ARIEL Y MARIELA UNIDOS POR EL AMOR DE DIOS

Testimonio que recibimos directamente de los mismos protagonistas en su humilde casa de adobe, situada en pleno campo argentino. El testimonio nos conmovió al ver la obra del Señor en estos hermanos. Creemos que también puede conmover a muchos y ayudarles a ver a un JESUS VIVO en medio de nosotros y que actúa visiblemente. Por dicho motivo, pedimos a Ariel y a Mariela que escribiesen su testimonio para gloria de Dios. Aquí lo transcribimos. Carmen y Enrique.

Me llamo Ariel. Era de profesión, futbolista. En 1990, teniendo 13 años, me fui a Rosario (Argentina) para jugar al fútbol y ahí empecé a vivir muchas cosas. En el 93, me seleccionaron como el mejor jugador del país, lo que demostraba que tenía muchas condiciones. Poco después, el año 1996, estoy jugando en Buenos Aires, con el club de primera de Boca Junior, para seguir después en Quilmes, y en Chile.

Estoy ganando un sueldazo y ello me permite comprar coche nuevo, piso y llevar una buena vida. Era lindo jugar a fútbol y me apasionaba, pero me estaban dando cuenta que no era el fútbol de antes. Yo me estaba convirtiendo en una mercadería; mi vida era manejada por personas que ni me conocían, y todo por intereses creados, que el mismo ambiente llevaba. Sentía en mi interior que mi vida y mi tiempo valían mucho más que todo el dinero que me rodeaba. En agosto de 1998 decido dejar de jugar.

Lo que para mí fue una liberación, para mi familia fue un bombazo. Yo era su orgullo, yo era el mejor deportista... Y cuando me vieron decidido, el orgullo se volvió en dolor y de ser el mejor, quedé en lo peor. Yo recuerdo que volvía a casa buscando paz y me encontré con un infierno. Tuve que irme a vivir al campo, solo con un perro. Trabajaba con abejas, vendía leña y cazaba vizcachas para comer.

Dos años después, mi madre tuvo conocimiento de un cura que hacía maravillas con la gente; como estaba en Reducción, cerca de Río Cuarto, pensó llevarme con la idea de que yo volviese a jugar y así me podrían ver otra vez en televisión, etc. Ello les haría felices a todos, sin entender que yo era feliz no jugando. Accedí al deseo de mi madre y fuimos a ver al tal sacerdote que, personalmente, estaba atendiendo a muchas personas con toda clase de problemas , enfermedades, etc. Solo pude resumirle mi vida en dos palabras: esfuerzo y preocupación por los demás. Por toda respuesta me informó que dentro de pocos días había un retiro espiritual y me invitaba. Yo me comprometí con él, porque de lo contrario, cualquier cosa era de mayor agrado que ir a un retiro.

El retiro fue lo más lindo que me pasó en la vida. Recuerdo que había llevado tres libros para leer y no leí ni la tapa de uno. Me encontré con Dios y me fui a casa, nuevo, sanado, pero no como mi madre suponía, sino en el alma y en el Espíritu.

Mi ser había empezado a vivir, a ver con más claridad y en ese caminar, Dios me habló por primera vez: "Vuelve a hacer lo que hacían antes, me dice, pero ahora conmigo". Me di cuenta que Dios me pedía que volviera a jugar pero ahora con Él.

Pero yo no tenía ni sentía el deseo de buscar un Club. Las circunstancias me llevaron a jugar en un campeonato de municipalidades. En el transcurso del mismo, los árbitros se interesaron por mí, y me indican que en la ciudad de San Luis hay equipos que necesitan jugadores para el campeonato argentino. Mis padres, a mis espaldas, se adelantan, viajan a San Luis, se entrevistan con un club y regresan con la noticia de que me esperan con sueldo, casa y comida. La verdad que el club me recordaba cuando yo jugaba en Boca Junior. Y fui a jugar a San Luis en septiembre del año 2001.

En medio de todo esto, el Señor está dirigiendo mis pasos. Unos meses antes de ir a San Luis, estando en Río Cuarto y al cruzar la calle me encuentro con una cara conocida; sin conocer su nombre, le doy un abrazo y un beso. Hablamos de los grupos de oración y la invito a nuestro Grupo del martes. Pero ella tiene que regresar definitivamente a su casa de San Luis. Por supuesto, cuando me voy a jugar a San Luis lo primero que hago es contactarme con ella para forma un Grupo de oración. Al mes, me cuenta que tiene una hermana con grandes problemas psiquiátricos y otros mucho más graves, y que justamente viene a San Luis a pasar su cumpleaños. Este final de semana, estoy libre, y no regreso a Río Cuarto porque siento que Dios la puede ayudar a través mío.


(SIGUE EL TESTIMONIO DE MARIELA)

Mi Nombre es Mariela; como saben soy de San Luis y tengo 26 años. Estudiaba mi carrera universitaria en Río Cuarto y ahí me sentía completamente sola y a parte, me imaginaba que era el problema de mi familia. Y así comencé a entrar en las drogas; me alejé de mi familia y de toda la gente que me quería. Las mentiras empezaron a abundar en mi vida, y llegaron a ser tan grandes que llegué a decir que era hija adoptada y que mi mamá no vivía. Entré en una gran depresión juvenil, de la cual, por una compañera, se enteró mi familia sin saber qué hacer. Estuve internada en una clínica psiquiátrica (Fundadic) porque había tenido mi primer intento de suicidio; no quería vivir.

Comencé un tratamiento, en el cual tomaba 14 pastillas, sin dejar de consumir drogas. Tuve tres intentos más de suicidio. No sé por qué, decido pasar mi cumpleaños con mi familia en San Luis y ahí me encuentro con un amigo de mi hermana, el cual empieza a hablarme de Dios. Yo trataba de no escucharlo, porque me decía en mi adentro: éste ¿quien será?, ¿Será un cura? Pero me hizo llorar, sin entender qué es lo que me estaba pasando.

Regreso a Río Cuarto y en esa semana tomé sesenta pastillas todas juntas para quitarme la vida, pero alcanzaron a llevarme a una clínica para un lavaje de estómago. El día viernes de esa semana, llaman a la puerta, atiende mi amiga y me dice: Ha llegado el "colorado" (Ariel). No conozco a ningún "colorado", es toda mi respuesta. El "colorado" era el amigo de mi hermana; sin más, coloca su Biblia sobre la mesa y empieza a hablarme de Dios. Nos acompañó muchas horas y cuando estuvo a punto de irse me pregunta si yo quería conocer a Dios; no lo sé, le respondí. Insistió en su pregunta y le respondí lo mismo. Por tercera vez me preguntó si quería conocer a Dios, y... le dije que sí, sin mucha convicción.

Me invitó a una convivencia que se realizaba en Reducción al siguiente fin de semana. Asistí a la convivencia; cuando llegué me sentí mal y me decía: "¡estos están locos!". Pero en la Efusión del Espíritu Santo, alguien dentro de mi corazón me dijo: "Vive, la vida es hermosa". No sabía lo que me pasaba pero sí que puedo decir que al lunes siguiente tenía ganas de vivir.

Entonces me aferré mucho a Ariel, quien me había invitado a vivir eso y a querer aprender sobre Dios; esto ocurrió en noviembre del 2001. Seguía tomando remedios y consumiendo drogas pero a la vez iba aprendiendo de las cosas de Jesús; Él se encargó de que cambiara de amigos y me regaló mucha gente nueva pero con su Amor.

Siempre cuestionaba y preguntaba por qué; ¿por qué esto y por qué aquello? Ariel siempre tenía algo que decirme. Nos hicimos muy amigos y él me invitó a que yo gustara de Jesús Sacramentado, y que lo visitara en el Santísimo.

Era una mañana de enero de 2002. Me levanté y, no sé por qué, metí en una bolsa todas las drogas y medicamentos que tenía en casa, y me fui al Santísimo; y le dije a Jesús que yo no podía creer que Él estuviera VIVO en ese lugar tan frío; pero si era verdad lo que decían, que me ayudara a no consumir más drogas y no tomar los tranquilizantes. Pasados unos minutos, dejé a un lado del altar la bolsa con todas las cosas que llevaba y me senté en el banco; lloré mucho. Pedí a Jesús que Él me diera las fuerzas para salir a la calle y no volver a consumir nada. Ya en la calle me quedé con una intriga: ¿qué iba a pasar con la bolsa y lo que contenía? Por ello, regresé a la tarde y la bolsa ya no estaba. Desde ese día nunca más he consumido droga alguna ni tranquilizantes, ni siquiera tengo ganas de fumar. Todo se lo debo a Jesús. Gracias.

Los meses seguían y llegó la Pascua; asistí a la Pascua Joven que se realizaba en Reducción y que dura cuatro días; fuimos con Ariel. El primer día caí en un Descanso en el Espíritu y el Señor me mostró todas las heridas recibidas en el vientre de mi madre; yo sentía mucho dolor. Debo señalar que yo no sabía de los descansos en el Espíritu ni creía en ellos. El segundo día, otra vez tuve Descanso en el Espíritu; pero ese día (viernes a la noche) no aguanté más y me fui del Retiro, pero Jesús se encargó de que volviera. Esa misma noche se repitió el Descanso, también con mucho dolor: viví mi infancia con mi padre. Estaba desesperada porque pensaba que nadie me podía ayudar después de todo lo que había visto. No sabía que todo eso sucedió para mi sanación interior.

El día sábado, en la Efusión del Espíritu, vuelvo a caer en el Descanso. Entonces, lo que veía era algo muy negro pero que de repente, sobre mi frente, empecé a ver una luz blanca muy suave, y que poco a poco se hacía más fuerte hasta encandilarme; en ese momento me pude ver; estaba en el vientre materno y lo que veía era agua y sangre en mi alrededor; también distinguí el Manto de María y unas manos llagadas apoyándose en esa panza: eran las manos de Jesús. Luego viví todo el trabajo del parto y cómo nací. Pero esta vez nací en los brazos de Jesús con su amor y su Espíritu. Sentía una gran alegría y ganas de decirle a toda mi familia que la quería, la perdonaba y que me perdonaran. Así terminó el Retiro pero empecé una nueva vida.

Regresé a Río Cuarto y me acoplé a un grupo de oración (cenáculo); allí me enteré que la Virgen María iba a peregrinar desde Cura Brochero a Reducción (unos 300 km.) Estando en el Grupo de oración siento que el Señor me indica que para poder perdonar a mamá tenía que encontrarme con María. Me uno a la peregrinación y acompaño a la Virgen de Luján desde la Escuelita del Recuerdo hasta Reducción (unos 210 km.). Durante el mes que caminé con María pedía a la Virgen también por mi papá que sufría de cáncer de próstata, del corazón y otras cosas. A los dos días de regresar a casa para continuar con los estudios, me avisan que mi papá había fallecido, pero, gracias a Dios, pude entender que Jesús lo tenía con Él.

Al morir mi padre me aferré más a Ariel. Dejé de estudiar y en los días libres que tenía Ariel (seguía jugando al fútbol), yo lo acompañaba al campo. Ariel empezaba a gustarme, pero de su parte no pasaba nada. Entonces decido escribir una carta a la Virgen María para que una amiga se la llevase a Medjugorje, pidiéndole que nos una a Ariel y a mí. La carta no pudo llegar a Medjugorje pero María la leyó.

Sigo. Ahora soy Ariel. En ese tiempo le decía a Jesús en el sagrario, con mucha fe, y así lo sentía, que solo quería amarle a Él, pues no podía amar a nadie más. A lo sumo, que me diera alguien con quien compartir esta vida que es hermosa.

A medida que pasaba el tiempo me di cuenta que a Mariela le pasaba algo mas que ser amigos; pero yo solo quería darle a Jesús. Un día, como acosado, y para que nadie quedara lastimado ni confundido, le dije a Mariela en la puerta de su departamento: "De mí no esperes nada más que palabras de Dios y palabras lindas"; y me fui.

Seguíamos siendo amigos. Un día, en Reducción, en una misa de sanación, sentí que el Señor me decía: "lo que tu pides, ahí está (era Mariela); déjate amar". A la salida, cuando nos vimos, le dije a bocajarro que nos pusiéramos de novios. Mariela no entendía nada, pero seguro que sentía una gran alegría. Decidimos casarnos y a los cinco meses, el 7 de diciembre del 2002, éramos marido y mujer.

Hoy vivimos en el campo de mi madre; la casa es de adobe y muy pobre. Tenemos lo que nos han regalado. Poco a poco la vamos arreglando y poniendo linda.

A pocos kilómetros de nuestra casa tenemos un pueblo completamente abandonado a nivel espiritual. Nosotros estamos peregrinando con María de Fátima, casa por casa, y realmente María hace maravillas a través del rosario. Además, seguimos con un Grupo de oración (cenáculo) y proclamando el amor que Dios nos tiene. Queremos estar siempre con Él que es el camino, la verdad y la vida. Más felices no podemos ser ni estar; solo en el cielo nuestra dicha será completa. Amén.

ARIEL Y MARIELA.