PADRE

José María BAZ s.J.

Nuestra fe tiene como fundamento la confesión de que Dios es PADRE, Hijo y Espíritu santo. En este Dios hemos sido bautizados; a este Dios dirigimos nuestra oración; de este Dios esperamos la gracia y el perdón, y este Dios constituye el fin último de nuestra existencia. Toda la vida del hombre arranca del amor y del querer de Dios como PADRE, origen de todo lo creado, fin último de todo lo que existe y camino, fuerza, luz y razón última de la vida del hombre. Él es PADRE; Él es AMOR.

En todas las religiones el concepto de Dios expresa la existencia de un Ser superior, al que todo se refiere como a un único principio supremo, pero sólo la religión cristiana nos presenta a Dios como PADRE, es decir, como aquel que no sólo es el origen de todas las cosas, sino que mantiene con ellas una relación particular de amor y providencia. Dios es quien nos gobierna y cuida.

DIOS, PADRE DE TODOS LOS HOMBRES

1. - En el A. T. "padre" significa "señor y soberano, control absoluto de autoridad" y en este sentido podemos ver reflejada la idea primitiva del hombre que acepta un Ser superior a quien debe adoración y sometimiento. La revelación hecha a Adán y a los pueblos primitivos fue desvirtuándose hasta crear la multitud de dioses que querían responder a las necesidades, los anhelos, los interrogantes que la naturaleza les presentaba. Así, el concepto primitivo de Dios "padre", creador, controlador y juez del hombre fue corrompiéndose hasta llegar al politeísmo.

Ya el A. T. deja entrever un vínculo particular entre Dios y sus criaturas: el Señor introduce a Adán en un mundo que se convierte en posesión suya, plena y exclusiva, con un derecho de herencia y filiación. La paternidad de Dios empieza a desplegarse para el hombre de un modo maravilloso en la concesión de una compañera y en el sometimiento de todo lo creado para que el hombre fuera su soberano.

Sin embargo, el primer pecado rompe la relación entre PADRE e hijo y mientras el mal y la desesperación invaden el mundo, la esperanza prometida por la voz del PADRE abre un ilimitado horizonte de confianza.

Israel, al acercarse el tiempo de Jesús, tiene conciencia de que Dios es PADRE de su pueblo y de cada uno de sus fieles. Así lo ven Abraham, Isaac, Jacob, Moisés, los Patriarcas (Gen. 12, 1-3; 18,16-18; 26, 2-5; Dt. 32,6. 1819) . Sin embargo, son pocos los textos del A. T. que llama a Dios "padre". Sólo en los libros más recientes se llama ya “padre de una persona”.

ISAÍAS nos recuerda ya:

a) El amor de padre y hasta la ternura de la madre: "Sión decía: Me ha abandonado Dios, el Señor me ha olvidado. ¿Acaso olvida una mujer a su hijo, y no se apiada del fruto de sus entrañas? Pues aunque ella se olvide, yo no me olvidaré. Fíjate en mis manos: te llevo tatuada en mis palmas..." (49,14-16).

b) Su bondad: "Con todo, Señor, Tú eres nuestro padre, nosotros somos la arcilla, Tú el alfarero, somos todos obra de tus manos" (64,7).

c) Su misericordia: ... “tu esposo es tu creador, su nombre es el Señor todopoderoso, tu libertador es el Santo de Israel. El Señor te vuelve a llamar... Por un breve instante te abandoné, pero ahora te acojo con inmenso cariño. En un arrebato de ira te oculté mi rostro por un momento, pero mi amor por ti es eterno..." (54,4-10).

JEREMÍAS nos muestra acentos nupciales:

" Con amor eterno te amo, por eso te mantengo mi favor, te edificaré de nuevo y serás reedificada, doncella de Israel... de nuevo plantarás viñas en los montes de Samaria..." (31,2-5).

OSEAS muestra la ternura del esposo que perdona:

"Cuando Israel era niño, Yo lo amé y de Egipto llamé a mi hijo... Yo enseñé a andar a Efraín y lo llevé en mis brazos... con cuerdas de ternura, con lazos de amor los atraía; fui para ellos como quien alza a un niño hasta sus mejillas y se inclina hasta él para darle de comer... ¿Cómo te trataré, Efraín? ¿Acaso puedo abandonarte, Israel? El corazón me da un vuelco, todas mis entrañas se estremecen. No dejaré correr el ardor de mi ira, no volveré a destruir a Efraín porque Yo soy Dios y no hombre" (11, 1-6; 8-9).

EZEQUIEL manifiesta el amor matrimonial (16, 1-58).

SALMO 145: explosión de la misericordia a pesar de los extravíos de su pueblo.

Pero es en 2Sam 7,14 y en Sal. 89,27-29 donde por vez primera se llama a Dios PADRE de una persona:

"Seré para él su "padre" y él será para Mí un "hijo". "El me dirá Tú eres mi PADRE, mi Dios, la roca que me salva"

2. - Con Jesús la paternidad de Dios se amplía y se extiende a todos los hombres.

. Para Jesús los hijos de Dios son los pequeños: "yo te alabo, Señor del cielo y de la tierra porque ocultaste estas cosas a los sabios y discretos y las revelaste a los pequeños" (Mt. 11,25), a cada uno de los cuales los ve como hijos del PADRE: “Así tu limosna quedará en secreto, y tu PADRE, que ve en lo secreto te premiará". "No seáis como ellos, pues ya sabe vuestro Padre lo que necesitáis" (Mt. 6,4-8).

. Y no sólo son hijos los judíos arrepentidos, sino que comprenderá también a los paganos: "Y se reunirán en su presencia todas las gentes (Mt. 18, 31ss) que suplantarán a los hijos del Reino" (Mt. 8,12).

. A este nuevo Israel -a la Iglesia, a todos los hombres - el Padre prodiga todos los bienes necesarios: Mirad cómo las aves del cielo no siembran... ¿No valéis vosotros más que ellas? Los gentiles se afanan por todo esto, pero bien sabe vuestro Padre celestial que de todo eso tenéis necesidad" (Mt. 6, 26-32).

. Más aún: El Padre de todos los hombres les dará el Espíritu Santo: "Si vosotros siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos. ¿Cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?".

. Dios es el único que merece el título de Padre: No llaméis Padre a nadie sobre la tierra porque uno solo es vuestro Padre que está en el cielo" (Mt. 23,9).

. Los hombres han de vivir como hijos que oran al Padre: "Ni yo me he creído digno de ir a Ti -dice el centurión pagano- pero di una sola palabra y mi siervo será sano" (Lc. 7, 7 -11) .

. Hemos de tener confianza en el Padre: "Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso" (Lc. 6, 25-34).

. Hemos de imitar su amor universal, su perfección: "Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto" (Mt. 5,48).

. La paternidad divina es universal: "Hace salir el sol sobre buenos y malos y llover sobre justos y pecadores" (Mt. 5,45).

Por tanto, Dios es Padre de todos los hombres y de cada uno de nosotros. Nuestra fraternidad no proviene de la carne o de la sangre sino que es una realidad divina.

DIOS PADRE DE JESÚS

Jesús se dirige constantemente a Dios como a su Padre. Sólo en Mateo aparece 12 veces y en todo el N. T. 177 veces. Es la primera y la última palabra de Jesús que nos refiere Lucas: " ¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que Yo debía estar en la casa de mi Padre? (2, 49). "Padre, en tus manos pongo mi Espíritu" (23, 46). Entre estos dos momentos la vida de Jesús es cumplir la voluntad del Padre.

. Dios es su Padre en un sentido único, el Hijo muy amado en quien halla todas sus complacencias" (Mt. 3,17) , el Hijo por naturaleza. Por eso distingue entre "mi Padre y vuestro Padre" )Jn. 20,17).

. Jesús penetra todos los secretos del Padre y es el Único que puede revelarlos: "Todo me ha sido entregado por mi Padre y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquél a quien el Hijo quisiera revelárselo" (Mt. 11,25-27).

. En la oración Jesús manifiesta una familiaridad de la que no hay ejemplo antes de Él, al llamarlo "Abbá" "Padre" (papá, papito): "Esta intimidad con su Padre se manifiesta insistentemente en Jesús":

"Yo no puedo hacer por Mí mismo nada; según lo oigo, juzgo y mi juicio es justo porque no busco mi voluntad sino la suya" Un. 5,30).

"Mi Padre sigue obrando todavía y por eso obro Yo también... En verdad os digo que no puede el Hijo hacer nada por sí mismo sino lo que ve hacer al Padre... y el Padre le muestra todo lo que hace" (5, 17-20).

"Como el Padre resucita a los muertos así también el Hijo a los que quiere les da la vida. Aunque el Padre no juzga a nadie sino que ha entregado al Hijo todo el poder de juzgar. El que no honra al Hijo no honra al Padre que le envió" (5, 20-23).

"Yo no he hablado de Mí mismo; el Padre mismo que me ha enviado es quien me mandó lo que he de decir y hablar" (12,49).

Para Jesús la voluntad del Padre es su alimento (Mt. 7,21; 12,50). Hasta tal punto llega su identificación con el Padre que Felipe tiene que oír: "Quien me ve a Mí ve a mi Padre". Sus enseñanzas, sus milagros tienen sólo un punto de referencia: el PADRE. El Padre lo es todo para Jesús. El Padre lo envía, el Padre le encarga la redención del hombre, el Padre le glorifica, el Padre lo constituye juez de vivos y muertos. Todo ha sido creado por el Padre y por el Hijo y Jesús presentará, al fin de los tiempos, toda la creación al Padre para hacer los cielos y la tierra nuevos.
MI PADRE

Es el gran descubrimiento del Evangelio, la gran noticia que nos ha traído Jesús: Dios es mi Padre, Dios me ama, Dios me ha entregado a su Hijo, Dios me ha salvado en Jesús, Dios me ha elegido desde toda la eternidad.

Los hombre tenemos el poder de llegar a ser hijos adoptivos de Dios porque Jesús ya lo es por naturaleza: "Mas a cuantos le recibieron dioles poder de llegar a ser hijos de Dios, a aquellos que creen en su nombre" (Jn. 1, 12).

Jesús se identifica con los suyos diciéndose su hermano: "El que por Mí recibiere a un niño como este, a Mí me recibe" (Mt. 18,5).

La plena luz sobre nuestra filiación nos llega con San Pablo:

"En efecto, todos los que sois ungidos por el Espíritu de Dios sois hijos de Dios. Pues no recibisteis un espíritu de esclavos, sino un espíritu de hijos adoptivos que nos hace exclamar: "Abbá", "Padre".

El Espíritu mismo se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios. Y si hijos, también herederos de Dios y coherederos con Cristo" (Rm. 81,18).

Todavía llega más el amor del Padre. Según Pablo: "Pues a los que de antemano conoció, también los predestinó a reproducir la imagen de su Hijo, y a los que predestinó a esos también los justificó; a los que justificó a esos también los glorificó" (Rm. 8, 29-30).

De ahí que Pablo prorrumpa en un canto de amor a Dios: " ¿A esto qué decimos? Si Dios está con nosotros ¿quién contra nosotros? El que no perdonó a su propio Hijo, antes lo entregó por todos nosotros ¿cómo no nos dará con Él, graciosamente, todas las cosas?" (Rm. 8,31-38).

Ser hijos no es algo abstracto, sino una realidad concreta: nuestra vida está en las manos del Padre, que actúa junto a nosotros: "No temáis, pequeño rebaño, porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el Reino" (Lc. 12,22).

La vida está llena de dificultades, pero Jesús nos conforta: "No andéis agobiados por la vida, pensando qué vais a comer; ni por el cuerpo, pensando con qué os vais a vestir..." (Lc. 12,22-23). Desde Pascua, la Iglesia, al recitar el Padrenuestro expresa la conciencia de ser amada por el Amor mismo en que Dios envuelve a su Hijo: "Ved qué amor nos ha mostrado el Padre, que seamos llamados hijos de Dios ¡Y que lo seamos! ( 1 Jn 3,1).

"Él les dijo: Cuando oréis, decid: Padre nuestro... santificado sea tu nombre, venga tu Reino, danos cada día el pan cotidiano, perdona nuestras deudas porque también nosotros perdonamos... Y no nos pongas en tentación". (Lc. 11,2).

El Padre toma la iniciativa de amarnos como hijos: "En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino que Él nos amó primero" (1 Jn. 4,10).

Por eso Pedro nos aconseja: "Confiad todas vuestras preocupaciones, pues Él cuida de vosotros" (1 P. 5,7; Mt. 7,11; 10,29-31).

El Padre procura al Hijo el espacio para llegar a ser él mismo, nos da conciencia de nuestra individualidad, nos ha llamado a cada uno por nuestro nombre: "La gloria de mi Padre está en que deis mucho fruto y así seréis mis discípulos" (Jn. 15,8).

Cuando llamamos Padre a nuestro Dios pensamos ante todo en su bondad, en su solicitud, pero hay también confianza, seguridad y arraigo: "Permaneced arraigados y cimentados en el amor" (Ef. 3,17).

Según el mensaje bíblico el Padre perdona. El más hermoso intento de Jesús para describir a su Padre y nuestro es la parábola del "Hijo pródigo". El amor del Padre a su hijo es tan desinteresado y tan puro que no hay huella alguna de orgullo herido o de egoísmo amargo (Lc. 15-24).

Si así ha querido el Padre manifestársenos ¿cómo debe ser nuestra respuesta a esta paternidad? Una sola palabra: CONFIANZA. Este año que cierra la meditación sobre las Tres Personas de la Trinidad debe dejarnos el corazón abierto a la acción del Espíritu Santo que, a través del Hijo, quiere introducirnos en el nuevo milenio, el segundo Adviento del que habla Juan Pablo II.

Dejemos que surja de nuestro corazón ese “ABBA", padre, que surge del Corazón de Jesús.

(Nuevo Pentecostés, n. 61)