Juicio de los obispos belgas sobre la R.C.

SABER DAR LA RESPUESTA A UNA LLAMADA

La Renovación en el Espíritu, más allá de los defectos y limitaciones con que un grupo concreto, y hasta todo un país, la puede encarnar, es por su misma naturaleza un compromiso cristiano integral, que se ha de entender según el alcance de las exigencias que el Evangelio presenta al verdadero discípulo de Jesús: dar la vida por Jesús y por el Evangelio (Mc 8, 35).

Dar la vida no es más que ponerla a su servicio e irla empleando y gastando así, día tras día y año tras año, de forma cada vez más estable y madura, y renovar constantemente este empeño, como si fuera el primer día.

La Renovación no es un camino de rosas, ni tampoco un festival, aunque en ciertos momentos produzca tan grandes efusiones de gozo y alabanza. Para algunas personas quizá no llegue a ser más que una racha de euforia que pasa, o un puro remedio a sus problemas, o una novedad hasta el día en que deja de ser novedad. Es posible incluso instalarse en la Renovación, o seguir vegetando en el grupo, o no tomar más que aquellos elementos que mejor se avienen a las propias necesidades y conveniencias, como su estilo exterior de espontaneidad y fiesta, sus cantos, etc., y hasta instrumentalizarla porque se empieza a poner de moda.

Como todos los grandes dones y gracias del Señor, es algo que los humanos podemos malograr y perder, por no aceptar todas sus exigencias. Este es uno de los grandes peligros que amenazan a cualquier grupo de la Renovación.

Por ser la efusión del Espíritu una entrada en todo un conjunto de exigencias del Señor, pide una opción muy concreta, y por tanto unos cambios profundos en la vida de cada uno. Cambio interior, pues nace un hombre nuevo, por una conversión y curación, a una vida del Espíritu mucho más intensa, lo cual también conlleva cambios externos en las costumbres particulares, familiares y sociales, en la forma de vivir en actitud de acogida y entrega a los demás, en el despego de las cosas y bienes de este mundo, en sobriedad y moderación, en cierto grado de pobreza y afán de compartir, en contra del lujo y la ambición que nos rodea.

Esta es la expresión y la lógica de esa forma de ascesis que ha creado ya la Renovación, y que es la del hombre que se sabe hijo de Dios, porque lo ha experimentado, amado del Padre e hijo en el Hijo, que nos comunica la vida filial por el Espíritu que nos impulsa a vivir en consonancia con la exigencia de este Amor. Esto requiere vivir unas relaciones con El que desarrollen el precioso carisma de la oración, o de la alabanza y acción de gracias en todo y por todo, porque es "lo que Dios, en Cristo Jesús, quiere" de nosotros (1 Ts 5, 18).

La Renovación exige mucha entrega, y, en consecuencia, purificación constante, así como también cruz y sufrimiento, y que nos fortalezcamos "en el Señor y en la fuerza de su poder" (Ef 6,10), para aspirar al carisma superior del Amor (1 Co 12,31), que conduce a una entrega y unión comprometida con los hermanos en comunidad.

Aquél que se ha sentido llamado y regalado con esta gracia debe ser fiel hasta el final.

Si el Señor le ha puesto en este camino y en relación con unos hermanos concretos, debe seguir adelante en este "medio divino", a pesar de todas las dificultades y sufrimientos por los que haya que pasar, sin volver la vista atrás porque no sería "apto para el Reino de Dios" (Lc 9, 62). Dios sabe por donde nos lleva. Dejémonos guiar por El, aunque sea por un terrible desierto.

La Renovación no es unos grupos de oración, sino los elementos más esenciales del cristianismo revitalizados por la acción del Espíritu para el cristiano de hoy, plenitud de vida cristiana, y una llamada firme a la santidad.






LA RENOVACION CARISMATICA
EVALUACION PASTORAL DE LOS OBISPOS DE BELGICA



INTRODUCCION

En un mundo en el que empieza a ponerse en duda las ideologías existentes, cada vez más inseguras, y en el que la confusión moral y social se está acentuando, vemos aparecer signos incontestables de renovación religiosa.

La necesidad de Dios se hace sentir cada vez más en el corazón y en la conciencia de muchos contemporáneos.

Este despertar de lo espiritual se traduce, entre otros signos, en una renovación de la oración, tanto personal como comunitaria, en una sed nueva de la Palabra de Dios, en un atractivo por los retiros, compartir el Evangelio, nuevas formas de vida según el Evangelio.

Entre estos signos de despertar religioso, la Renovación "carismática" ocupa un lugar particular, por razón a la vez de su amplitud mundial y de sus exigencias de vida. Quisiéramos hacer un análisis de la misma en estas páginas desde un punto de vista pastoral. Esta corriente pastoral se ha extendido por toda la Iglesia Católica en los últimos diez años con una rapidez asombrosa: existen millares de grupos de oración de inspiración carismática, y las comunidades de vida, bajo distintas formas, se multiplican en todas las partes del mundo.

Esta Renovación tiene rasgos particulares que la caracterizan. En primer lugar, no tiene fundadores reconocidos: se trata de un fenómeno espiritual que ha surgido espontáneamente y casi simultáneamente en diversos continentes.

Además, la Renovación católica tuvo su origen en medios laicos, particularmente entre jóvenes universitarios.

Finalmente, ha surgido en un principio, lo mismo que el movimiento ecuménico, en medios cristianos no católicos y por esto abre un campo nuevo a los encuentros entre cristianos de denominaciones diferentes.

Hay que tener en cuenta cada uno de estos aspectos para comprender los problemas pastorales que plantean y abordarlos con apertura y lucidez. Se nos pregunta sobre la significación de esta Renovación espiritual: ¿se trata de un apasionamiento, de una llamarada, o hay en ella una acción de Dios en profundidad que nos interpela a todos nosotros?

Esta es la pregunta que se nos plantea. Nosotros no queremos sustraernos a nuestro deber de pastores y deseamos compartir con vosotros nuestros sentimientos en este punto.

Diremos en primer lugar dónde se sitúa, a nuestro modo de ver, el carácter fundamental, la clave, de la Renovación, lo que es y lo que no es.

A continuación expresaremos por qué, según la expresión de Pablo VI, ofrece "una oportunidad para la Iglesia", si sabemos comprenderla.

Y por último diremos cómo el futuro de la Renovación está condicionado por su inserción en el centro mismo de la iglesia.

I.- EL ALMA DE LA RENOVACION

Para captar el alma de la Renovación, más allá de una visión rápida y superficial, hay que comprender que fundamentalmente se trata de una toma de conciencia intensificada de la función activa del Espíritu Santo en todos los aspectos de la vida de la Iglesia y de la experiencia cristiana. Al comienzo de esta renovación interior se da con frecuencia una relectura, individual o en grupo, de los Hechos de los Apóstoles y de las Cartas de San Pablo. El misterio de Pentecostés toma entonces una actualidad nueva: la transformación espiritual que los Apóstoles vivieron en el Cenáculo, según la promesa del Maestro, es reconocida por la Renovación como accesible para todo cristiano, no ignorando sin embargo el carácter único e incomunicable del Pentecostés fundador de la Iglesia y del carisma apostólico propio de los Apóstoles.

Se trata de una experiencia de conversión, de una adhesión consciente a Jesucristo, Señor, Salvador, Redentor; de una disponibilidad al Espíritu Santo, a sus impulsos, a sus dones. Todo esto ya estaba implícito en los sacramentos de la iniciación que son el bautismo y la confirmación, recibidos de niño, pero la toma de conciencia es nueva; es vivida por el adulto, que ratifica sus consecuencias.

A esta experiencia se la llama muchas veces "bautismo en el Espíritu". El término debe ser clarificado, porque podría hacer creer que se trata de un nuevo tipo de bautismo, que reemplazara al bautismo sacramental o que se sobrepone a éste. Sería una interpretación errónea, tanto más peligrosa cuanto que abriría la puerta a una especie de Super-Iglesia y a una tendencia "elitista". Por tanto, mejor es evitar esta expresión.

Bien entendida, esta experiencia espiritual, vivida en la fe, se presenta atestiguada por demasiados testimonios de laicos, religiosos, sacerdotes y obispos de todo el mundo, como para que no se le deba reconocer, en casos numerosos, su autenticidad y provecho.

Es una gracia de conversión, o de "segunda conversión", para emplear un término tradicional. Es competencia de los teólogos el continuar su discernimiento y análisis y buscar una mejor formulación. Pero la realidad vivida subyacente es experimentada como una gracia excelente.

II.- LA RENOVACION:
"UNA OPORTUNIDAD PARA LA IGLESIA"

En la audiencia que el lunes de Pentecostés el Papa Pablo VI dispensó a los 10.000 participantes en el Congreso Internacional de la Renovación, el Santo Padre evocaba las principales manifestaciones del Espíritu en los siguientes términos:

"Comunión profunda de las almas, contacto íntimo con Dios en fidelidad a los compromisos asumidos en el bautismo, en una oración a menudo comunitaria, donde cada uno, expresándose libremente, ayuda, sostiene y fomenta la oración de los demás, basado todo en una convicción personal, derivada no sólo de la doctrina recibida por la fe, sino también en una cierta experiencia vivida, a saber, que sin Dios el hombre nada puede y que con El, por el contrario, todo es posible: de ahí esa necesidad de alabarle, darle gracias, celebrar las maravillas que obra por doquier en torno nuestro y en nosotros mismos. La existencia humana encuentra su relación con Dios, la llamada dimensión vertical, sin la cual el hombre está irremediablemente mutilado" (1).

Se comprende entonces que Pablo VI pudiese decir: "esta renovación espiritual, ¿cómo no va a ser una oportunidad ("une chance") para la Iglesia y para el mundo? Y en este caso, ¿cómo no adoptar todos los medios para que siga siéndolo?" (2).

Nosotros creemos, por tanto, que es nuestro deber de pastores poner en práctica, por lo que a esto respecta, la enseñanza del Concilio, que recordaba a los obispos su ministerio en materia de discernimiento espiritual: "El juicio de su autenticidad y de su ejer?cicio razonable pertenece a quienes tienen la autoridad en la Iglesia, a los cuales compete ante todo no sofocar el Espíritu, sino probarlo todo y retener lo que es bueno (1 Ts 5, 12. 19-21)" (3).

Este ministerio doctrinal y pastoral nos lleva, en consecuencia, a resaltar tanto los aspectos de la Renovación como los escollos que debe evitar.

Empecemos por destacar los frutos que se deducen, no de una experiencia fragmentaria y limitada, sino de una visión de conjunto, a escala mundial.


III.- FRUTOS ESPIRITUALES

Sin querer ser exhaustivos, y basándonos en numerosos testimonios se puede resaltar ciertos rasgos comunes, frutos de experiencias diversas, pero fundamentalmente idénticas.

1.- Un redescubrimiento de la persona viviente de Jesús, reconocido como Hijo único de Dios, con el que el cristiano entra en relación personal como Salvador, Señor, Mediador ante el Padre. Puesto que el Espíritu nos fue prometido para revelarnos a Jesús e introducirnos en la plenitud de verdad que El encarna, este descubrimiento de Jesús en profundidad responde a la promesa misma del Maestro.

La oración adquiere con toda naturalidad, en aquel que ha hecho esta experiencia, un acento más personal, más discreto. Toma cada vez una mayor conciencia de que el cristianismo es un encuentro, una identificación con el Cristo resucitado, viviente, que ha pasado por la cruz y por la muerte. ?

2.- Una libertad espiritual. Para muchos, la Renovación ha marcado el paso por un comienzo de conversión, de curación interior, una liberación progresiva de ciertas esclavitudes: alcohol, sexo, droga. Y, como consecuencia de la liberación personal, una disponibilidad ante las miserias de los demás, a su servicio, así como un redescubrimiento de la esperanza, virtud tan rara en nuestra época, en la que cuesta creer que Dios es y sigue siendo "el Maestro de lo imposible" y el verdadero creador de la alegría.

Parece que uno de los primeros frutos de esta renovación interior es la gracia de un corazón nuevo, de una sensibilidad y de una ternura nueva. Los testigos confiesan sentir más vivamente el amor de Dios por nosotros y por todos los hombres.

En muchos casos, esta experiencia suscita el deseo de servir a los pobres y de curar al mundo en sus estructuras pecadoras, por un amor fraterno más realista.

3.- Un gusto nuevo por la Sagrada Escritura. Todos los testigos coinciden en señalar esta sed nueva de conocer la Biblia, de un conocimiento espiritual que sea fuente de vida. "Las palabras que os he dicho, dijo Jesús, son espíritu y son vida...“ (Jn 6, 63).

Se trata de una escucha interior nueva de la Palabra de Dios para una transformación de la vida. La Renovación ha ayudado a muchos cristianos, por todo el mundo, a dejarse interpelar por la Palabra y a anunciarla luego en una proclamación evangelizadora.

Se descubre así esta "lectio divina" que alimentó la piedad monástica tradicional, en la cual la lectura seguía a la oración y la oración a la lectura.

El movimiento bíblico que, entre nosotros, católicos, puso de nuevo el acento en la Palabra de Dios leída en Iglesia, ha abierto un camino cada vez más frecuentado.

4.- Un sentido renovado de la oración. Alimentada en la fuente de las Escrituras, de la Eucaristía y de los sacramentos, la oración toma de nuevo, cada vez más, su lugar vital. La Renovación ayuda al cristiano a orar sin respeto humano y sin formalismo. Le enseña a expresar su fe y su oración de una forma que pone en juego toda la persona: espíritu, afectividad, expresividad corporal.

Utiliza todos los registros de la oración cristiana: adoración, alabanza, confianza, contricción, ofrenda de si, alegría, acción de gracias. Esta oración llena de fe y de alabanza es también una terapia religiosa, moral y psicológica, indispensable en nuestro tiempo, que adolece tan a menudo de anemia religiosa.

5.- Un sentido más vivo de la comunión fraterna entre cristianos. Este sentido de la "comunión en el Espíritu Santo" resulta tanto más reforzado cuanto que se toma una mayor conciencia de la complementariedad de los carismas en el seno de la comunidad cristiana. Los carismas, en efecto, no existen más que en función de los demás, como servicios mutuos que ayudan a construir toda comunidad verdaderamente eclesial.

La comunión, vivida a este nivel, favorece extraordinariamente la fraternidad que une, por encima de las barreras humanas, ricos y pobres, intelectuales u obreros, extranjeros o hermanos de raza.

Este sentido fraterno, nacido a partir de grupos o asambleas de oración, da origen a estas múltiples experiencias de vida comunitaria que se observan un poco por todas partes.

Estas comunidades, residenciales o no residenciales, agrupan a miembros comprometidos en distintos estados de vida: matrimonio, celibato temporal o definitivo.

Se trata de verdaderas comunidades de vida evangélica, que presentan analogías sorprendentes con las órdenes o congregaciones religiosas de todos los tiempos, pero con su propia originalidad.

La fecundidad espiritual de estas comunidades es indiscutible y muchas veces evidente. Muchos de sus miembros viven una auténtica búsqueda de santidad: fe sólida (que va directamente a lo esencial); sentido de oración; amor a la Biblia redescubrimiento de la ascesis cristiana (del ayuno, por ejemplo); revalorización del celibato religioso y de los votos; caridad fraterna exigente; sentido de la humildad, de la obediencia, de la docilidad; atmósfera de paz y de alegría. Muchos católicos tibios o no practicantes encuentran de nuevo en ellas la necesidad de la Eucaristía y de los sacramentos, una renovación de la piedad mariana.

6.- Un desarrollo de la vida familiar. En los hogares verdaderamente tocados por esta corriente de gracias reina una atmósfera de ternura, de alegría y de paz. Se encuentran en ellos los frutos del Espíritu, de los que habla San Pablo a los Gálatas. Las comunidades presentan modelos de relación entre los esposos, así como entre padres e hijos.

Parece que en muchos casos los padres consiguen transmitir mejor la fe a la generación siguiente; todo el mundo sabe que el fracaso en este punto es el drama actual de muchas familias profundamente cristianas.

Hasta aquí hemos señalado algunos aspectos de la Renovación particularmente llamativos. Habría que destacar también las virtualidades latentes que contiene para desarrollar y fortalecer la vida litúrgica y sacramental de los fieles, así como para poner en práctica los diversos carismas que el Espíritu suscita aún en nuestros días. Pero ahora deseamos abordar el problema capital de la inserción de la Renovación en la vida de la Iglesia.


IV.- INTEGRACION ECLESIAL

1.- La relación sacerdotes-laicos. La eclosión de riquezas espirituales que acabamos de presentar exige para su desarrollo un estrecho contacto con el ministerio ordenado de la Iglesia.

Hay que comprender, por consiguiente, en todos sus matices la relación entre el ministerio presbiteral y el sacerdocio bautismal o común de los fieles. Se trata de respetar a la vez el carácter específico del sacerdote y el libre juego de la gracia en el alma de los fieles.

Para que el sacerdote pueda realizar su función propia e indispensable es preciso que ante todo él mismo adopte una actitud de acogida, de comunión fraterna con los laicos. Que sea, según la expresión inspirada de San Agustín, "cristiano con ellos, sacerdote para ellos".

Los dos aspectos deben estar indisolublemente unidos, so pena de que el sacerdote parezca como el que monopoliza la sabiduría y el discernimiento, que "manipula" el grupo, que apaga el Espíritu.

Mientras el sacerdote juzgue la Renovación desde fuera, sin comulgar con ella espiritualmente, difícilmente podrá ejercer en ella una función de discernimiento, y tanto más porque la Renovación nació en un medio plenamente laico y en él ha encontrado su dinamismo y vigor.

Por otra parte, si el impulso inicial vino del laicado y de los jóvenes, su desarrollo exige algo más que una relación extrínseca deferente con la autoridad eclesial. Se debe vivir una verdadera ósmosis entre sacerdotes y laicos en el seno de la Renovación católica, para que ésta evite el escollo de convertirse en una especie de Iglesia paralela, obediente a unas leyes propias.

Es importante que la Iglesia, en sus pastores, esté abierta a estas experiencias del Espíritu. Pero ella debe también ofrecerles la atención pastoral sin la cual estas comunidades corren el riesgo de marginarse en relación con la vida de la Iglesia en su conjunto. La función del sacerdote asociado a estas comunidades, de las que él no es necesariamente el responsable, debe mantener aquello que le es específico: consiste en vigilar por la plena integración de todos los aspectos de la vida cristiana normal, litúrgica, sacramental, y, de manera especial, por su coronación en la celebración eucarística.

Por el sacramento del orden que le une al obispo, responsable último del discernimiento, es testigo cualificado y autorizado de la Tradición eclesial.

El sacerdote tiene igualmente que realizar una función específica en la predicación de la Palabra de Dios. Su formación teológica normalmente le ha dado un conocimiento más profundo de la doctrina de la Iglesia. Está, por lo tanto, llamado a aportar el esclarecimiento de la tradición viviente a los problemas que hoy suscita la interpretación de la Palabra de Dios.

Esta función de esclarecimiento atañe muy especialmente a los sacerdotes delegados por el obispo para este fin. (4)


2.- Escollos que hay que evitar.
Como todo lo que tiene vida, la Renovación no se halla exenta de riesgos.

a) El primer escollo que hay que evitar es el de centrar la atención en los carismas, y más particularmente en los carismas considerados como "extraordinarios" en detrimento de la atención al Espíritu Santo mismo. (5)

Los cristianos que participan en la Renovación deben ser conscientes del peligro que comportaría una atención excesiva, y, más aún, exclusiva, a los dones del Espíritu, a los que la Renovación ha vuelto a colocar en honor; consideren más bien a Aquél que es el dador: el Espíritu. Y que nunca olviden aquello que San Pablo no cesa de recordar: la primacía de las virtudes teologales, entre las que la caridad es la más excelsa (1 Co 13, 1-3).

b) Subjetivismo. La experiencia que en la Renovación se llama "bautismo en el Espíritu" o mejor "efusión del Espíritu", puede ser tan profunda y que marque tanto a algunas personas, que se dé el peligro de que la experiencia subjetiva y psicológica resulte más importante que el hecho sacramental del bautismo. Es indispensable destacar bien la relación entre el sacramento, como elemento objetivo, y la toma de conciencia subjetiva del mismo.

c) Sobrenaturalismo exagerado o falsa inmediatez. Según la enseñanza constante de la Iglesia y de los grandes maestros espirituales, hay que recordar que en nuestra condición humana actual no se da una experiencia de Dios directa e inmediatamente mevidente. Hay peligro de iluminismo cuando uno se cree directamente conectado con Dios, al practicar, por ejemplo, la glosolalia o la "profecía" (6). Dios actúa habitualmente a través de mediaciones humanas, que derivan del temperamento, la educación, la psicología individual y colectiva. Toda expresión religiosa, cualquiera que ella sea, exige, por consiguiente, un discernimiento, que de manera general necesita tiempo y reflexión. A este respecto hay que procurar que se fomente una msana formación escriturística, la cual evitará toda lectura de tipo fundamentalista.

Asimismo hay que desconfiar de la propensión a escamotear las mediciones intelectuales y doctrinales de la experiencia cristiana, en general y en particular.

Esto plantea el problema de la formación de animadores. A este respecto las disposiciones, de las que son exponente la mayor parte de los grupos, son, por lo general, muy positivas. Por todo el mundo se dan actualmente interesantes realizaciones para asegurar una formación sólida y permanente de los responsables, lo cual contribuye a la manifestación de nuevas formas de servicio en la Iglesia.

d) La tentación pietista. Por último hay un peligro de cierta euforia religiosa de tipo pietista poco abierta a las llamadas e interpelaciones del mundo en búsqueda de justicia y de liberación, no suficientemente preocupada por la reforma de las estructuras temporales. Sin renunciar por esto a su vocación específica, los grupos de la Renovación deben, a este respecto, estar atentos al siguiente fragmento de la alocución del Santo Padre a los congresistas de Roma:

"Este es el reto a abrir vuestros corazones a los hermanos necesitados. No hay límites para el reto del amor: los pobres, los necesitados, los afligidos y los que sufren en el mundo y a vuestro lado, todos os dirigen su clamor como hermanos y hermanas en Cristo, pidiéndoos la prueba de vuestro amor, pidiendo la palabra de Dios, pidiendo pan, pidiendo vida ... Es deseo de Cristo que el mundo vea vuestras buenas obras, la bondad de vuestros actos, la prueba de vuestras vidas cristianas, y dé gloria al Padre que está en los cielos (cf.: Mt 5, 16). Esto es renovación espiritual de verdad y sólo puede lograrse mediante el Espíritu Santo...

Abrirnos al Espíritu Santo, eliminar todo lo que se opone a su acción y proclamar, en la autenticidad cristiana de nuestra vida diaria, que Jesús es el Señor". (7)

3.- Inserción eclesial de las comunidades de vida evangélica. Es muy importante que las comunidades de vida, que tienden a instaurar un modo nuevo de vida evangélica, se den a conocer a su obispo. Habrán de elaborar, bajo su dirección, las disposiciones y garantías que permitan su reconocimiento jurídico en la Iglesia. Actualmente se está elaborando un estatuto-tipo con esta finalidad, para uso de las comunidades o fraternidades católicas.

Estas comunidades deben recurrir con agrado a la sabiduría secular de la Iglesia para resolver los problemas que pueden surgir en aquello que concierne, no sólo a las relaciones con el obispo de la diócesis, sino también a las relaciones mutuas entre sus miembros.

Los problemas relativos a la autoridad y a la obediencia son especialmente delicados. La Iglesia desea salvaguardar a un mismo tiempo la legítima libertad de los miembros, respetar en cada uno la acción del Espíritu, y promover la unidad dentro del respeto a la autoridad legítima.

En lo que concierne a la inserción en la vida parroquial o diocesana no queremos trazar aquí reglas fijas, detalladas. Nos limitamos a señalar que, por lo que a este punto respecta, hay un problema pastoral que se debe resolver mediante una leal colaboración de los responsables de estas comunidades y de la autoridad diocesana.

Hay que prever, por ejemplo, la participación de los miembros de las comunidades en la vida cultual, sacramental y apostólica de su parroquia, para significar mejor la comunión de las comunidades que constituyen la Iglesia y manifestar, incluso a nivel local, la dimensión católica de ésta.


CONCLUSION

El Espíritu sopla donde quiere.

No está limitado por ninguna barrera humana. Pero hay momentos en la historia de la Iglesia en que actúa con un poder particular.

La renovación que no reivindica monopolio alguno del Espíritu, es una gracia que pasa. Como toda gracia, respeta nuestras libertades. Exige nuestra colaboración para poder dar frutos de renovación en la vida personal, comunitaria, eclesial.

Que María, que acogió al Espíritu Santo con una fidelidad total, nos ayude a todos, cualesquiera que sean nuestra vocación y la diversidad de nuestros caminos, a dejarnos conducir por El.


Los obispos de Bélgica.
Octubre 1979




NOTAS.
1) L’Osservatore Romano, ed. esp. 25 de mayo 1975.

2) Ibidem.

3) Lumen Pentium, 12.

4) Para las orientaciones teológicas y pastorales que sirven de base, nos remitimos
a los documentos conocidos bajo el nombre de "Documentos de Malinas".


Documento 1: Orientaciones Teológicas y Pastorales de la Renovación Carismática Católica (por un grupo internacional de teólogos), traducción española publicada en la Renovación Carismática-Documentación, Secretariado Trinitario, Salarnanca 1978, pags. 148-204.

Documento 2: Cardenal L. J SUENENS, "Ecumenismo y Renovación Carismática. Orientaciones teológicas y pastorales" Edt. Roma, S.A., Colección Nuevo Pentecostés, Barcelona 1979.

Documento 3: Cardenal L. J. SUENENS y Dom HELDER CAMARA,Renovación en el Espíritu y servicio del hombre (traducción española de inminente aparición).
Se atenderá muy especialmente a las orientaciones ecuménicas del Documento 2.

(5) Por carisma se entiende en el lenguaje religioso y bíblico un don especial, una
manifestación perceptible y gratuita del Espíritu Santo, una gracia particular de Dios, destinada a todo el cuerpo de la Iglesia.

(6) Para la glosolalía o la oración en lenguas, cf.: Cardenal L. J. SUENENS, ¿Un Nuevo Pentecostés?, Desclée de Brouwer, Bilbao 1975, pags. 102-107. Para la profecía, cf.: Documento de Malinas 2, capítulo 5.

(7) L'Osservatore Romano, ed. esp., 25 de mayo 1975. Cf.: Documento de Malinas 3:Renovación en el Espíritu y servicio del hombre, por el Cardenal L.J. SUENENS y Dom HELDER CAMARA. Este documento trata de hacer la unión indispensable entre oración y compromiso.