Sin la Eucaristía la Iglesia se convierte en un museo

Sin la Eucaristía la Iglesia se convierte en un museo.

Según el último libro del prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe

CIUDAD DEL VATICANO, 17 marzo 2003 (ZENIT.org).- El cardenal Joseph Ratzinger, quien ha colaborado con Juan Pablo II en la redacción de su encíclica sobre la Eucaristía, acaba de publicar un libro precisamente dedicado al argumento.

«En la crisis de la fe que estamos viviendo, el punto neurálgico resulta ser cada vez más la recta celebración y la recta comprensión de la Eucaristía», constata el inicio de unos de los capítulos de «El Dios cercano» («Il Dio vicino», Edizioni San Paolo), que acaba de salir a las librerías en italiano.

Según fuentes vaticanas, el nuevo documento del Papa dedicado a la presencia real de Cristo en el sacramento debería ser publicado en abril.

«Todos nosotros sabemos cuál es la diferencia entre una Iglesia en la que se reza y una Iglesia reducida a museo», explica el prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe.

«Hoy corremos el riesgo de que nuestras iglesias se conviertan en museos y que acaben como los museos: si no se cierran, son expoliados. No tienen vida. La medida de la vitalidad de la Iglesia, la medida de su apertura interior, se mostrará por el hecho de que sus puertas pueden permanecer abiertas, precisamente porque es una iglesia en la que se reza constantemente».

«La Eucaristía, y la comunidad que la celebra, se llenará en la medida en que nos preparemos en la oración silenciosa ante la presencia del Señor y nos convirtamos en personas que quieren comunicar con la verdad».

El cardenal deja espacio a argumentos que son fáciles de escuchar en nuestros días: «También puedo rezar en el bosque, sumergido en la naturaleza».

«Claro que se puede --responde--. Pero, si sólo fuera así, entonces la iniciativa de la oración quedaría totalmente dentro de nosotros: entonces Dios sería un postulado de nuestro pensamiento. El que Él responda o quiera responder, quedaría como una cuestión abierta».

«Eucaristía significa: Dios ha respondido --sigue explicando el purpurado alemán--. La Eucaristía es Dios como respuesta, como presencia que responde. Ahora la iniciativa de la relación divino-humana ya no depende de nosotros, sino de Él, y así se hace verdaderamente seria».

«Por esto --aclara--, la oración en el ámbito de la adoración eucarística alcanza un nivel totalmente nuevo; sólo ahora involucra a las dos partes, y sólo ahora es algo serio. Es más, no sólo involucra a las dos partes, sino que sólo ahora es plenamente universal: cuando rezamos en presencia de la Eucaristía, nunca estamos solos. Con nosotros reza toda a Iglesia que celebra la Eucaristía».

«En esta oración --concluye-- ya no estamos ante un Dios pensado, sino ante un Dios que verdaderamente se nos ha entregado; ante un Dios que se ha hecho comunión por nosotros, y así nos libera de nuestros límites por la comunión y nos conduce a la Resurrección. Esta es la oración que debemos volver a buscar».

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