ACCION DEL E. SANTO EN LA CONFIRMACION

REDESCUBRIR LA ACCION DEL ESPIRITU SANTO

EN LA CONFIRMACION

P. Ceferino SANTOS, S.J.

Recibe por esta señal el don del Espíritu Santo

La crismación es un momento culminante del Sacramento de la confirmación. El Obispo o su delegado impone su mano derecha sobre el hombro del confirmando; moja su dedo pulgar en el santo crisma y hace con el mismo la señal de la cruz sobre la frente del que recibe el sacramento, mientras dice: "Recibe por esta señal el Don del Espíritu Santo".

La Confirmación comunica la plenitud del don del Espíritu Santo, con una fuerza singular y de una forma especial; la confirmación actualiza la fuerza original de Pentecostés que fue capaz de renovar la faz de la tierra. Es, pues, un sacramento fundamental en la vida del cristiano, aunque muchos se olvidan de recibirlo. Se contentan con el Bautismo, que nos hace nacer a la vida de Dios y posponen el crecimiento de la Confirmación. Se quedan enanos y disminuidos en el Espíritu y dejan incompleta su iniciación Cristiana.

Sin la Confirmación, el creyente que en el Bautismo ha comenzado a vivir la muerte y resurrección de Cristo, se queda sin la plenitud eclesial del Espíritu de Dios en Pentecostés y sin el fortalecimiento de su vida cristiana en madurez.

"Que la confirmación sea más valorada en la catequesis y en la vida de la Iglesia"

Esta es la petición que el Papa propone a la Iglesia para el mes de febrero de este año en curso: Redescubrir el Sacramento de la Confirmación como el Sacramento especializado en el don del Espíritu Santo, por medio de catequesis y en la vida cristiana.

Pedimos con el Papa que esta petición se realice; que se multipliquen las Catequesis sobre el Sacramento de la Confirmación y que revivamos sus frutos en la vida de cada uno y de toda la Iglesia. La Confirmación, consciente y madura, es la culminación del bautismo, generalmente administrado a los niños recién nacidos. Por eso, en las Iglesias de Oriente se conserva la unidad temporal de los dos sacramentos, de modo que la confirmación es conferida a continuación del bautismo por un mismo ministro, generalmente un sacerdote.

La vida de hijo de Dios y la presencia activa del Espíritu Santo en el bautizado pertenecen a la iniciación cristiana completa. De aquí, que los cristianos orientales no quieran separar nunca estos dos sacramentos. El católico que no recibe la Confirmación se queda con su iniciación cristiana incompleta. ¿Se debe a esta carencia la flojedad en la fe de tantos católicos?

Confirmación recibida. . . y olvidada

Sucede también que muchos católicos reciben el sacramento de la Confirmación, pero como es irrepetible, pronto lo olvidan sin que influya en sus actuaciones cristianas. El Bautismo también es sacramento irrepetible, pero procuramos renovar nuestras promesas bautismales todos los años en la Vigilia Pascual; pedimos a Dios el reavivamiento de las gracias y carismas del bautismo en momentos especiales como en las efusiones del Espíritu o cuando renovamos nuestra consagración bautismal a la Trinidad Santa en retiros o ejercicios espirituales.

¿Por qué no se puede hacer algo parecido en actos u oraciones que revivan nuestra Confirmación, sacramento irrepetible? El que un sacramento sea irrepetible no significa que sus gracias no sean renovables y que no haya de influir el sacramento con sus dones en toda nuestra existencia cristiana posterior. ¿Cómo hacer para que el sacramento de la Confirmación siga influyendo en nuestras vidas y para que la acción sacramental del Espíritu Santo se continúe en nosotros?

Confirmación revitalizada

Hay innumerables modos de revitalizar en nosotros la Confirmación recibida. Si la confirmación actualiza Pentecostés y la efusión del Espíritu Santo en el cristiano, cada vez que pidamos un nuevo Pentecostés sobre nuestras vidas estamos renovando las gracias propias de la Confirmación. Todas las oraciones pidiendo a Dios su Espíritu, sirven para reavivar la llama de la Confirmación y del primer Pentecostés.

Juan Pablo II ha escrito una bella oración al Espíritu Santo para este segundo año preparatorio del Jubileo del 2000.

Espíritu Santo, dulce huésped del alma, muéstranos el sentido profundo del gran Jubileo y prepara nuestro espíritu para celebrarlo con la fe, en la esperanza que no defrauda y en la caridad que no espera recompensa.

Espíritu de verdad, que conoces las profundidades de Dios, memoria y profecía de la Iglesia, dirige la humanidad para que reconozca en Jesús de Nazaret al Señor de la gloria, al salvador del mundo, a la culminación de la historia. Ven, Espíritu de amor y de paz...

Las secuencias y los himnos de la Iglesia al Espíritu Santo, piden la renovación de nuestra confirmación sacramental:

Ven Tú, Creador Espíritu, y nuestras mentes visita. Los corazones que hiciste llena de gracia divina. - Tú eres llamado el Paráclito, don del Altísimo Dios, fuente viva, amor y fuego y de las almas unción. . . Alumbra en nuestros sentidos; Derrama amor en las almas, sanando nuestras flaquezas con tu fuerza continuada. . .

La consagración al Espíritu Santo

Por medio del sacramento de la Confirmación, "Dios nos marcó con su sello y nos dio en arras el Espíritu en nuestros corazones" (2 Cor 1,22). Este sacramento imprime un carácter indeleble en el alma, y nos marca como posesión y dominio de Dios y de su Espíritu. Cada vez que renovamos nuestra consagración al Espíritu Santo, tratamos de revivir las gracias de la Confirmación y este bello sacramento. La consagración individual al Espíritu Santo, debería extenderse a parroquias, diócesis y naciones, consagradas al Espíritu Santo. (Los Obispos mexicanos consagraron su país al Espíritu Santo...). La Iglesia universal ha sido consagrada al Corazón de María por Juan Pablo II.

¡Con cuánta mayor razón debería ser consagrada toda la Iglesia de Cristo al Espíritu Santo de Unidad, para que en él todos seamos pronto una única Iglesia! Pero mientras nuestras Conferencias episcopales no hagan esta petición al Papa como órganos oficialmente autorizados, contentémonos al menos con nuestras consagraciones individuales al Espíritu Santo. ¡Hay ya tantas escritas! Recordemos algunas:

Espíritu Santísimo de Dios: Yo... en presencia de mis hermanos y hermanas en el Señor, deseando comprometerme como testigo de Cristo y del amor del Padre, pero conociendo mis debilidades y temores, Me entrego a Ti, con toda confianza, para que T ú me llenes de tu fuerza y de tu poder, para que pueda tener el valor de anunciar el Evangelio en palabras y hechos, siempre y en todas partes. Amén.

Otra fórmula de Consagración al Espíritu de Dios, bastante difundida es la siguiente:

Recibid ¡oh Espíritu Santo!, la consagración perfecta y absoluta de todo mi ser, que os hago en este día para que os dignéis en adelante ser, en cada uno de los instantes de mi vida y en cada una de mis acciones, mi Director, mi Luz, mi Guía, mi Fuerza y todo el amor de mi Corazón.

Yo me abandono sin reservas a vuestras divinas operaciones y quiero ser siempre dócil a vuestras santas inspiraciones.

¡Oh Santo Espíritu! Dignaos formarme con María y en María, según el modelo de vuestro amado Jesús. Gloria al Padre Creador. Gloria al Hijo Redentor. Gloria a Ti, Espíritu Santo santificador. Amén. (Un Padrenuestro por el Papa).

Importancia de la unción con el crisma consagrado

La unción con óleo bendecido o crismación significa en el sacramento una especie de consagración a Dios. Tertuliano decía: "Se unge la carne para consagrar el alma; se signa la carne para fortalecer el alma; se imponen las manos sobre la carne para que el alma sea iluminada por el Espíritu" (De Resurrectione, 8).

"La unción es un signo exterior de que una persona ha sido elegida por Dios para ser instrumento suyo en medio de su pueblo. La tradición cristiana habla de la triple unción de Jesús como sacerdote, profeta y rey. Jesús es Cristo, o sea, el Ungido por el Espíritu (Hch 10,38; Lc 4,18). El cristiano es un nuevo Cristo porque participa de su misma unción (2 Cor 1,21; 1 Jn 2,20)". (Catequesis para el año 1998: El Espíritu Santo, presencia santificadora en la Comunidad de los discípulos de Cristo. Arzobispado de Valencia, 1997, p. 130-1). En efecto, en la Confirmación fue Dios quien nos ungió y nos entregó su Espíritu.

¿No sería provechoso renovar espiritualmente esta crismación sacramental para renovar nuestro Pentecostés, para fortalecer nuestro espíritu y sanar nuestra alma y nuestro cuerpo y ser así en Iglesia testigos renovados de Cristo en el mundo?

Quiera Dios en este año 1998 revitalizar la estima y los frutos del Sacramento de la Confirmación en todos los creyentes y en toda la Iglesia.

ORACION PARA RENOVAR LOS EFECTOS

DE LA CRISMACION SACRAMENTAL.

Padre Santo: Tú ungiste a tu Hijo Jesús con Espíritu Santo y con poder (Hch 10.38) Tú nos ungiste a nosotros en el sacramento de la Confirmación y nos diste las arras del Espíritu. Te damos gracias. Renueva de nuevo en nosotros los efectos de aquella primera crismación sacramental

Unge nuestras mentes con tu Espíritu de luz, de discernimiento y de sabiduría para conocer y realizar tus planes y tu santa voluntad. Que tu Santo Espíritu dirija nuestras mentes e inteligencias. Que tu Espíritu nos lleve a la verdad completa. Ungimos con tu Espíritu de entendimiento y de ciencia nuestras mentes para que comprendamos tu Santa Palabra, la vivamos y la propaguemos con tu fuego.

Unge de nuevo, Señor, nuestros corazones: sus heridas con el consuelo de tu Espíritu; sus turbaciones con la paz del Espíritu, sus rencores con tu perdón y tu misericordia, nuestras divisiones con el amor de tu Espíritu, que todo lo une y lo abraza; nuestro amor con tu Amor que todo lo santifica.

Unge, Señor, nuestras voluntades y sus decisiones libres, para que elijamos lo que a Ti te agrada y lo que es tu voluntad. Unge nuestra voluntad para que sepamos perdonarnos a nosotros mismos nuestros errores y pecados y demos nuestro perdón y tu perdón a los que nos molestaron u ofendieron. Unge con tu Espíritu nuestras voluntades libres y haznos fuertes para hacer el bien y la verdad. Cubre con tu unción nuestras decisiones de renunciar al pecado y de trabajar incansablemente por tu Reino.

Unge con el crisma de tu Espíritu nuestros recuerdos y nuestras memorias. Sana con tu unción los recuerdos dolorosos que las medicinas humanas no curan. Unge los recuerdos de violencias, de injusticias, de desamor, de fracasos y de desencantos. Unge nuestra imaginación con la imagen salvadora de Jesús y con la ternura maternal de María, para que nuestra memoria se llene de recuerdos y de imágenes positivas y de acción de gracias por tantos beneficios recibidos de tu mano.

Unge, Señor, nuestra afectividad herida y todas sus traumas y angustias con el óleo sanador de tu Santo Espíritu. Unge nuestras tristezas y temores con el gozo de tu Espíritu. Pon en nuestras tensiones, impaciencias y nerviosismos el descanso de tu Espíritu.. Pon en nuestras desesperanzas, en nuestras frustraciones y en los desprecios recibidos la unción del amor sanador de tu Espíritu. Pon el óleo de tu Espíritu en nuestras cruces y sufrimientos para que lo sanes y los santifiques.

Unge con Espíritu Santo nuestros subconscientes y las ocultas motivaciones y raíces de depresiones, angustias, tristezas, rechazos y faltas de perdón, para que nos ordenes interiormente y nos renueves.

Unge con el crisma de tu Espíritu no sólo nuestra frente, como en el día de la Confirmación, sino también todo nuestro cuerpo y sus sentidos interiores y exteriores para que nazca un hombre nuevo. Unge nuestros ojos con la luz de tu Espíritu Santo, para que no nos escandalicen y empecemos a ver todas las cosas con unos ojos nuevos hasta que seamos esos limpios de corazón que en todo ven a Dios. Unge nuestros oídos con tu Espíritu para que no nos engañen ni nos desvíen las voces del mundo, del demonio y de la carne y escuchemos las inspiraciones de tu Espíritu y distingamos tu voz.

Unge nuestras lenguas y nuestras palabras con tu Espíritu, para que no hablen en nosotros el orgullo ni la mentira, y empecemos a hablar palabras de amor, de verdad y de unidad. Unge nuestros labios para que oremos en lenguas nuevas agradables a tus oídos de Padre. Unge con tu crisma nuestras lenguas para que gustemos las cosas tuyas y hablemos palabras de Dios y no nuestras.

Unge, Señor, nuestras manos y nuestro tacto con tu Espíritu para que santifiquemos por la imposición de las manos a los tristes y a los enfermos, a los afligidos y a los pecadores. Santifica nuestro tacto con tu unción en medio de un mundo que magnifica la impureza y el erotismo. Unge nuestras manos con la unción de Cristo para que repartamos bendiciones y no maldiciones, sanaciones y paz. Unge nuestro olfato, espiritual y material, para que distingamos el buen olor de Cristo de los falsos perfumes de las flores del mal en un mundo contaminado.

Unge con el perfume carisimo de tu Espíritu toda nuestra persona y todo nuestro ser, como María ungió a Cristo, desde la cabeza (Mc. 14,3) hasta los pies (Juan 12,3) con una libra de nardo. Con la abundancia inacabable de tu Espíritu unge todo nuestro ser: cuerpo, alma y espíritu, acciones y operaciones, apostolado y oración, gozos y sufrimientos.

Unge todos nuestros ministerios, servicios y trabajos por tu Reino. Unge a nuestras parroquias y a nuestras diócesis, a nuestras familias y grupos de Vida cristiana y consagrada. Unge a todas tus Iglesias Cristianas para que sean una sola Iglesia en un solo Espíritu. Unge a nuestro mundo pecador con tu Santo Espíritu y haz un mundo nuevo. Ven, Espíritu Santo, úngenos, confírmanos, sánanos.

A Ti, Espíritu de amor, que nos unges con tu divinidad, junto con el Padre omnipotente y con el Hijo unigénito, acción de gracias, alabanza, honor y gloria por los siglos de los siglos. Amén.

("Nuevo Pentecostés", Nº 54)