no podemos prescindir de la comunión de los santos del cielo y de la tierra y más en los momentos difíciles y decisivos de nuestra vida. Como enseñanza contraria cita Mons. Cordes a la Encíclica "Mystici Corporis" de Pío XII: "... es un misterio muy profundo y materia inagotable de meditación que la salvación de muchos dependa de las oraciones y penitencias voluntarias ofrecidas por los miembros del Cuerpo Místico de Cristo" (Ibid.).

Un himno de la Liturgia de las Horas, dentro de su sencillez, subraya la importancia de saber unir creyente "y" comunidad eclesial sin separarlos. "Allí donde va un cristiano - no hay soledad, sino amor, -pues lleva toda la Iglesia - dentro de su corazón. - Y dice siempre 'nosotros', - incluso si dice 'yo'." (Laudes del sábado de la 2ª Semana). ¿Por qué queremos desunir lo que Dios ha unido? Bendita comunión de los santos en la Iglesia con el individuo creyente.

El Bautismo en el Espíritu sin el "y" copulativo.

Las teorías exclusivistas tienen casi siempre el peligro del error o de la inexactitud. Recordemos alguna de las opiniones sobre el Bautismo carismático en el Espíritu. El P. Kilian McDonell ha defendido en varios libros y publicaciones que la floración de los carismas en el Bautismo en el Espíritu no es más que un reavivamiento de las gracias recibidas en el bautismo sacramento en un momento propicio de nuestra vida. Él nos recuerda que los cristianos adultos de la primitiva Iglesia empezaban a utilizar los carismas desde el mismo día de su bautismo. Los bautizados de niños ignoran los dones recibidos y de mayores no los ejercitan.

En cambio, el P. Francis A. Sullivan S.J. ve la efusión del Espíritu en la Renovación como una gracia pentecostal que cambia nuestras vidas por un camino teológico y extrasacramental, que nos lleva a una experiencia nueva del Espíritu. De hecho Cornelio y su familia reciben el Espíritu Santo antes de su bautismo sacramental. Otros reciben el Espíritu sin relación expresa a los sacramentos de la iniciación. Por tanto, los envíos del Espíritu Santo pueden ser extrasacramentales. (Cf. En los pentecostales y según Sto. Tomás). La discusión está servida en la Renovación Carismática. Y la solución es tan fácil como un "y" integrador. El Espíritu desciende sobre nosotros sacramental "y" también extrasacramentalmente. ¡Qué discernimiento tan fácil y sin exclusiones ideológicas!

Fundadores y no-fundadores.

Cuando nos falta la teología del "y" solemos ser imprecisos en muchas afirmaciones sobre la Renovación Carismática. En las congregaciones religiosas y movimientos seculares se suele hablar de fundadores. Si una corriente de espiritualidad no tiene fundadores se supone que le falta la estructura propia de un movimiento y pertenece a algo superior y más perfecto. A esta clase privilegiada pertenecería la Renovación carismática católica. Los Pentecostales, sin embargo, como corriente del Espíritu aceptaron el tener fundadores. El pastor Charles F. Parham el 1 de enero de 1901 imponía las manos a Agnes Ozman y el bautismo del Espíritu Santo con la oración de lenguas comenzó aquella noche en un bello movimiento pentecostal. Desde la teología de la integración de lo humano y lo divino podríamos decir que aquella corriente de renovación comenzó con el Espíritu Santo "y" con el pastor Parham como instrumento fundacional.

Algo parecido pasó en la Universidad de Duquesne cuando nació la Renovación Carismática Católica a comienzos de 1967. Los profesores de Duquesne: Ralph Keifer, William Storey y Patrick Bourgeois convocaron a unos 25 universitarios para un Retiro de fin de Semana donde pidiesen el Espíritu Santo. R. Keifer oró por Paul Grey y su novia Maryamne Springle inponiéndoles las manos para la efusión del Espíritu. (De alguna manera podríamos decir de ellos que fueron los fundadores secundarios de la Renovación con el Espíritu Santo, el protagonista principal. Más tarde sus nombres desaparecieron de las listas; pero de todas formas podrían haber dicho sin mentir: La Renovación Carismatica la fundamos el Espíritu Santo "y" nosotros). La teología del "y" copulativo nos hubiera ahorrado variadas imprecisiones y discusiones estériles. A fuerza de repetir que no hemos tenido fundadores nos lo hemos creído y, a la vez, nos hemos evitado otras explicaciones desagradables. Luego, a veces, en libros sobre la Renovación se señala como fundadora a Patti G. Mansfield, una de la universitarias que comenzaron y fomentaron la difusión carismática en la Iglesia católica. De modo y manera que no hemos tenido fundadores y los hemos tenido si no forzamos los datos históricos.

La Renovación no es una definición, sino una vida.

Si yo describo la Renovación como una corriente impetuosa del Espíritu en la Iglesia y una manifestación patente de lo que Él está diciendo a las Iglesias, es probable que defina bastante bien la Renovación en sus orígenes. Luego puedo ir sacando consecuencias de esta definición y decir que una corriente no tiene fundadores; que una corriente no puede ser nunca un movimiento, que ordinariamente está regulado por normas y estatutos, y que cualquiera de estos pasos sería desvirtuar la Renovación Carismática.
Sin embargo, a lo largo de los 38 primeros años de la Renovación el Espíritu Santo ha ido actuando de formas variadas en la Renovación con una novedad de vida y originalidad de matices que no ha deteriorado la vida del Espíritu. ICCRS se ha convertido en un grupo central en la Renovación con Estatutos de aprobación pontificia; innumerables comunidades de alianza y de vida tienen sus Estatutos y sus aprobaciones correspondientes, pontificias y locales, y son carismáticas. Grupos de oración en su dimensión nacional han recibido la aprobación de sus Estatutos por las Conferencias episcopales de la nación. La efusión de la gracia del Espíritu Santo nos puede llegar de múltiples modos: por canales estatutarios y fuera de ellos. Aquí vuelve a hacerse necesaria la teología integradora del "y". El Espíritu Santo nos llega con Estatutos y sin ellos, como a Él le place. La Renovación Carismática puede ser "corriente" y "movimiento". Si excluyo cualquiera de los términos integradores estoy cayendo en la teología protestante de los exclusivismos y estoy discerniendo mal. (A fuerza de repetir muchas veces una definición falsa o un discernimiento mal hecho, la gente se lo llega a creer). Y creer que un grupo o una tendencia tiene toda la verdad en la vida del Espíritu es un error que alegra al demonio que siembra la mentira y la desunión. Con la teología integradora y encarnacionista del "y" copulativo hubiéramos evitado muchas divisiones en la Renovación en el Espíritu. Un grupo puede cambiar en el decurso del tiempo por las nuevas gracias y misiones que el Espíritu Santo le asigna o que le pide la Iglesia Jerárquica.

Los Obispos canadienses en su última aprobación de la Renovación caían en la cuenta de la realidad histórica, eclesial y social de la Renovación e incluían en ella a toda "una agrupación de individuos, de grupos, de comunidades y de actividades bastantes diversificadas" (Carta Pastoral de la conferencia Episcopal de los Obispos Canadienses sobre la Renovación. En: NUEVO PENTECOSTÉS, 95 (2004) pág. 18). En consecuencia, hoy la Renovación Carismática en el mundo es corriente espiritual "y" a la vez movimiento de Comunidades y grupos con aprobaciones estatutarias y episcopales o pontificias y sin ellas. Nadie tiene derecho en exclusiva para atribuirse la genuinidad de la Renovación auténtica. El certificado de autenticidad lo da la Iglesia jerárquica "y" el Espíritu Santo: "Nos ha parecido al Espíritu Santo "y" a nosotros" (Hch 15,28). Aquí tampoco valen los discernimientos individuales y excluyentes de los otros cuando han hablado autoritativamente el Espíritu Santo y sus pastores. Nunca unos Estatutos nos quitarán la libertad del Espíritu, ni tampoco los carismas, ni el discernimiento y los dones del Espíritu Santo. Más bien, nos los aumentarán con nuevas bendiciones.

Las dificultades continúan.

Sin una teología integradora del "y" que unifique en Cristo y en el Espíritu lo que parece diverso, no es fácil encontrar caminos de concordia ante opiniones diversas. Solo cuando se admita que hoy en la Iglesia la Renovación es espiritualidad y movimiento, corriente de espiritualidad con caminos estatutarios y con sendas de libertad, sin oposiciones ni rupturas, llegaría una paz nueva sin exclusiones.
No obstante, las dificultades siguen en pie. Mi admirado P. Alírio Pedrini escribía en septiembre de 2004 en la Revista Pneuma de Lisboa: "Considerar la Renovación Pentecostal como un Movimiento, tratarla como tal, sería descaracterizarla; sería quebrarle su espina dorsal; sería negar y traicionar su naturaleza, su esencia, su vocación y su misión. Alguien podría preguntar: ¿Pero qué cambia si la Renovación es considerada como un movimiento eclesial? Pues cambia todo, todo. Deja de ser renovación carismática. Cambia su naturaleza y su esencia. Deja de ser fermento para convertirse en masa. Deja de ser sal para volverse carne que necesita del sabor de la sal. Pregunto: ¿Cuál es la diferencia entre masa y fermento? ¿Cuál es la diferencia entre sal y carne? El movimiento eclesial es masa, es carne. La espiritualidad es fermento para la masa, sal para el alimento". (Pneuma, nº 161 -2004, pág. 11). Con esta argumentación quedan fuera de la Renovación comunidades, asociaciones, grupos nacionales e internacionales que la Jerarquía ha aprobado como Renovación Carismática con estatutos. Y ¿quién soy yo para rechazar lo que la Iglesia aprueba? Una espiritualidad que crece y no se concentra en individuos, asociaciones y estructuras es una espiritualidad falta de encarnacionismo, de cristología y de eclesialidad. Sigo sin ver por qué cuando se unen en la teología de la integración unificadora el fermento y la masa, la carne y la sal, la corriente del Espíritu y la masa con sus estructuras y Estatutos, el invento de Dios se estropea, cuando en realidad se mejora. Hoy son muchísimos los grupos, las fraternidades y comunidades que han sido aprobados por la Iglesia como Renovación Carismática y marchan muy bien. ¿Con qué autoridad dogmatizamos y rechazamos lo que la Iglesia Jerárquica ha aprobado y bendecido? Que la teología del "y", "y" nos unifique.

(Nuevo Pentecostés, n. 97)