El sometimiento y otros

EL SOMETIMIENTO


El sometimiento es algo que cada vez se considera de la mayor importancia en la R.C.
Es una consecuencia de la comunión que tiene que haber entre todos y a todos los niveles. Si se rompe o deteriora la comunión, la Renovación empieza a perder fuerza, porque la comunión es el paso de la corriente del Espíritu de unos a otros.

El sometimiento empieza desde el momento que cada uno de nosotros nos rendimos totalmente al Espíritu del Señor, es decir, a la voluntad del Padre, y hacemos que en nuestra vida empiece a prevalecer la voluntad de Dios por encima de nuestros gustos y conveniencias.

Habremos experimentado cómo hasta que no aceptamos totalmente de corazón la voluntad de Dios y de veras la amamos y nos complacemos en ella, no tenemos verdadera paz interior, ni podemos llegar a entrar en comunicación con Dios. Este es el quicio de toda la vida espiritual y a esto se reduce en último término.

Como consecuencia y manifestación de este sometimiento a Dios, hemos de sometemos también a los hermanos, hemos de obedecer.

Este sometimiento es ante todo a nuestros Pastores, puestos al frente del Pueblo de Dios. En la R.C. no solamente hemos de respetar y obedecer a nuestros Pastores: hemos de darles signos de nuestro amor, porque sabemos que amándoles y obedeciéndoles estamos construyendo el Pueblo de Dios.

Más en concreto, dentro de la R.C. hemos de tener muy en cuenta que nadie puede trabajar y actuar en forma independiente sin contar con los demás. No puede haber dirigentes ni líderes independientes. Porque el Espíritu del Señor siempre lleva a la unión, a la comunión. Nunca es anárquico, ni actúa en dispersión de fuerzas, ni desune.

El sometimiento ha de empezar por los dirigentes del grupo o de la comunidad, de forma que cada uno de ellos se someta a los demás, dando cuenta de su actividad, sometiendo su ministerio al discernimiento de los demás, y estando dispuesto a recibir la corrección fraterna y las sugerencias que puedan hacer. Este sometimiento es de cada dirigente a los demás dirigentes del grupo.

Para ello hace falta humildad, disciplina del espíritu, orden, obediencia, pero sobre todo fe y amor.
Cuando en una comunidad o en un grupo hay uno entre el equipo de dirigentes que tiene la máxima responsabilidad, éste deberá someterse, no a uno, como los demás dirigentes, sino a dos hermanos.

Y el sometimiento se practica dando cuenta de forma regular, cada semana o cada quince días, al hermano o a los hermanos a los que estamos sometidos, y esperando que el Señor nos hable a través de ellos.

En cuanto a los demás miembros del grupo, se requiere también el sometimiento para que en el grupo reine siempre la unidad y la comunión y el orden que quiere el Señor. Cuando el grupo llega a convertirse en comunidad, entonces es todavía más necesario.

Cuando se trata de miembros de un grupo, el sometimiento se refiere a todo lo que se relacione con su participación en la vida del grupo, a la actividad, ministerios y servicios que le quepa desempeñar.

Cuando se trata de miembros de una comunidad carismática el sometimiento ya comprende algunos aspectos, incluso de su vida profesional y hasta familiar, que tienen relación con la comunidad.

Empecemos, sobre todo los dirigentes, que son los que tienen encomendado el ministerio de la unidad y de la comunión.





Siendo todos del mismo sentir
con un mismo amor
un mismo espíritu
unos mismos sentimientos (FI 2.2)





EL SEÑOR NOS URGE A COMPROMETERNOS CADA VEZ MAS

Por Luis Martin


Algunos hermanos tardan en descubrir lo que es la R.C. a pesar de que llevan tiempo caminando en ella.

Algunos empiezan con gran entusiasmo y después abandonan los grupos y siguen creyendo que viven en la R.C. Quizá unos no captaron bien lo que es la Renovación, otros se desanimaron ante la primera prueba de las muchas por las que hay que pasar, otros no llegaron a dar la respuesta que el Señor les pedía.

La R.C. es bastante más que pertenecer a un grupo de oración, participar de su vida, haber experimentado una gran transformación en su vida personal y empezar a abrirse a los dones del Espíritu.

El Señor nos ha llamado a esto como lo primero y lo más urgente para cada uno.
Pero sin duda que, o ha empezado ya, o empezará muy pronto a proponernos metas más altas y a hablarnos de muchos modos para hacernos comprender que aún quiere algo más de nosotros y que tiene unos planes muy concretos.

LA INTEGRACION PLENA EN EL GRUPO

Esta es una de las primeras exigencias para caminar y crecer en la vida del Espíritu. Los que se muestran inestables, los que cambian por cualquier motivo, los que ante un acontecimiento episódico se retiran, demuestran que no saben apreciar lo que el Señor les ha dado a través de la Renovación y que si les puso en este camino, no es para que lo abandonen fácilmente. Quizá pierdan la última oportunidad que tuvieron en su vida.

En el Curso básico sobre la vida en el Espíritu que se da a los que se preparan para el Bautismo en el Espíritu hay que insistir mucho sobre la necesidad de mantenerse en el grupo, de compartir, de recibir y de dar ayuda. Es aquí cuando hay que empezar a salir de la preocupación primordial por los propios problemas personales con que ordinariamente se viene a la R.C., para empezar a entrar en la preocupación por la construcción del Cuerpo del Señor.

Es decir, hay que empezar ya a abrirse a los problemas de los demás y por tanto empezar a vivir en su forma más elemental el espíritu comunitario, hasta que se llegue un día a formar la comunidad.

Pero si el Señor renueva nuestra vida personal, no es solamente para nosotros, sino porque tiene un plan mucho más ambicioso y para el cual nos quiere utilizar a todos.

A todos nos llama a ejercer los dones que El quiera comunicarnos para la obra maravillosa y apasionante de la construcción de su Cuerpo. Cada hermano tiene que preguntarse: ¿qué misión puedo yo desempeñar en mi grupo? ¿Cómo puedo yo ejercer el servicio a los demás? ¿Para qué me llama el Señor?

OBJETIVOS CLAROS DE COMPROMISO

A medida que el grupo camina hay que ofrecerle objetivos claros de compromiso para con el Señor y los demás.

Hay hermanos que en cuando se empieza a hablar de compromiso se asustan y se retraen. Les resultaba muy cómodo y fácil no asistir más que a la oración del grupo.

Pero el camino por donde el Señor nos ha puesto no termina nunca. Es de constante progreso y crecimiento. Y este progreso no es sólo personal para cada uno, sino que es también un progreso comunitario: el crecimiento en el amor a los demás nos llevará a compartirlo todo y por tanto nos llevará a la comunidad.

No sólo los dirigentes sino todos los miembros del grupo, hemos de estar siempre muy atentos para discernir cuánto y cómo el Señor nos pide dar un paso más adelante.

Y cuando veamos que es llegado el momento, hay que darlo con decisión. Algunos quedarán donde estaban. No Importa. Quizá al cabo de uno o varios meses puedan ya sumarse ellos también.

Aquellos del grupo que se comprometan con un compromiso público a entregarse más al Señor y a los hermanos deben estar siempre abiertos a cuantos posteriormente quieran sumarse a ellos. Nunca podrán considerarse mejores que los que no hicieron el compromiso.

Pero siempre serán una invitación y un ejemplo estimulante para todos los demás hermanos del grupo.

En cada compromiso que hagamos el Señor nos llenará aún más de su amor y de los dones del Espíritu y podrá hacer aun más cosas con nosotros.
Estemos atentos a todo lo que el Señor nos pida.







¿A QUIEN PUEDE AYUDAR EL GRUPO DE ORACION?

Por GABE MAYER


Hay mucha gente en nuestra sociedad de hoy que no tiene un fundamento estable, ni encuentra dónde poder acudir para consultar sobre sus problemas. La ayuda que en otros tiempos hubiera recibido de la familia o de su propia comunidad les falta hoy. El anonimato de nuestra sociedad agrava tales dificultades.

Las personas con problemas emocionales encuentran acogida en los grupos de oración carismáticos. La consecuencia es que los grupos de oración atraen a muchas personas que esperan hallar la solución de tales trastornos y hasta de enfermedades psicológicas más graves.

En cierto modo esto es una cosa buena. Tales personas pueden encontrar al Señor y hasta tener una experiencia de su poder salvífico y de sanación.

Pero pueden surgir dificultades. Hay quien espera recibir del grupo una constante ayuda y seguridad emocional. Hay personas que insistentemente piden ayuda y llegan a convertirse en el centro de atención de los ministerios del grupo. Si el grupo no cuenta con los medios suficientes para poder ofrecer esta clase de ayuda, su fuerza disminuye, y quedará sin realizar el servicio de que es capaz y los que tienen verdaderos problemas no podrán beneficiarse.

Estas personas aquejadas con grandes problemas psicológicos pueden llegar a dominar en las reuniones de los grupos de oración, a no ser que los dirigentes estén muy atentos para prevenir toda desviación espiritual en un grupo que se reúne para orar. Esto podría interrumpir el crecimiento de un grupo y disuadir a los que empiezan a venir.

Puede ocurrir también que los que están dominados por estos problemas se vuelvan más cerrados e inabordables. Después de haber recibido el bautismo en el Espíritu Santo se aferran al convencimiento de que su conducta anormal es obediencia a una guía especial del Espíritu Santo. El problema queda así “canonizado” y en cierta manera intocable.

¿QUÉ PODEMOS HACER?

Quisiera ofrecer seis recomendaciones a los dirigentes de los grupos de la R.C.

1. El centro de atención hay que ponerlo en la construcción de todo el grupo y no en la ayuda a un problema particular.

Los dirigentes del grupo han de preguntarse: ¿Cuál es la finalidad de este grupo de oración? Para la mayoría de los grupos de oración la respuesta será el ofrecer oportunidad para la alabanza, el evangelizar, el enseñar y el crecer en el amor y facilitar las relaciones personales.

Los dirigentes son los responsables de este funcionamiento. No deben descuidar sus responsabilidades para ayudar a uno o más individuos con problemas serios. En la mayoría de los grupos de oración los dirigentes descubrirán que el dedicarse al conseguir las metas básicas del grupo es algo que absorbe ya todo su tiempo y energías disponibles.

2. Aprender a reconocer qué personas tienen serios problemas psicológicos.

Cuanto antes adviertan los dirigentes que tal persona tiene serios problemas, antes podrán decidir que hay que hacer para el mayor bien de aquella persona y de todo el grupo.

Una mujer, por ejemplo, que pertenecía a nuestro grupo, presentaba síntomas que nos ayudó a descubrir sus problemas. Sufría frecuentes altibajos, períodos de euforia y generosidad, “quiero dar toda mi vida al Señor”, alternando con tiempos de ira y depresión. Esta inestabilidad emocional creaba problemas en la forma cómo se relacionaba con los demás: resentimientos, quejas de no ser amada, inconstancia en su trabajo.

Descuidaba la responsabilidad para con su familia: esta es una señal infalible que siempre deben advertir los dirigentes del grupo. Hay personas que hablan mucho de hacer grandes cosas por Dios, cuando lo que hacen en realidad es huir de enfrentarse con el cumplimiento de sus deberes familiares y de solucionar sus problemas personales.

Otro síntoma posible de dificultad emocional es el afán de discusión. Hay casos en que no es más que un hábito contraído que hay que superar, pero otras veces puede ser un problema emocional profundo.

Los dirigentes del grupo deben vigilar a las personas cuya conducta y manera de pensar resulten extraños. Este puede ser un punto débil para la gente que está en la R.C.: algo extraño que apreciamos en otros nos puede parecer ser algo espiritual. Pero hemos de recordar que cuando el Señor nos llama a la vida en el Espíritu no nos llama a ser personas raras.

ACEPTAR NUESTRAS LIMITACIONES

3. Ser realistas en cuanto a los recursos de que dispone el grupo de oración.
Los dirigentes no deben suponer automáticamente que su grupo pueda ayudar indistintamente a cualquier persona que venga. Por lo general se requiere bastante más que una experiencia inicial del poder de Dios para sanar las dificultades emocionales muy arraigadas. La curación exige la ayuda de personas que tengan sabiduría y tiempo disponible.

Por lo general, un grupo de oración no puede ser la solución de serios problemas psicológicos porque el grupo no afecta a la persona más que un par de horas a la semana. Y en cambio el medio ambiente, que puede estar causando más de la mitad del problema, está envolviendo a la persona durante el resto de toda la semana. A la postre, muchas personas no podrán ser ayudadas si no son extraídas de su ambiente habitual.

Algunos miembros del grupo de oración, sobre todo los más nuevos, estarían dispuestos a ayudar a las personas con serios problemas, pero con frecuencia no reconocen que ellos no están preparados para esto. Cuando nos encontramos con alguien verdaderamente necesitado, es difícil aceptar nuestra propia limitación. Pero hemos de entender que no somos nosotros ni tampoco el grupo de oración quien salva: solamente salva Jesús. Nosotros quizá seamos una parte del proceso. La mayoría de los grupos no son más que una parte muy limitada del proceso de curación. Tal vez este proceso deba ser completado en un ambiente más amplio o quizá haya que enviar a la persona enferma a un consejero profesional

4. Aceptar ayudar a personas con serios problemas tan solo sobre la base de un acuerdo claro.

La mayoría de los grupos de oración no están en situación de poder asumir tal compromiso. Esta recomendación es solamente para los muy pocos grupos que puedan.

Primero: Los dirigentes deben discernir entre ellos qué es lo que necesita la persona y qué es lo que puede hacer el grupo para ayudarla. Tienen que definir el objetivo y los medios.

Segundo: Deben hacer saber a la persona los problemas que ellos ven, y preguntarle si quiere aceptar la ayuda. En caso de que no quiera, no se puede hacer nada.

UN MINIMO DE PRUDENCIA

5. No colocar en puestos de responsabilidad a personas que sufren problemas psicológicos o emocionales.

A veces los dirigentes hacen esto para hacerles adquirir un sentido de confianza y aceptación de sí mismos, pero en realidad no podrán desempeñar esta responsabilidad. Aquellos que vengan a ellos con serios problemas no hallarán ayuda, ni tampoco éstos que se la tienen que ofrecer.

6. Los dirigentes deben proteger los grupos de oración de toda perturbación.
ejercer su responsabilidad para corregir los problemas causados por una conducta pe"rturbadora o por un equivocado ejerci. cio de los dones espirituales.
Su primera responsabilidad será ver si el conjunto del cuerpo e!' dirigido acertadamente. En segundo lugar ha de estar su preocupación para que reciba un trato de amor la persona que ocasionó algún problema.

Si una persona con serios problemas perturba la reunión de oración, el dirigente debe actuar de forma directa y abierta. Alguien del grupo puede llevar a esta persona a otra habitación; si se trata de un grupo grande, puede haber un equipo de servidores para estos menesteres. Habrá que cuidar de esta persona, pero más bien fuera de la asamblea que dentro.

El dirigente del grupo de oración debe ejercer su responsabilidad para corregir los problemas causados por una conducta perturbadora o por un equivocado ejercicio de los dones espirituales.

Su primera responsabilidad será ver si el conjunto del cuerpo es dirigido acertadamente. En segundo lugar ha de estar su preocupación para que reciba un trato de amor la persona que ocasionó algún problema.

Si una persona con serios problemas perturba la reunión de oración, el dirigente debe actuar de forma directa y abierta. Alguien del grupo puede llevar a esta persona a otra habitación; si se trata de un grupo grande, puede haber un equipo de servidores para estos menesteres. Habrá que cuidar de esta persona, pero más bien fuera de la asamblea que dentro.

Si los problemas en la reunión del grupo son causados no por los nuevos que vienen sino por alguien que asiste ocasional o regularmente, los dirigentes deberán hablar con esta persona sobre su participación en el grupo. Podría ser conveniente pedir a la persona que no hablara en las reuniones o que se limite a hacer tan sólo aquello que contribuya a la edificación de los demás miembros del grupo.

El dirigente del grupo de oración debe ejercer su responsabilidad para corregir los problemas causados por una conducta pe'rturbadora o por un equivocado ejercicio de los dones espirituales.

Su primera responsabilidad será ver si el conjunto del cuerpo es dirigido acertadamente. En segundo lugar ha de estar su preocupación para que reciba un trato de amor la persona que ocasionó algún problema.

Si una persona con serios problemas perturba la reunión de oración. el dirigente debe actuar de forma directa y abierta. Alguien del grupo puede llevar a esta persona a otra habitación; si se trata de un grupo grande, puede haber un equipo de servidores para estos menesteres. Habrá que cuidar de esta persona, pero más bien fuera de la asamblea que dentro.

Si los problemas en la reunión del gru• po son causados no por los nuevos que vienen sino por alguien que asiste ocasional o regularmente. los dirigentes deberán hablar con esta persona sobre su participación en el grupo. Podría ser conveniente pedir a la persona que no hablara en las reuniónes o que se limite a hacer tan sólo aquello que contribuya a la edificación de los demás miembros del grupo.

El Señor puede realizar mucho bien a través de los grupos de oración de la R.C. Con cuanto mayor esmero y sabiduría construyamos. nuestros grupos de oración serán instrumentos tanto más eficientes para esta obra del Señor en el mundo. ejercer su responsabilidad para corregir los problemas causados por una conducta pe'rturbadora o por un equivocado ejercicio de los dones espirituales.

Su primera responsabilidad será ver si el conjunto del cuerpo e!' dirigido acertadamente. En segundo lugar ha de estar su preocupación para que reciba un trato de amor la persona que ocasionó algún problema.

Si una persona con serios problemas perturba la reunión de oración. el dirigente debe actuar de forma directa y abierta. Alguien del grupo puede llevar a esta persona a otra habitación; si se trata de un grupo grande, puede haber un equipo de servidores para estos menesteres. Habrá que cuidar de esta persona, pero más bien fuera de la asamblea que dentro.


Si los problemas en la reunión del gru• po son causados no por los nuevos que vienen sino por alguien que asiste ocasional o regularmente. los dirigentes deberán hablar con esta persona sobre su participación en el grupo. Podría ser conveniente pedir a la persona que no hablara en las reuniónes o que se limite a hacer tan sólo aquello que contribuya a la edificación de los demás miembros del grupo.

El Señor puede realizar mucho bien a través de los grupos de oración de la R.C. Con cuanto mayor esmero y sabiduría construyamos, nuestros grupos de oración serán instrumentos tanto más eficientes para esta obra del Señor en el mundo.



(Tomado de “New Covenant” Agosto 1977. p. 30-31).

SI VIVIMOS
PARA EL SEÑOR VIVIMOS;
SI MORIMOS, PARA EL SEÑOR MORIMOS (Rm.14,8)





SIGNIFICADO ESPIRITUAL DE LA ORACION EN LENGUAS

Por FRERE BENOIT

”Deseo que habléis todos en lenguas” (1 Co 14,5).

Orar en lenguas es algo que sorprende, algunos sonríen, otros se escandalizan. A esto alude San Pablo cuando escribe: “Si, pues, se reúne toda la asamblea y todos hablan en lenguas, y entran en ella no iniciados o infieles, ¿no dirán qué estáis locos?” (1 Co 14,23). Pero el mismo Apóstol escribió que “la necedad divina es más sabia que la sabiduría de los hombres” (1 Co 1.25).

Muchos a quienes antes había molestado o hecho sonreír, han experimentando este don o carisma y progresivamente han llegado a descubrir cómo es un poderoso medio de edificación del hombre interior, porque “el que habla en lenguas se edifica a si mismo”. (1 Co 14,4).

En estas líneas quisiera aclarar un poco la siguiente cuestión: ¿por qué y de qué modo la oración en lenguas edifica en nosotros el hombre interior?

LA PERSONA ANIMADA POR EL ESPIRITU SANTO

Para comprender el valor espiritual de la oración en lenguas hay que partir del hombre interior, que aquí es la persona animada por el Espíritu Santo. He aquí el manantial de este lenguaje y de este canto.

Desde este punto de vista, la oración en lenguas o glosolalía, puede considerarse como la expresión externa de un clima interior de oración, principalmente de oración de alabanza, que reina en lo más profundo del ser animado por el Espíritu Santo.

- El Espíritu ora en nosotros y con nosotros.

Es así como hemos de entender la enseñanza de San Pablo: “El Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables”, (Rm 8,26) y “El Espíritu mismo se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios” (Rm 8.16).

El Espíritu Santo no viene a reemplazar a nuestro espíritu para orar, sino que se une a nuestro espíritu.

San Irineo de Lyón escribió que el hombre espiritual está constituido por la unión íntima del cuerpo, del alma y del Espíritu Santo (Adversus Haereses, V, 9,1).
Si el Espíritu Santo orara en nosotros, sin nosotros, incluso con sonidos emitidos por nuestros labios y garganta, esta oración sería para nosotros poco menos que inútil, como las palabras que Yahvé puso en la boca de la burra de Balaam (Nm 22.28). Si así entendiéramos la oración en lenguas estaríamos vaciándola de toda su riqueza espiritual para edificar el hombre interior.

No es así. Sino que el orar y cantar en lenguas brota del manantial profundo que es la persona animada por el Espíritu. Sus palabras y su canto son, de un modo inseparable, suyos y del Espíritu Santo: es orar y cantar en el Espíritu.

- El Espíritu Santo anima a cada uno según su propio modo de ser.

Más que sustituirnos para entrar en relación de amor con el Padre, el Espíritu del Hijo se acomoda a nuestra persona de tal modo que ésta llega a ser en el Espíritu una participación única e irremplazable del Hijo en su relación de amor con el Padre (Rm 8,14-17). Para el Padre, cada persona es en el Hijo como “una flor única entre millones y millones de estrellas”. (Saint Exupéry). Y por tanto su canto es totalmente personal e inexpresable. Es el “nombre nuevo que nadie conoce sino el que lo recibe “ (Ap 2,17).

La oración en lenguas es entonces algo así como el balbuceo de la persona que, bajo la moción del Espíritu Santo, trata de expresar su nombre nuevo, es decir, aquel canto de alabanza totalmente original, que cada uno de nosotros cantará en el cielo tal como insinúa el Libro del Apocalipsis:

”Y salió una voz que decía: "Alabad a nuestro Dios todos sus siervos y los que le teméis, pequeños y grandes". Y oí el ruido de muchedumbre inmensa y como el ruido de muchas aguas y como el fragor de fuertes truenos. Y decían: "¡Aleluya!". (Ap. 19,5•6).

- El Espíritu suscita en nosotros una alabanza personal.

Cada uno en su totalidad y en su persona, en su cuerpo y en su espíritu, en su sensibilidad y en su inteligencia, en su afectividad lo mismo que en su voluntad, en una palabra, en toda la persona totalmente integrada, unificada y armonizada, será quien cante su nombre nuevo, resultando una expresión viva de alabanza.

RECONSTRUCCIÓN DEL HOMBRE INTERIOR ROTO

Bajo la acción del Espíritu de Cristo Resucitado, del Espíritu de libertad (“Donde está el Espíritu del Señor allí está la libertad”, 2 Co 3,17) el carisma de la oración en lenguas o glosolalía lleva en si mismo un poder de reconstrucción del "hombre interior” roto, amordazado por el pecado. Tiene el poder de estrechar y fortificar las conexiones entre el Espíritu, el alma y el cuerpo, y esto permite al “Soplo de vida” animar en forma más completa y total toda la persona.

El Espíritu Santo trabaja en el hombre interior de forma parecida a como hace en el Cuerpo místico, del que San Pablo dice que “recibe trabazón y cohesión por medio de toda clase de junturas que llevan la nutrición según 1a actividad propia de cada una de las partes, realizando asi el crecimiento del cuerpo para su edificación en el amor” (Ef 4,16).

El carisma de la glosolalía tiende a restablece el juego pleno de las “articulaciones y conexiones” del hombre interior de forma que pueda expresar su unidad personal profunda.

- Una objeción:

Si la inteligencia es la facultad más noble del hombre, es curioso que ésta no pueda expresarse en lenguaje inteligible. Esta objeción es característica de la mentalidad occidental, en la que la razón lógica ha quedado hipertrofiada en detrimento de la profundidad de la persona y aún de la misma inteligencia. Esta no se limita a la forma particular de inteligencia racional, conceptual. En todo lenguaje subyace necesariamente una intuición viva, existencial, sin la que el lenguaje no sería más que verborrea. Ningún lenguaje por perfecto que sea puede expresar toda la riqueza de la intuición. De ello dan testimonio el poeta y el místico.


Cuando la intuición es muy viva y profunda, la forma conceptual del lenguaje puede impedir la expresión de la persona, puede impedirle expresar su intuición, su gran riqueza profunda, su cántico. Si la persona tratara entonces de expresarlo con el lenguaje convencional de la palabra, este esfuerzo de “traducción” apenas si conseguiría captar la atención de la inteligencia y sí, en cambio, empobrecer la experiencia viva, el impulso de alabanza que brota de lo más profundo de la persona, de su “corazón" y de su “espíritu” : «Si oro en lengua, mi espíritu ora. (1 Co 14,14).
- Manantial de integración y curación interior.

Podremos ahora comprender por qué el carisma de la glosolalía contribuye tan poderosamente a la «reunificación”, espiritual, física y corporal a un mismo tiempo, de toda la persona, y por tanto a su “curación interior”.

Preconstruye la unidad de la persona porque “integra” armoniosamente en el Espíritu todas sus potencias.

Si es manantial, impulso unificado de alabanza, expresión viva de la persona que se da al Señor bajo la moción del Espíritu Santo, es algo radicalmente opuesto a lo que signifique replegarse sobre sí mismo.

Todo movimiento para encerrarse en si mismo es un movimiento defensivo por el que la persona se atrinchera tras los muros de su prisión. La glosolalía es un medio poderoso puesto a nuestra disposición por el Espíritu para hacer caer estos muros dentro de los cuales se encierra la persona.

Es un impulso hacia fuera de sí mismo, dirigido hacia Dios, que se mantiene en toda circunstancia adversa, en toda “agresión”, arrastrando consigo la afectividad y hasta la misma sensibilidad de la persona. “Continuamente y por todo, dad gracias al Padre, en nombre de nuestro Señor Jesucristo" (Ef 5,20).

PODER PARA SUPERAR LAS TENTACIONES

En “La Cruz y el puñal” David Wilkerson da testimonio del poder de la oración en lenguas para superar las tentaciones: “Estamos siempre tentados, dicen los que se drogan, pero corremos a la capilla para orar”.

En la oración oraban en lenguas, tenían una expresión alegre y se sentían seguros. Cuando se levantaban, la tentación había pasado.

Sin pretender en modo alguno una liberación casi automática, hemos experimentado la riqueza de esta oración que afecta a todo el hombre, a la totalidad de su persona. Cuanto más se practica la glosolalía, mayor carga lleva consigo de experiencia personal vivida en el Espíritu, y en toda circunstancia, por desfavorable que sea, se convierte en impulso de alabanza, en fe viva, en amor único al Padre, a Cristo Jesús, al Espíritu Santo.

Orar en lenguas se convierte para la persona en algo muy vivo y significativo: es un brote del don de sí mismo, del impulso interior y profundo del “hombre nuevo” que, en la alegría del Espíritu y con su poder, balbucea al Padre su “nombre nuevo”, aprendiendo a llamarle “Padre” a su modo, único y original.

(Traducido y condensado de CAHIERS DU RENOUVEAU “IL EST VIVANT”, número 14, 4-7).