LA CIVILIZACION DE LA ACEDIA.

LA CIVILIZACION DE LA ACEDIA.
(Creemos de la mayor importancia para el bien de la vida eclesial, transcribir parte de la Lección Inaugural del Curso lectivo en el Seminario San José de la Plata (Argentina) el 7 de marzo del 2001, pronunciada por el P. Horacio Bojorge, S.J.)
(Para profundizar en el tema, ver los dos libros del mismo autor:"En mi sed me dieron vinagre. La civilización de la acedia. Ensayo de Teología pastoral" en:http://www.multimedios.org/d001294
Y "Mujer ¿por qué lloras? Gozo y tristezas del creyente en la civilización de la acedia" en: 
http://multimedios.org/docs/d001295
Importancia del hecho
Al comenzar esta exposición quiero encarecer la importancia vital, existencial, que tiene para todo creyente, el reconocer el hecho de la acedia.
Se comprenderá así que la acedia no es solamente una tentación propia de los monjes del desierto sino que es el mal de la civilización moderna. Pero que además, no permanece exterior a la Iglesia, sino que, convergentemente, se plantea agudamente, también desde dentro del cuerpo eclesial, como una dolencia espiritual tan grave como no reconocida; o, -más exactamente-: tanto más grave cuanto menos reconocida, y tanto más grave porque inadvertida.
Una dolencia que, hasta ahora anónima, sin embargo urge diagnosticar, reconocer y tratar con remedios adecuados, para impedir que siga haciendo sus estragos en todos los niveles de la vida de la Iglesia.
Reconocer y comprender la naturaleza del hecho espiritual que nos afecta es decisivo para orientar la pastoral dentro de la Iglesia.
La tendencia idealista a reemplazar la realidad, por una idea que apunta a sustituirla en forma voluntarista, se manifiesta claramente en las actuales preguntas acerca de las cosas más fundamentales de la identidad católica, de la Iglesia, de la fe y -en particular- acerca de la identidad sacerdotal.
Como he observado en mi reciente libro "Teologías deicidas" el idealismo moderno es voluntarista y por lo tanto fatalista, fanático y revolucionario. Y cuando se infiltra en el campo teológico, lo tiñe con esas características.
En efecto, en el citado libro señalo - a la luz de un ejemplo - cómo, en estos momentos un cierto idealismo teológico que padece de la ceguera acédica para las realidades eclesiales, inseparables de la cruz, pretende abolir lo que es en aras de lo que se sueña o se imagina que debería ser. Pero el destino fatídico del voluntarismo, del rupturismo gnóstico es que opone ideas humanas a realizaciones del Espíritu Santo, para cuya bondad es ciega y tácitamente impugna.
Me permito ejemplificar el hecho al que me refiero. Un número importantísimo de los mártires católicos del siglo XX muere gritando "Viva Cristo Rey". No se trata de una consigna ni de un programa, porque no es programable lo que se va a decir a la hora de la muerte. Ese no es un grito programático ni ideológico, sino una obra del Espíritu Santo cuya significación divina la teología puede y debe auscultar.
Puede decirse, en forma de tesis, y aunque no tenga aquí el tiempo de probarla, que el rupturismo propio del idealismo moderno, es una forma de la acedia de nuestra civilización.
Y comprendido en ese marco, actualmente, el ministerio paulino cobra su pleno sentido como ministerio de reconciliación. Un ministerio que consiste en llamar a la reconciliación a una cultura que se manifiesta como irreconciliada con Dios, tal como Él ha querido manifestarse en la concreta comunión divino-eclesial católica. Una cultura que se muestra tan tolerante con la idea o las ideas de Dios, cuanto intolerante con Dios mismo.
Espero que lo dicho sea suficiente para ilustrar la importancia existencial que este hecho reviste para (todos) nosotros.
Corresponde ahora adentrarnos en la exposición.
Orden de la exposición
Articularé mi exposición en (dos) partes.
I. Primero recordaré la noción tradicional de acedia y la ilustraré a la luz de las
Sagradas Escrituras. Éstas nos ofrecen mucho más que ejemplos de acedia. Nos convencen de que la acedia es el pecado fontal, el mal radical, al que la redención viene a poner remedio. La Historia de la salvación es historia de la salvación de la acedia.
2. En segundo lugar corresponde mostrar que la nuestra es una civilización de la acedia, es decir, una cultura que se organiza gobernada por la acedia, contra los gozos de la caridad.. En los librosEn mi sed me dieron vinagre Mujer ¿por qué lloras? He descrito largamente los rasgos de esta civilización que nos convencen de que éste es el diagnóstico espiritual apropiado del mal moderno.
Pero en vez de repetir aquí mis propias argumentaciones, resumiré el diagnóstico, coincidente y contemporáneo con el mío, de un prominente norteamericano.
I) QUÉ ES LA ACEDIA
De la acedia no se suele hablar actualmente. No se la enumera habitualmente en la lista de los pecados capitales. Difícilmente se encontrará su nombre fuera de algunos manuales y diccionarios de moral. Ni siquiera de todos.
Muchos son los fieles, religiosos y catequistas incluidos, que nunca o rarísima vez oyeron nombrar la acedia y pocos sabrán ni podrán explicar en qué consista.
Sin embargo la acedia existe y abunda por ahí, aunque pocos sepan cómo se llama. Se la puede encontrar en todas sus formas: tentación, pecado actual, hábito extendido como una epidemia, y hasta en forma de cultura con comportamientos y teorías propias que se trasmiten por imitación o desde sus cátedras, populares o académicas. Si bien se mira, puede describirse una verdadera y propia civilización de laacedia por lo cual parece conveniente ocuparme de ella..
Definición y ejemplos bíblicos
Para dar una idea de lo que es la acedia expondremos primero sus definiciones y después daremos una serie de ejemplos bíblicos.
La acedia es propiamente una especie o una forma particular de la envidia O sea que es una especie de tristeza
Santo Tomás de Aquino, la define como: "tristeza por el bien divino del que goza la caridad". O sea, envidia a Dios; tristeza envidiosa por los bienes espirituales, por las personas, funciones, signos, símbolos sagrados, sacramentos, efectos de gracia, dones y carismas....
Es, propiamente, el afecto demoníaco, del que nace el pecado demoníaco.
El Catecismo de la Iglesia Católica (=CIC) la define así: "La acedia o pereza espiritual llega a rechazar el gozo que viene de Dios y a sentir horror por el bien divino" (CIC 2094).
El Catecismo de la Iglesia Católica (=CIC) ubica la acedia entre los pecados contra la Caridad: 1°) indiferencia, 2°) ingratitud, 3°) tibieza, 4°)acedia y 5°) odio a Dios. La acedia se manifiesta en forma de indiferencia, ingratitud y tibieza. Su culminación es el odio a Dios.
La acedia es, pues, tristeza por un bien y por lo tanto es una especie de envidia. ¿Qué la distingue de la envidia en general? Que mientras la envidia es tristeza por cualquier bien terreno y genérico de la criatura, la acedia es tristeza por el bien divino, ya sea en Dios mismo ya en sus criaturas. Es, en una palabra una envidia opuesta al objeto de las virtudes teologales y a los bienes propios de la virtud de religión, entre los cuales son los principales las Personas divinas y las personas humanas que están en comunión con ellas.
La acedia es igualmente enfriamiento o entibiamiento del fervor de la caridad. Como se dice en el Apocalipsis: "tengo contra ti que has perdido tu amor de antes" (Apoc. 2,4); "Puesto que no eres frío ni caliente, voy a vomitarle de mi boca" (Apoc. 3,16).
Acedia en las Sagradas Escrituras
Las Sagradas Escrituras nos ofrecen una galería de retratos de la acedia en todas estas formas, que van desde la indiferencia, pasando por la tibieza, la ingratitud y la burla, hasta llegar al odio.
Nos dan también pistas para comprender la naturaleza de la acedia. Nos ayudan para reconocerla en sus formas históricas y actuales. Nos permiten comprender mejor su mecanismo espiritual. En los casos clínicos bíblicos se ve cuáles son las causas y los síntomas de la acedia.
1) La acedia de Judas se pone de manifiesto cuando critica a María como exagerada por haber derramado toda la libra de perfume de nardo puro sobre Jesús. Es propio de la acedia en esta forma, oponer razones aparentemente sensatas a las obras del amor, desprestigiándolas como excesivas o exageradas. "¡Qué desperdicio!" se oye decir cuando un joven o una joven quieren seguir la vocación sacerdotal o religiosa y derramar su vida como un gesto de amor. Ni está lejos del sentir de Judas el escándalo por las "riquezas del Vaticano".
Las razones de Judas implican un menos-precio del amor a Jesús, y de las conductas de los que lo aman, y en el fondo de Jesús mismo, que se irá manifestando durante la Pasión: en la venta por treinta monedas, en las burlas de la soldadesca. La burla nace del menosprecio y siembra más menosprecio.
2) La Acedia de Mikal, Esposa de David: se manifiesta como irritación y menosprecio viendo a David bailar delante del Arca de la Alianza en la fiesta de la Traslación. La danza de David era una manifestación del gozo de la caridad. La irritación de Mikal por la devoción de David es acedia. (2 Samuel 6, 14-23). Los que menosprecian a los romeros, peregrinos, promesantes y a cuantos expresan físicamente su alegría religiosa están tentados con esta forma de acedia.
3) La Acedia de los Hijos de Jeconías: El Arca de la Alianza fue devuelta por los filisteos a los israelitas, para librarse del azote de la peste. Se alegraron con el retorno del Arca los habitantes de Bet-Shémesh. Excepto una familia, que fue por eso duramente castigada. He aquí otro ejemplo de lo que es acedia: "ausencia de la debida alegría a causa de la presencia de Dios,. indiferencia". (Ver 1 Samuel 6,13-21). Los hijos de Jeconías consideran que la irrupción de Dios en plena tarea de la cosecha, era, por lo menos inoportuna. La solicitud excesiva por las cosas de esta vida, es otra forma y raíz de la acedia, que impide alegrarse en la fiesta y el culto. Los que dicen no tener tiempo para el culto debido a las urgencias de la vida, adolecen de este tipo de acedia.
4) El Menosprecio de un Profeta: Los niños que se mofan del profeta Eliseo, gritándole " ¡Sube, calvo! ¡Sube, calvo!", burlándose de su tonsura religiosa, y que a consecuencia de una maldición del profeta, son destrozados por los osos, reflejan una ignorancia religiosa y un menosprecio recibido de sus mayores. (2 Reyes 2,23-24).
El relato quiere inculcar el respeto a los profetas, a un pueblo que, por acedia, se inclinaba a rechazarlos y aún a matarlos. En efecto, la persecución a los profetas, y en general a los justos, empieza con burlas pero tiende a terminar en sangre. Eliseo ve, en ese menosprecio, más que una inocentada infantil, la manifestación de un pecado social, nacional. La acedia tiene sus raíces infantiles, puesto que también desde niños hay en Israel piedad e impiedad, religión e irreligión, gozo de la caridad o acedia.
Nuestros catequistas chocan continuamente, aún en nuestros colegios católicos, con la indiferencia, el desinterés y hasta la burla y el menosprecio de sus alumnos por la doctrina de la fe. El fenómeno es semejante. Porque muy a menudo la indiferencia de los niños es un puro reflejo de la tibieza de sus mayores.
5) Esaú menosprecia la Primogenitura Esaú le vendió a su hermano Jacob la primogenitura por un plato de guiso. Es otro ejemplo clásico de acedia como menosprecio - y consiguiente postergación y pérdida - de los bienes espirituales, debido a la compulsión y a la urgencia de un apetito de la carne. La civilización de la acedia abunda en ejemplos de estas actitudes de acedia, como desprecio de la vida eterna debido a las urgencias de esta vida. (Génesis 25,2934).
6) " Os hemos tocado la flauta y no habéis bailado, os hemos entonado endechas, y no habéis llorado. " (Lucas 7,31-35). La actitud de acedia como un "no" a la fiesta, o sea un no a las alegrías de Dios y a su oferta de comunicarla y participarla, la ilustran las parábolas de Reino como un Banquete al que se niegan a acudir los invitados. (Mateo 22,1-14; ver también 8,11-12; Lucas 14,16-24). No es otra cosa lo que hace la civilización de la acedia rechazando la alegría del culto divino.
7) San Clemente romano explica el mal de acedia que padecen los corintios como un caso particular de la acedia que él considera como el drama propio de toda la historia de la salvación: "Ya veis, hermanos, cómo los celos y la acedia produjeron un fratricidio [Abel a manos de Caín]. A causa de la acedia, nuestro padre Jacob tuvo que huir de la presencia de su hermano Esaú. La acedia hizo que José fuera perseguido hasta punto de muerte y llegara hasta la esclavitud La acedia obligó a Moisés a huir de la presencia de Faraón, rey de Egipto, al oír a uno de su misma tribu: ?Quién te ha constituido árbitro y juez entre nosotros? ? Acaso quieres tú matarme a mí, como mataste ayer al egipcio?'. Por la acedia, Aarón y María hubieron de acampar fuera del campamento. La acedia hizo bajar vivos al Hades a Datán y Abirón, por haberse rebelado contra el siervo de Dios, Moisés. Por celos no sólo tuvo David que sufrir envidia de parte de los extranjeros, sino que fue perseguido por Saúl, rey de Israel" (San Clemente romano, A los Corintios 4,7-13).
Uno se pregunta si la enumeración de San Clemente no refleja la enseñanza de Jesús a los de Emaús, cuando les explicaba las Escrituras por el camino. Por acedia mataron a Jesús los príncipes del pueblo elegido, que era la aristocracia religiosa del mundo antiguo.
Las Sagradas Escrituras no sólo nos ofrecen ejemplos de acedia; nos enseñan que la acedia es el drama mismo que las recorre. Y el libro de la Sabiduría podrá afirmar que la acedia es el pecado fontal de todos los pecados de todos los tiempos: " Por acedia del diablo entró la muerte en el mundo y la experimentan los que le pertenecen " (Sabiduría 2,24).
Al recuento de San Clemente romano agregaré solamente dos episodios de acedia que lo completan:
8) El menosprecio de la Tierra Prometida: "Despreciaron una Tierra envidiable" (Sal 105 (106),24; Números Caps. 13-14 y Deuteronomio 1,19-46). El pueblo no se alegró con el bien de la Tierra Prometida, que le pintaban Caleb y Josué, los buenos exploradores, testigos fidedignos de la bondad de la tierra, fieles a la verdad. Prefirió creer al testimonio de los malos exploradores, testigos falsos.
A esta forma de acedia, corresponde, en la dispensación del Nuevo Testamento, el menosprecio de la vida eterna de la que Jesús es el explorador y testigo: "En verdad, en verdad te digo: nosotros hablamos de lo que sabemos y damos testimonio de lo que hemos visto, pero vosotros no aceptáis nuestro testimonio. Si al decirles cosas de la tierra, no creéis, ¿cómo vais a creer si os digo cosas del cielo? Nadie ha subido al cielo sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre". (Juan 3,11-13)
9) La Acedia de Pedro ante la Cruz: Pedro se niega a recibir el testimonio de Jesús acerca del misterio de la cruz. Por eso se hace acreedor del nombre de Satanás, y en vez de piedra fundamental se convierte en piedra de escándalo (Mateo 16,18), no sólo para los más pequeños (Marcos 9,42), sino para Jesús mismo (Mateo 16,23).
Ya se ve la importancia que tiene el pecado de acedia en toda la Sagrada Escritura. Si se ignora lo que es la acedia no se puede entender la Escritura ni el drama de Jesús. La acedia es ceguera para el bien de Dios y confusión espiritual del mal por bien y del bien por mal. Es lo que muestran los dos ayes proféticos que siguen.
Dos Ayes Proféticos sobre la Acedia: nos enseñan que la acedia es apercepción y dispercepción del bien divino:
1) Acedia como ceguera o a-percepción: "¡Maldito el hombre que confía en el hombre, y hace de la carne su apoyo apartando del Señor su corazón! Es como el tamarisco en el desierto de Arabá y no verá el biencuando venga" (Jeremías 17, 5-6).En cambio: "los rectos lo ven y se alegran" (Salmo 106,42) "En tu luz vemos la luz" (Salmo 35,10); "Ábreme Señor los ojos y contemplaré las maravillas de tu voluntad"(Salmo 118, 18); "Al que sigue el buen camino le haré ver la salvación de Dios" (Salmo 49,23)..
2) Acedia como dis-percepción: ¡Ay, los que llaman al mal bien y al bien mal; los que dan la oscuridad por luz, y la luz por oscuridad; que dan lo amargo por dulce y lo dulce por amargo!" (Isaías 5,20-21). Entristecerse por el bien del que goza la caridad, como hace la acedia, es dar por mal ese bien, dar lo dulce por agrio o por amargo, dar la luz por tinieblas.
, 2) LA CIVILIZACION DE LA ACEDIA
Una vez descrita la acedia y ejemplificada, nos toca ahora señalarla como el mal característico de nuestra civilización. Ya he ido aludiendo, a raíz de cada ejemplo bíblico a algunas correspondencias modernas. Pero la Sagrada Escritura y el magisterio patrístico nos revelan que la acedia es la esencia del drama del pecado y que toda la historia de la salvación gira alrededor de ella. No habrá que extrañarse si también en nuestra cultura y civilización moderna, no sólo se dan aquí y allá ejemplos de acedia, sino que toda ella adolece de acedia y se construye desde ella.
Las descripciones del pensamiento o tentación de acedia que han hecho los padres del desierto, presentan el fenómeno tal como se observa en la situación de laboratorio que es la vida ascética de ermitaños y cenobitas. El discurso sobre la acedia de los maestros espirituales, como San Isidoro de Sevilla o San Gregorio Magno y de teólogos como Santo Tomás de Aquino, está muy influido por la doctrina de los padres del desierto. Hacen un examen cabal del fenómeno, pero lo consideran más bien en el plano moral e individual. Diríamos que lo analizan más al nivel de la carne, pero no tanto a nivel de su configuración en mundo, ni a nivel de su raíz demoníaca.
A señalarlo y mostrarlo reconocible en sus configuraciones colectivas, sociales, culturales, he dedicado prolijos análisis en mis dos libros, En mi sed me dieron vinagre Mujer: ¿por qué lloras? . En vez de intentar sintetizarlos aquí, prefiero limitarme a exponer un testimonio ajeno que ofrece un diagnóstico coincidente con el mío.
Es el diagnóstico de un prominente político y hombre de la cultura norteamericano, que después de pasar revista a los males de la sociedad de los EE.UU., afirma que la raíz de ellos es un mal de naturaleza espiritual y su nombre es: acedia.
William J. Bennett, graduado en derecho en Harvard, doctor en Filosofía por la universidad de Texas, Ministro de Educación durante el gobierno del presidente Ronald Reagan, es conocido también como autor del bestseller: The book of Virtues, El libro de las Virtudes, con más de dos millones de ejemplares vendidos. Es un hombre bien conocido en Norteamérica y buen conocedor de la sociedad norteamericana. Lo que dice Bennett de su país se aplica en su medida también a nosotros, ya que los países latinoamericanos somos epígonos de aquél país que nos exporta e impone, globalizado, su modelo moderno de civilización feliz. A sus promesas seductoras y a sus encantos parecen incapaces de resistirse nuestra clase política, nuestros intelectuales y gobernantes, y en buena medida nuestros pueblos y hasta nosotros mismos.
No me detendré en ir señalando los pasajes del discurso de Bennett que son aplicables a nosotros: a nuestra sociedad, nuestra prensa, nuestros espectáculos televisivos. Creo que las semejanzas serán reconocibles sin necesidad de señalarlas.
En abril de 1995 Bennett expuso en un seminario para dirigentes nacionales, organizado por el Hillsdale College, las ideas que paso a resumirles:
Cuando se examina la situación social y cultural de la moderna sociedad norteamericana, -comienza diciendo Bennett - son muchos los que están de acuerdo en afirmar que ofrece muchísimos motivos de preocupación. Y sin embargo, pienso que no llegan a medir el mal en su real dimensión, en su profundidad y su verdadera naturaleza ".
Bennett ilustra esta afirmación con testimonios de extranjeros que opinan sobre la situación americana y señalan la violencia y el pánico ciudadano en que allí se vive. Una estudiante polaca le decía: "Cuando recién llegué a Estados Unidos fue como entrar en un mundo loco, pero ahora me estoy acostumbrando; y debo decir que no es bueno acostumbrarse a esto ".
Bennett reconoce que los EE.UU. sobresalen en bienestar, consumo, tecnología, y muchos otros aspectos, que los ponen a la cabeza de las naciones, pero comprueba que todo esto no basta para hacer feliz al norteamericano.
El progreso material y económico va acompañado de una regresión social y de las virtudes. En los treinta años que van de 1960 a 1990:"hubo un aumento del 560% en el número de crímenes violentos,. más del 400% de aumento en el número de nacimientos ilegítimos,. se multiplicó por cuatro el número de divorcios; por tres el porcentaje de niños que viven con uno solo de sus padres; aumentó un 200% el número de suicidios de adolescentes; cayó en un 75% el promedio de rendimiento de los estudiantes secundarios ".
Entre los países industrializados, los EE.UU. están a la cabeza del número de abortos, divorcios e hijos ilegítimos. Están en la vanguardia de los asesinatos, violaciones y crímenes violentos. En educación básica y secundaria, van a la zaga con los más bajos logros de aprendizaje. En 1940, los docentes luchaban con los niños porque hablaban sin permiso, mascaban chicle, corrían en los patios, no hacían bien la fila, o por problemas con el ruido, el vestido, la desprolijidad y el desorden. En 1990, los docentes se enfrentaban con: uso de drogas, abuso de alcohol, embarazos, suicidio, violaciones, robos y asalto, armas en la escuela.
Bennett afirma: "Hay rudeza, insensibilidad, cinismo, superficialidad y vulgaridad en nuestros tiempos. Hay demasiados signos de pérdida de civilización, sea de civilización corrompida. Y lo peor tiene que ver con nuestros hijos. Aparte de las cifras y los hechos específicos, está el creciente crimen crónico contra la niñez, de hacerlos envejecer prematuramente. Vivimos en una cultura que parece a veces dedicada a la corrupción de los menores, a garantizar la pérdida de su inocencia antes de tiempo".
Esto puede sonar a demasiado pesimista alarmista. Pero pienso que es tal cual es. lo que me preocupa es ver que la gente no parece suficientemente alarmada. Nos hemos habituado a la descomposición cultural de la que somos testigos. [...). Se está padeciendo una sobredosis de atrocidades y se está perdiendo la capacidad de asombrarse, disgustarse e indignarse. Hace unos años once personas fueron asesinadas en Nueva York en diez horas, . Hasta donde sé, nadie se estremeció. Poco después un criminal violento, atracó y casi mató a un anciano de 72 años, fue baleado por un oficial de policía mientras huía de la escena del crimen, pero fue recompensado con más de cuatro millones de dólares. Silencio virtual". Estamos perdiendo el sentido cívico y moral ante la violencia y la crueldad" concluye Bennett.
Bennett continúa su examen con la música rockera que celebra la tortura y el abuso contra las mujeres ante multitudes de jóvenes que crecen en las calles miserables, sin familia ni padres. Se hace eco de las críticas a la televisión que divulga una crueldad y una promiscuidad desenfrenadas. Pero: " Lo peor de la televisión es lo que se dice en los shows durante el día, en los cuales la exhibición de la indecencia se celebra como virtud [...) Hubo un tiempo en que los fracasos personales, los deseos subliminales y el gusto perverso, iban acompañados de culpa vergüenza, al menos por el silencio. Actualmente son contraseña para aparecer en el show de Sally Jessy Raphael en algún otro de las docenas de shows parecidos. He aquí una lista de temas agitados en estos Shows en el lapso de quince días: parejas cruzadas; triángulos amorosos; un hombre cuyo ideal en la vida es engañar a sus parejas ocasionales haciéndoles creer que usa preservativo durante la relación, . conductas sexuales femeninas compulsivas,. prostitutas vocacionales que aman su profesión,. un extraficante de droga; una joven prisionera en una verdadera lucha por mantener su integridad Estos programas son un problema social de doble filo. El primer filo consiste en los tantos que apetecen aparecer en ellos para exhibirse. El segundo filo es que muchos sintonizan para verlos exhibirse".
"¿Por qué ocurre todo esto? -se pregunta entonces Bennett- "¿Qué eslo que hay detrás de todo esto? Se han propuesto argumentos muy ingeniosos para explicar este estado de cosas. La gente que piensa ha señalado como causas: el materialismo, el consumismo, la sociedad permisiva, los escritos de Rousseau, Marx, Freud, Nietzsche, el legado de la década de los 60, etc., etc. Permítanme exponerles mi opinión ".
Les propongo mi tesis de que la crisis de nuestra época es de orden espiritual Específicamente, nuestro mal es lo que los antiguos llamabanacedia. Acedia es el pecado de pereza. Pero lo que los santos entienden por acedia, no es la pereza en la que pensamos nosotros habitualmente, que consiste en la dejadez para los deberes cotidianos. La acedia es otra cosa. Bien entendida, es una aversión y una negación ante lo espiritual La acedia se pone de manifiesto en una ansiosa e indebida preocupación por lo exterior y lo mundano. Consiste en una pachorra y ausencia de interés por las cosas divinas. Trae aparejada, según los antiguos, una cierta tristeza y dolor por todo. La acedia se pone de manifiesto en un rechazo carente de alegría, malhumorado, y egotista de la vocación a ser hijos de Dios. El hombre acedioso odia todo lo espiritual y quiere verse exento de sus exigencias. Según los antiguos teólogos la acedia produce odio contra todo lo bueno. y este odio realimenta el rechazo, el mal humor, la tristeza y el dolor".
La acedia no es un mal espiritual nuevo, por supuesto. Es conocido como el séptimo pecado capital Pero hoy en día viene en aumento ".
Bennett cita a continuación dos testimonios famosos, el del novelista americano Walker Percy y el de Aleksandr Solzhenitsyn. y continúa:
El mal que nos aflige es la corrupción del corazón, la deserción del alma. Nuestras aspiraciones y nuestros deseos se orientan hacia los objetos que no corresponden. Y solamente cuando nos orientemos hacia los fines correctos hacia la fortaleza, lo noble, lo espiritual - mejorarán las cosas ".
Y Bennett completa esta descripción social del mal de acedia con nuevas observaciones: "Al diagnosticar que nuestro principal problema es del orden espiritual y consiste en una debilidad espiritual, sé que voy contra la sensibilidad de muchos. Hay en nuestros tiempos una repugnancia y resistencia a hablar seriamente de asuntos espirituales y religiosos. ¿Por qué? Quizás esto tenga algo que ver con la hipersensibilidad y profunda incomodidad moderna ante los mandamientos de Dios. Entre otras malas costumbres, nos hemos habituado también a no hablar de las cosas que importan más, y por eso no lo hacemos. " Sí, señor Bennett, la acedia cultural se nos ha impuesto y amenaza imponérsenos a los creyentes y hasta a los sacerdotes "
"Se oye decir a menudo -termina diciendo Bennett- que las creencias religiosas son un asunto privado que no corresponde tratar públicamente. Este es un criterio insostenible, por lo menos en algunos aspectos. Sea cual fuere la fe que uno tenga e incluso en el caso de que no se tenga ninguna lo cierto es que cuando millones de personas dejan de creer en Dios, o cuando su fe es tan débil que sólo se cree de palabra, se siguen de ese hecho enormes consecuencias públicas. y cuando a esto se le agrega una extendida aversión al lenguaje espiritual en la clase política e intelectual, las consecuencias públicas son aún mayores.
¿ Cómo podría ser de otra manera? En la modernidad, nada ha tenido tan vastas consecuencias o consecuencias tan manifiestas, como el hecho de que grandes sectores de la sociedad norteamericana se hayan apartado de Dios o lo hayan empezado a considerar irrelevante, o piensen que ha muerto. Dostoiewsky recuerda, en Los Hermanos Karamazov que "si Dios no existe, entonces todo está permitido".Nosotros estamos ahora presenciando ese "todo"'. Y no es bueno acostumbrarse a la mayor parte de todo esto ". Señor Bennett, gracias por su diagnóstico espiritual de la sociedad dominante. Mutatis mutandis, sus males ya nos han alcanzado o están en camino de alcanzarnos. y reconocemos en la sociedad en que debemos desarrollar nuestro ministerio las mismas tendencias, que son, a todas luces, frutos del mismo mal espiritual, que amenaza globalizarse.
Los invito a ponernos de pie y a orar:
Padre, que nos engendras cada día y a cada momento, de Quien por eterna y divina generación procede eternamente tu Hijo consustancial, que se nos manifestó en su naturaleza humana como un hombre, Jesús, que recibía de ti amorosamente su ser y su obrar ...
Engéndranos a nosotros también como hijos tuyos, hoy y cada día de nuestra vida terrena y luego en la eternidad.
De Ti queremos recibir todo lo que somos y hacemos, pensamos y amamos.
Manifiesta en nosotros tu gloria y glorifica en nosotros tu Nombre como lo glorificaste en Jesús, tu Hijo muy amado. Configúranos con Él puesto que nos has elegido...
Padre: Tú nos has colocado en esta civilización de la acedia. No permitas que ella sofoque en nosotros el gozo de la caridad, que es nuestra fuerza. Danos tu gracia para ser testigos y apóstoles de tu gozo. Y a los que lo reciban admítelos en tu reposo y en tu Paz. Amén.