LOS GRANDES CARISMAS PAULINOS (2)

(Segunda parte)

7 - LA PROFECIA

Por Hna. CATHERINE de la Comunidad de las Bienaventuranzas.

Muchos grupos de oración ya no practican el carisma de profecía. Después de un inicio de la R.C. en Francia hace 25 años y de un momento de apogeo, en los grupos ha ido decayendo la alabanza, la evangelización y los carismas.

Es necesario profundizar en esta dimensión carismática. Explicaremos primero el concepto de carisma.

CARISMA

Tiene tres características fundamentales: Es don

a) gratuito.

No se recibe por la santidad personal. La gracia es para nuestra santificación; el carisma no es para nuestra santificación.

b) sensible.

Se ha creado para ser visto, oído...Se le reprocha que sea demasiado visible, sin embargo está hecho para ser percibido.

c) transitorio.

Se da, pero no permanentemente. Si es permanente es un "misterio". Ej. El carisma de profecía se nos da en algún momento de la asamblea de oración, pero no durante toda la asamblea.

Todos tenemos carismas. Es importante descubrirlos y a continuación permitir que crezcan.

Son dados para el bien de la comunidad y para cumplir una misión. Si el Señor da una misión, da los carismas necesarios para cumplir esa misión. Pedir un carisma que no necesito es perder el tiempo.

La misión está en función de la visión y ésta se recibe a través de un sacerdote o responsable.

El Espíritu Santo actúa de formas diferentes:

- a través de los sacramentos.

- a través de las virtudes.

- a través de los dones que son para nuestra santificación.

- a través de los carismas que son para evangelizar a los demás. Estos, ejercitados en docilidad, llevan a la santidad. Ej. Llevo 20 años practicando un carisma y no soy más santo...mal.

El Espíritu Santo está en nosotros y nos hace regalos pero necesitaba nuestra colaboración. Esta colaboración es en primer lugar una "apertura".

Es necesario practicar la presencia de Dios en nosotros. Estar atentos a esta presencia. Dejarnos guiar por esa presencia. Para practicar los carismas es necesario entrar en una docilidad al Espíritu Santo. Hay personas que no vivían en Dios y recibieron carismas muy fuertes y siempre transitorios, pero para continuar haciéndolos crecer es necesario no descuidar la presencia del Espíritu Santo en sus vidas; si no, el carisma desaparece, se convierte en algo momentáneo y pasajero.

ACTITUDES FUNDAMENTALES PARA RECIBIR

y DESARROLLAR LA PROFECIA

A) ALABANZA y ADORACIÓN

B) ESCUCHA A DIOS y ESCUCHA MUTUA

I. Alabanza.-

Es el corazón de nuestra relación con Dios. La alabanza nos pone en la presencia de Dios. La obra suprema del hombre no es otra cosa que alabar a Dios. La alabanza es el comienzo y fin de nuestra relación con Dios (S. Agustín). La alabanza es la oración gratuita. Distinguiremos ahora algunos aspectos entre alabanza y acción de gracias.

La alabanza.- Puedo alabarle en todo tiempo y en toda circunstancia. Siempre puedo alabar. Es olvidarse de uno mismo y mirar a Dios.

La acción de gracias.- Me vuelvo hacia Dios y le agradezco lo que hace por mí. Él me da y yo le doy gracias. No es gratuita. No puedo dar gracias siempre.

La alabanza se apoya en la adoración. Para alabar necesito conocerle y le conozco en una relación profunda de corazón a corazón.

ADORACIÓN.- Nuestro corazón se vuelve a Dios. Nos volvemos a Dios para adorarlo, amarlo y ponerlo en el primer lugar de nuestras vidas.

Es una actitud del corazón. Nos hace volver a la fuente de la vida. Deseo volverme a Dios. No podemos llamarnos cristianos si no hay en nuestro corazón un deseo de venir a Dios. Así podemos convertirnos en hijos e hijas de Dios. Descubro que Dios está en el centro de mi existencia. Descubro que Dios es amor.

Adorar es un acto de amor.

Sólo puedo adorar si tengo una actitud de apertura. Me abro a Aquél que me ofrece su presencia. Le permito reunirse conmigo en la intimidad de mi ser y le permito hacer lo que Él quiere. Él va a combatir todas mis resistencias. Aumenta mi confianza y podré darme a Él. La acogida permite el don.

Adorar es escuchar a Dios que está dentro de mí y discernir su voz, su voluntad, su sabiduría sobre mí, sobre nosotros y sobre el mundo.

Aprender a dejarme guiar por Él.

En la adoración me aproximo a Dios y dejo que El se acerque a mí, en esta actitud acojo al que ha hecho su morada dentro de mí.

El conocimiento me acerca a Dios y a vivir en alabanza.

"La verdadera alabanza nace en nuestro corazón y no es falsa. El mismo Espíritu Santo alaba en nosotros.

La alabanza es el fruto de la presencia del E.S. en nosotros" (G. Blanquiere).

La alabanza es al principio más externa. Necesita de aplausos y cantos, pero poco a poco se convierte en alabanza del corazón. No es algo externo. Todo mi ser es poseído por el Espíritu Santo y alaba a su Señor.

La alabanza necesita al principio nuestra colaboración pero luego el relevo es tomado por el E. Santo. Al Señor le gusta que colabore aunque no tenga ganas de alabar.

EFECTOS DE LA ALABANZA

La alabanza tiene múltiples consecuencias en nuestra vida.

1° "'Desatasca la tubería que somos nosotros" (E. Tardif).

Estamos llenos de sufrimientos, preocupaciones, egoísmos... y el soplo de Dios trabaja sobre todo eso.

La alabanza nos descentra de nosotros mismos y nuestros problemas. Cuando alabo me doy la espalda a mí mismo y me vuelvo a Dios.

2° Cada vez me hago más dócil a las inspiraciones de la presencia de Dios.

3° La alabanza me instala en la confianza. Esta confianza es indispensable para practicar los carismas:

- Saber que Dios está ahí, se ocupa de mí, guía mi vida y mis pasos. Saber que Dios me necesita.

- Confianza también en uno mismo: No es creerme yo algo; es saber que puedo ser un instrumento de Dios, que Él puede servirse de mí.

2° Escucha.-

Condiciones indispensables para cualquier carisma son:

. La escucha interior.

. La escucha mutua.

a) La escucha interior

No es una concentración intelectual. No es la mente quien escucha sino el corazón. Es una actitud espiritual que capta la presencia de Dios en mí y percibe su voz.

Percibir esta presencia del Espíritu Santo en mí y descubrir interiormente hacia dónde me está conduciendo. Este descubrimiento va acompañado de una disposición para dejar actuar al Señor.

Cada uno tiene su propia manera de escuchar a Dios. No hay fórmulas. A cada uno le toca descubrir esa forma personal. Se necesita un aprendizaje para percibir cada vez mejor cómo nos solicita el Espíritu Santo. Esto implica una vida espiritual auténtica. La escucha es muy exigente. Es igual a obedecer. Nos encantaría convertirnos en grandes profetas sin convertimos en la vida, pero esto es imposible.

La escucha exige un mínimo silencio interior.

b) La escucha mutua

Es escuchar lo que sucede a nuestro alrededor. Durante la oración hay alabanza, don de lenguas...

Esto requiere una escucha mutua para permanecer en la unidad. El Espíritu Santo nos empuja a la unidad.

Uno nunca hace su tarea solo. No se practica un carisma solo, sino en el seno de un cuerpo. La unidad es fundamental para el desarrollo de los carismas. El canto en lenguas es falso, si cada uno canta por su cuenta.

Se realiza al mismo tiempo la escucha interior y la escucha mutua.

La escucha supone también una actitud de renuncia. No es renunciar por renunciar. Renuncio a mis actitudes: egoístas, narcisistas, a mis contrariedades, a mis riquezas, a mis proyectos, a mis ideas...

Y lo más duro es renunciar a mis riquezas espirituales.

Tengo el testimonio de una hermana de un instituto secular de inspiración carmelita que decía: "El Espíritu Santo siempre me ha contrariado". Es verdad, nos contraría constantemente. Hay que aceptar la renuncia a sí mismo que nos libra de no apoderarnos del don. El Señor de los carismas, los regala a quien quiere.

DON DE LENGUAS y PROFECÍA

El don de lenguas y la profecía son carismas para todo el pueblo de Dios. El don de lenguas es para proclamar la alabanza a la gloria de Dios. La profecía tiene como fin percibir la voluntad de Dios.

Estos dos carismas favorecen la eclosión de otros carismas y son dos carismas indisociables.

El canto en lenguas introduce la profecía. Es peligroso ejercer la profecía sin que esté precedida del canto en lenguas.

1 Cor, 14 y Rom 12,13,14.

El canto en lenguas

Es el único don que fortalece a cada uno. Fortalece nuestra relación con Dios. Es diferente de los otros. Se dirige a Dios y no tiene como primera finalidad edificar a los otros.

. El canto en lenguas es para dirigir la alabanza al Señor.

. El hablar en lenguas es para edificar a la asamblea y sólo sirve si es interpretado.

"Hay júbilo cuando el corazón deja escapar lo que la boca no puede decir".

El canto en lenguas es diferente siempre y siempre armonioso. Estamos habituados a "lo mismo", pero esto es nuestro y no del Espíritu Santo.

Somos invitados a dejarnos renovar en nuestra manera de cantar. El canto en lenguas armonioso es un testimonio y el canto en lenguas de voces y almas individuales es un anti-testimonio.

El canto en lenguas es introducido lentamente por 2 o 3 hermanos que empiezan, otros hermanos van a ir incorporándose a este canto, son instantes para que el canto vaya creciendo. Después el canto va creciendo y se desarrolla más plenamente y por último va decreciendo. La calidad del canto en lenguas tiene que ver con la armonía y la unidad.

Efecto del canto en lenguas

1° Impacta, convierte a la gente. Es portador de la presencia de Dios.

2° Ayuda a entrar en la escucha interior y a practicar la profecía. Nos descentra de nosotros mismos y nos centra en el Señor (2Re, 3, 15-Eliseo; faltaba el espíritu de profecía)

3°. Es portador de profecía y tiene fuerza evangelizadora.

LA PROFECIA CARISMA

Textos bíblicos: Hch. 19,6. Núm., 11,29

"¡Ojalá que todo el pueblo fuera profeta!"

Es un carisma para todo el pueblo de Dios. Todos somos reyes, profetas y sacerdotes.

La profecía:

. habla a los hombres.

. edifica a la asamblea.

. exhorta en la fe.

. reconforta en los sufrimientos.

. construye el cuerpo de la Iglesia.

Nuestro mundo, lleno de sufrimientos y tristezas, necesita descubrir quién es Dios. Dios se manifiesta de muchas formas y una de ellas es la profecía. Ella permite que la Palabra de Dios sea concretada en una Asamblea. Toca los corazones de los hombres y mujeres. Nuestro mundo necesita profecías. Dios los necesita para acoger a esa humanidad herida.

La profecía es un acto de conocimiento de Dios. Dios se revela. En la profecía podemos transmitir lo que Dios dice de sí mismo, lo que Él está haciendo. Podemos recibir también lo que puede estar ocurriendo lejos. Percibir lo que otros no ven. La profecía, tal como estamos mencionando, no es predecir el futuro.

La profecía es una revelación divina. Aquí el conocimiento humano no sirve de nada. Es necesario para crecer en el don de profecía una gran calidad de escucha interior y escucha mutua.

El contenido de la profecía es comunicado por Dios. Cada profeta tiene libertad en el modo de expresarlo.

Este estilo propio depende de las características personales del individuo: psicología, cultura, educación...

Cada uno elige cómo expresarlo. Si uno se conoce a sí mismo puede lograr que el mensaje sea comunicado lo más exactamente posible. La profecía no es un truco espiritual; es un lenguaje espiritual que hay que encontrar. Cada uno tenemos el nuestro.

FORMAS DE PROFECIA

1. Interpretación del hablar en lenguas.

2. Exhortación. Advertencia. Invitación. Animo.

3. Palabra de conocimiento. Necesita de mucha precisión en su contenido, para ayudar a que la persona se reconozca y colabore a la obra de Dios. Si me siento interpelado por Dios podré reaccionar.

4. Una oración espontánea puede ser profética en el sentido de tener un impacto profético.

La profecía puede llegar de maneras diferentes:

1. En forma de imagen o explicación.

2. En forma de pensamiento en la cabeza.

3. De moción interior.

4. Como un impulso que toca mi sensibilidad.

Cada uno tiene su forma de recibir la profecía y es importante ir conociéndonos personalmente ir conociendo a aquellos hermanos que ejercemos juntos los carismas haciendo equipos.

ERRORES QUE HAY QUE EVITAR

Una profecía no determina nunca la vida de una persona. La vida está basada en el discernimiento espiritual. La profecía puede animar, estimular, exhortar..., pero no se pueden basar determinaciones importantes de la vida sólo en una profecía.

EL contenido de una verdadera profecía no es nunca duro, acusador, inmoral, antimisericordioso o condenatorio.

Al recibir algo que llega como profecía es necesario aplicar la inteligencia. La profecía no es una ciencia exacta. Podemos equivocarnos. Exige prudencia y una vida muy en el Señor para no quedar a merced de sentimientos humanos, fruto de nuestra psicología. Lanzarnos corriendo es un riesgo y podemos equivocarnos.

Si siempre nos equivocamos, algo falla. Es posible que no tengamos el don de profecía, pero también una persona con un carisma de profecía reconocido puede equivocarse. Forma parte de las reglas del juego.

Un carisma profético tiene que evolucionar, crecer, desarrollarse y para esto es preciso perder el miedo a equivocarse, aceptando siempre que alguien que esté por encima puede decirnos que nos hemos equivocado.

NOCIÓN DE DISCERNIMIENTO

Hay dos niveles de discernimiento:

1º Personal

2° Eclesial

1º PERSONAL

Requiere analizar qué sucede dentro de mí. Qué hace el Espíritu Santo conmigo, con lo que yo soy. Cómo actúa el E.S. a través de mí. Esto aumenta en mí, progresivamente, la humillación y la purificación. Voy descubriendo progresivamente que mis profecías son más de Dios y menos mías. Al analizarme, tengo que ir viendo y contestando a estas preguntas: ¿qué provoca en mí el sentir algo de Dios? (miedo, duda, orgullo...)

El autoanálisis debe responder también a estas preguntas:

¿Me someto a mis hermanos?

¿Hay en mí dureza de corazón o un corazón cerrado a aspectos del carisma?

¿ Vivo con miedo o angustia por exceso de timidez? etc,etc.

2° ECLESIAL

El discernimiento eclesial tiene tres niveles:

a) Frutos duraderos.

A veces hay frutos pero estos no son duraderos, son sólo inmediatos. Ej. "La bendición de Toronto".

b ) La unidad.

El profeta debe ser siempre elemento de unidad. Obediente a sus responsables y huyendo de toda división, discordia, rivalidad, y todo aquello que no construye la unidad y el cuerpo de Cristo.

c) Coherencia

La persona que desarrolla un carisma de profecía debe vivir de acuerdo con los mandamientos de la Iglesia y estar integrada en la vida de la Iglesia. No puede ir por libre.

d) Obediencia a la unción.

¿ CÓMO PRACTICAR EL CARISMA DE PROFECIA?

El ejercicio del carisma de profecía requiere una gran obediencia. Esta palabra va a ser el hilo conductor a la hora de saber cómo proceder en el ejercicio del carisma: I Cor. 14,26ss. Es necesario orden y obediencia, elementos opuestos a la anarquía y la improvisación que a veces vivimos en la R.C.

Esta obediencia se concreta en tres aspectos:

a) obediencia a la unción.

b) obediencia a la unidad.

c) obediencia a lo que se está viviendo.

Estos tres aspectos de la obediencia son simultáneos.

A) UNCIÓN

Cada uno de nosotros tiene una unción. Esta unción está en función de la misión específica que hemos recibido. Cada uno tenemos por tanto una unción única y personal. Recibir esta unción es participar de la unción de Cristo: unción de salvación, unción irremplazable.

Otra persona puede ejecutar mi trabajo, pero sólo a mí me es dada la unción. Es decir, nadie lo podrá realizar con mi unción. La unción se mueve en la línea del ser y no en la del hacer.

Existe también la unción de la asamblea. En el momento en que estamos reunidos hay una unción que reposa en el grupo. Hay que respetar esta llamada de Dios. Él quiere visitarnos a su manera, hablarnos y manifestarse de forma concreta. Hay que estar atentos para descubrir la manera como Dios se revela.

Tenemos que descubrir esa "unción" y colaborar con ella, permitiéndola realizarse en medio de nosotros.

El ejercicio profético debe someterse a esa unción de la asamblea.

Lo que desea el E.S. es que nos sometamos a esa unción. La profecía debe decirse en el momento oportuno para que respete la obediencia a la unción y a lo que el grupo está viviendo en ese momento.

E) UNIDAD

La unidad en la asamblea se realiza a través de la obediencia al animador de la oración o guía.

El papel de esta persona - animador de la oración- es muy importante. El Señor pasa a través de todo el mundo, pero Él concede el privilegio a una persona concreta que es el animador y le da esa gracia. El animador es el prisma a través del cual pasa la gracia a toda la asamblea.

Esta función es tan importante y está muchas veces tan descuidada que nos detendremos en ella.

Podemos dividirla en tres aspectos:

1. Vigilar la unidad.

2. Acoger a todos.

3. Discernir la unción.

A Dios le gusta tener intermediarios. La animación es un carisma. Requiere saber guiar y saber discernir.

No todos valen para ser animadores de la oración. Conviene que el guía o animador sea uno. Recuerdo una vez en Francia, en una gran Asamblea de oración; había dos líderes que dirigían la oración, pero cada uno tenía una unción diferente y las dos eran muy fuertes. Ese día, por no elegir entre una de las dos unciones, no se administró bien la gracia de Dios, a pesar de que para la mayoría de la Asamblea todo había ido muy bien y la oración había estado muy fuerte. Nunca hay que tener miedo a que un eje nos una y nos guíe en una única unción.

Dios necesita de estos guías de la oración y prefiere en ellos, sobre todo, un corazón obediente. Lo mismo ocurre con los que ejercen el carisma de profecía. Dios prefiere el de corazón obediente que al desobediente con una profecía muy fuerte.

La unidad requiere que dejemos de lado muchos protagonismos y rivalidades. A veces vemos 2 ó 3 personas que dirigen la oración y se reparten el tiempo. Esto favorece la dispersión y no la unidad.

C/ LO QUE SE ESTA VIVIENDO (ser oportunos)

La persona que ejerce el carisma de profecía debe ir desarrollando la escucha mutua para discernir cuál es el momento oportuno para la profecía. Durante la oración hay un tiempo para cada cosa. Y esto siempre teniendo en cuenta todo lo expuesto anteriormente en estos tres apartados.



8 - DON DE LENGUAS

Mons. Alfonso URIBE JARAMILLO

"A otro, diversidad de lenguas".

Nos hallamos ahora frente al Carisma de lenguas que para muchos es como el "coco", y para quienes viven la realidad de la Renovación adquiere cada día más importancia.

El don de lenguas ha creado problemas desde el día de Pentecostés. Su uso hizo creer a algunos que se trataba de borrachos. En Corinto se presentaron abusos en su empleo y fue necesaria la Carta de San Pablo para regularlo, mas no para prohibirlo.

Con frecuencia oímos esta afirmación: "me gusta la Renovación, pero no acepto ese don que llaman lenguas. No falta un pastor que advierte: "muy bien que formen grupos de oración, pero cuidado con las lenguas". No pocos creen que este don constituye la esencia de la Renovación y ponen en él todo el énfasis.

Estas y otras exageraciones se deben a la ignorancia o a los conceptos incompletas que abundan al respecto. Hay que respetar el criterio o concepto que cada cual desee adoptar respecto a este don, pero que se opine después de saber de qué se trata y no a golpes de imaginación.

Empecemos por unas sencillas ideas:


Si este es un don del Espíritu Santo, y lo es no puede ser rechazado ni combatido por el sólo hecho de que no guste a tal o cual persona. No nos toca decirle al Espíritu Santo qué Carismas puede dar y cuáles no.




El mejor punto de partida para estudiar este don y su importancia es reflexionar sobre las afirmaciones que hace San Pablo cuando se refiere a él.



a)- "El que habla en lenguas habla de Dios, no a los hombres". (1 Cor 14,2).

b )- "El que habla en lenguas se edifica a sí mismo". (v.4).

c)- "yo veo muy bien que todos vosotros habléis en lenguas". (v.5).

d)- "Doy gracias a Dios de que hablo en lenguas más que todos vosotros". (v.18).

e)- "No estorbéis hablar en lenguas, pero hágase todo con decoro y orden". (v.39).

3. No hay que creer que se trata del carisma clave, pero tampoco se debe menospreciar.

Sólo quien lo reciba y reciba sus beneficios podrá valorarlo y agradecerlo al Señor.

4. Es curioso que a muchos preocupe más el uso creciente de este Carisma, que la profusión de expresiones irreligiosas y obscenas que pululan por todas partes. Es más lógico comprobar que dentro de las estupendas relaciones y modos de disfrutar de la experiencia de Dios está el don de oración en lenguas, mediante el cual el Espíritu Santo ora en nosotros con gemidos inefables. La primera experiencia de este don es muy intensa e inolvidable. Ahora cuando tantos se olvidan de Dios y cuando el ateísmo ha avanzado como nunca, el Espíritu Santo está difundiendo este don, mediante el cual el Señor es intensamente alabado por sus hijos.

Y para el hombre moderno tan soberbio y tan engreído por sus avances científicos sería muy provechoso reflexionar lo que acaba de escribir un Jesuita francés, el Padre Domingo Bertrand sobre este don: "El más humilde de los Carismas."

Es aquí donde aparece la buena nueva que puede ser hoy hablar en lenguas. Ha sido suficientemente establecido por los especialistas que este hablar no es en realidad más que un balbuceo infantil, un modo de devolvernos a la prehistoria del lenguaje adulto, sí, al lado del bebé, del animal. Oí decir que una de las personalidades más importantes del Pentecostés Católico de los Estados Unidos explicaba así el don de la glosolalia: "este carisma es importante porque es el ínfimo, colocado siempre por San Pablo al final de la escala de los dones espirituales". Caería uno en una ilusión si buscase allí una realización heroica del yo. Todo el heroísmo consiste en dejarse conducir a un acto en el cual, públicamente, en un sentido solemne, reconozco que soy un ser incompleto. Es renovar la experiencia de Jeremías al comienzo de su misión profética: ¡Señor! Sabes que no sé hablar; soy un niño. (1,6).

O la experiencia del tartamudeo de Moisés. (Ex. 4,10). Es dar una fuerza real a las palabras de Cristo: "Si no os hicierais como niños, no entraréis en el Reino de los Cielos". (Mt. 18,3). No son unos tontos los que oran en lenguas. Son niños que se dirigen al Padre con el candor y el lenguaje de los niños, y esto no es una tontería para Dios.



9 - DON DE INTERPRETACION DE LENGUAS.



Intimamente unido con el don de "diversidad de lenguas" está el de interpretación. Los dos se complementan y se requieren.

El don de lenguas que tiene como fin principal la oración, puede a veces manifestarse en la comunicación de un mensaje para la Comunidad o para uno o varios de sus miembros.

Puede ser una profecía o una exhortación en lenguas. En este caso se requiere que la misma persona u otra, y esto es lo más común, reciba el don de interpretar y así sea benéfico.

Con razón escribe San Pablo a los Corintios: "Si algunos han de hablar en lenguas, sean dos, o a lo más tres, y uno interprete. Si no hubiera intérprete, cállese y hable para sí mismo y para Dios". (1 Cor 14,2 y 28).

El don de interpretación no es para hacer una traducción literal del mensaje en lenguas, sino para comunicar su contenido, sea en una forma sintética o en una detallada. La persona que interpreta no se pone a decir que el mensaje es tal o cual, sino que habla en primera persona porque está interpretando lo que el Señor ha dicho en lenguas. Jesús quiere que se dé su mensaje y en su nombre.

El capítulo V del Libro de Daniel nos muestra la presencia de un don maravilloso de interpretación en este hombre de Dios y la manera franca y desinteresada como lo ejerció en el festín de Baltasar.

Es conveniente advertir que quien recibe el don de interpretar un mensaje en lenguas no conoce la que interpreta.

No es traductor. Quien no haya asistido a una reunión en donde aparezcan estos dones no podrá apreciarlos como es debido. Lo mismo sucede con el ejercicio de otros carismas. Sólo cuando se tiene experiencia de la manera como el Espíritu Santo obra en muchas ocasiones se podrá empezar a reconocerlo y apreciarlo.

Con razón escribió el Padre Bertrand: "el Espíritu Santo es desconcertante y tan desconcertante que quien no se haya desconcertado frente a su acción es porque no lo conoce".





Algunos carismas más habituales

Ceferino SANTOS, S.J.

"Los carismas son dones gratuitos que la asamblea cristiana reconoce como recibidos del Espíritu a través de uno a otro de sus miembros, con el propósito de edificar la comunidad fraterna, célula del Cuerpo de Cristo. Como su raíz griega indica (Jairo: alegrarse y Jaris: gracia), los carismas alegran a los que ejercen y a los que los acogen. Cada asamblea recibe sus propios carismas, pero muchos se encuentran habitualmente en la mayoría de los grupos carismáticos.

Recordemos algunos de estos carismas más comunes." (B.-V-Aufauvre: Qui fera taire le vent? París, Desclée, 1988, p.8).

Algunos hablan de carismas ordinarios (ningún carisma del Espíritu es ordinario); tal vez sean menos llamativos que otros, pero hasta los carismas más sencillos son don precioso de Dios para su Iglesia.

Otros los llaman carismas naturales, porque en ellos Dios utiliza la base de nuestra manera de ser y nuestras aptitudes para su manifestación y para el provecho de otros, sin una intervención llamativa del Espíritu. El Concilio Vaticano II los llamaba, en oposición a los carismas extraordinarios, los carismas "más sencillos y comunes" (Lg 12).

CARISMA DE ACOGIDA

No se trata sólo de un comportamiento social acogedor ni de disposiciones naturales que hacen decir de una persona: es muy acogedora. No se trata de una técnica psicológica.

Este carisma manifiesta al acogido por medio del Espíritu que es Cristo quien le acoge a través del otro. El que tiene este carisma hace percibir por la acción del Espíritu, con un gesto, una palabra o un comentario breve, la acogida misericordiosa de Cristo al que se presenta, aunque sea como el leproso del evangelio o un publicano. El que tiene este carisma de acogida hace perceptible la actitud misericordiosa y penetrante de Cristo con relación a los más pequeños y humillados. Es un carisma necesario en los pastores y en numerosos miembros de la asamblea, que hace sentirse bien a los que llegan a una reunión y a gusto para ejercitar con libertad los carismas que se reciban.

CARISMA DE ALABANZA

Uno puede alabar a Dios en su grandeza, en su santidad, en su esplendor y en sus obras magníficas en el secreto de su corazón. Cuando esta alabanza interior del corazón se manifiesta externamente ante la asamblea por moción del Espíritu Santo, puede convertirse en un carisma para el provecho y el crecimiento espiritual de muchos.

Todos estamos llamados a alabar al Señor, por más que las nubes de la tribulación nos lo oculten. Cuando lo hacemos públicamente en una asamblea con todo nuestro ser: con la inteligencia que utiliza las expresiones de la Escritura santa, con la voluntad que proclama las grandezas del Señor, con la boca que proclama sus maravillas, y con los brazos que se alzan en alto para anunciar la gloria de nuestro Dios, es que el Espíritu Santo está alabando en nosotros carismáticamente. Sin este carisma de alabanza, la gente no se lanza a proclamar espontáneamente las grandezas de Dios en público.

Y, cuando los atribulados alaban a Dios con fuerza, se convierten en un testimonio edificante para los que los oyen.

CARISMA DEL CANTO

No basta ser un músico competente y dominar la técnica interpretativa de una partitura o de un instrumento musical para tener el carisma del canto.

El buen cantor o músico puede conseguir que le admiremos por su ejecución. El que ejerce el carisma del canto permite al Espíritu que lo utilice para que la asamblea sienta la manifestación de la presencia del Señor en lo más profundo del corazón, mucho más allá de la sensibilidad estética.

"El amigo del esposo, escucha la voz del Esposo y se alegra al oírla" (Jn 3,29).

No importa que el canto sea interpretado o de libre improvisación, más o menos perfecto musicalmente. Lo que importa es que el Espíritu Santo lo utiliza para manifestar la actuación de Dios con claridad de frutos espirituales. ¡Cuántas veces hemos visto a un cantante utilizar el carisma del canto orando por los otros, intercediendo ante Dios, cantando las alegrías de la salvación y de los dones de Dios!

CARISMA DE ENSEÑANZA

Es una manifestación del Espíritu por la que uno trasmite las doctrinas de Jesús y nos recuerda lo que Él nos dijo (Jn 14,16) con una luz en lo alto, que ilumina nuestros espíritus, nutre nuestras almas y toca nuestros corazones con una fuerza, que no proviene del estudio teológico ni de la claridad lógica ni de la perfección del lenguaje del que habla.

Se trata de enseñanzas que provienen más de la inspiración del Espíritu Santo que de nuestro talento. "El que reciba el carisma de la enseñanza, ejercítelo enseñando" (Rom 12,7).

Una señora que no ha estudiado nunca teología, puede hablar de la mujer adúltera del evangelio de forma que toque los corazones de los oyentes de modo que vean con claridad que Dios les llama a una nueva conversión. " ¿Cómo puede hablar con esa sabiduría, si no ha estudiado" (Jn 7,16). Un teólogo puede hablar de la parábola del sembrador con ideas que jamás había encontrado en los comentarios exegéticos, pero que tocan la realidad espiritual más profunda de los que le escuchan: " ¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?" (Lc 24,32).

El carisma de la enseñanza fomenta la unidad de fe y amor en las comunidades cristianas. No proviene de la ciencia ni del estudio teológico; viene más de una inspiración del Espíritu, que ilumina la mente del que habla y toca los corazones de los que escuchan.

El Espíritu Santo nos puede hablar de modos inesperados con el carisma de enseñanza.

CARISMA DE CONSUELO

No se trata de un alivio puramente humano y psicológico que un buen comunicador transmite a una persona afligida, sino de una suave y manifiesta actuación del Espíritu de Dios en alguien que sufre por mediación de un hermano/a, que transmite por una palabra, un gesto, una sonrisa, una oración, o una frase de la Escritura una mejoría carismática al triste, que llora en su corazón y en su vida.

A veces, basta pronunciar una frase de la Biblia: "Ten valor y firme corazón. Espera en el Señor" (SI 27,14), y cesa el raudal de lágrimas y de gemidos del atribulado. Otras veces, una breve oración por el que sufre le proporciona un alivio inesperado.

El Señor es nuestro consuelo profundo y radical y sabe calmar al corazón afligido de múltiples maneras.

Este carisma aparece con frecuencia en la intercesión por los atribulados.

CARISMA DE COMPASIÓN

Por este carisma, la compasión de Cristo se transmite al desesperado y sin ánimos, de modo eficaz y carismático por palabras, por lágrimas de compasión, por gestos de sintonía con el que sufre, que inspira el Espíritu Santo y no la carne ni la sangre. Por el carisma de compasión, Cristo hace nuestro corazón semejante al suyo para que transmita su ternura y su misericordia, con las que llama a la conversión, construye y edifica a la comunidad cristiana.

CARISMA DE EXHORTACION

El que recibe el carisma de la exhortación, lo ejerce exhortando (Rom 12,8). En las asambleas o retiros Dios pone, a veces, en boca de un participante un don especial de exhortación inspirada para estimular a uno, a varios o muchos de los asistentes que comienzan a cansarse en el camino. Es verdad, que a veces la profecía adopta la forma de "estímulo" (paráklesis), como recuerda San Pablo: "El que profetiza habla a los hombres para su edificación, su estímulo y su consolación" (1 Cor 14,3). Puede decir ocasionalmente un profeta una palabra de exhortación, sin que esto excluya que alguien pueda tener un don especial para exhortar sin ejercer el don de profecía ni en su forma ni en su tono.

CARISMA DE MISERICORDIA

En mi opinión este carisma, es hermano gemelo del carisma de compasión. Tal vez, la pequeña diferencia resida en que, según San Pablo, ha de ejercitarse con gozo: "El que ejerce el carisma de la misericordia, hágalo con jovialidad" (Rom 12,8d). En cambio, el carisma de la compasión puede practicarse "llorando con los que lloran".

Pero la misericordia, que se viviese con tristeza, adustez y mal ceño, sin jovialidad y sin ternura alegre, dejaría de ser carisma de misericordia y no manifestaría bien la actuación bondadosa del Espíritu de Dios.

LOS CARISMAS SENCILLOS: ASISTENCIA, COMUNICACIÓN DE BIENES, ETC.

Podría alargarse la lista de los carismas sencillos y poco llamativos que construyen en la caridad, en la oración y en la unidad. También podría reducirse su número. Albert Vanhoye escribía que "el que consuela, el que reparte y el que ejerce la misericordia (Rom 12,8) están en relación con el carisma de asistencia (antilempseis)" en la primera carta a los Corintios;.

Bajo el nombre de carisma de ayuda podrían incluirse los carismas de consuelo, compasión y misericordia. También podríamos diferenciarlos: "Luego el don de asistencia y de gobierno" (1 Cor 12,28c) , escribe San Pablo.

No se trata nunca de carismas pequeños; merecen ser tratados aparte, pues tienen una importancia grande para la construcción de la Iglesia.

El don de asistencia en una Madre Teresa de Calcuta ha tenido un impacto evangelizador de alcance mundial. El carisma de ayuda se extiende a toda clase de socorro a los necesitados: comida, bebida, vivienda, educación, sanidad, trabajo, vida espiritual, etc.

Dentro de este campo, San Pablo concreta el carisma de la comunicación de bienes: "El que da (metadidous), con sencillez" (Rom 12,8). El Espíritu Santo mueve a compartir con los demás todo tipo de bienes recibidos de Dios: materiales, intelectuales, espirituales.

Se trata de vivir aquellas palabras de Cristo: "Mayor felicidad tiene el que da que el que recibe" (Hch 20,35). Cristo nos dio todo: su tiempo, su amor, su poder y su vida.

No olvidemos que estos carismas que llamamos sencillos y pequeños tienen fuerza para cambiar el mundo.

("Nuevo Pentecostés", Nº 57)